martes, 31 de julio de 2012

Acláranos el sentido de la parábola

Acláranos el sentido de la parábola


Jer. 14, 17-22; Sal. 78; Mt. 13, 36-43

‘El que tenga oídos, que oiga’. Nos parece algo muy elemental. Pero tenemos oídos y no siempre oímos. Y no es sólo porque materialmente haya ruidos o gritos que nos confunda, o no estemos atentos a lo que se nos dice y como no prestamos atención es que ni oímos, sino que algunas veces incluso cerramos nuestros oídos para no escuchar. Como solemos decir, nos hacemos sordos.

Pero puede sucedernos también que entendemos lo que queremos escuchar, o escuchamos las cosas conforme a las ideas que tengamos de antemano en la cabeza, nos llenamos de prejuicios, pasamos las cosas y las ideas que se nos trasmiten por el tamiz de nuestras propias ideas y así nos hacemos nuestras propias y particulares interpretaciones. Es una forma, en cierto modo, de manipular. Y en ocasiones manipulamos tanto, que hasta manipulamos la propia Palabra de Dios.

Por eso tenemos que saber oír; es más, tenemos que pedirle al Señor que sea su Espíritu el que nos aclare las cosas. Y es que a la Palabra de Dios tenemos que ir dejándonos conducir por el Espíritu del Señor que es el que mejor nos guía y nos hace escuchar realmente lo que el Señor quiere decirnos.

El Sacerdote interiormente antes de proclamar el Evangelio, en algo que quizá pasa desapercibido para la mayoría de los presentes en la celebración, pide al Señor su bendición y su gracia para proclamar dignamente, con toda claridad y fidelidad la Palabra del Señor. No proclama el sacerdote su propia palabra; él pone la voz, podíamos decir, pero la Palabra que nos dice no es su palabra sino la Palabra de Dios. Por eso interiormente invoca al Señor para que pueda hacerlo con toda fidelidad.

Hoy hemos escuchado a los discípulos pedirle a Jesús que les explique la parábola. ‘Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: Acláranos la parábola de la cizaña en el campo’. Jesús les explica. Ya escuchamos nosotros hace unos días la proclamación de esta parábola y reflexionamos sobre ella, en esta lectura continuada que vamos haciendo, y hoy escuchamos la petición de los discípulos y la explicación de Jesús.

Los discípulos andaban confusos, como los criados que no entendían cómo no había que arrancar la cizaña que había aparecido entre el trigo sembrada maliciosamente por el enemigo. Es la confusión en la que nos vemos envueltos muchas veces en la vida en que debido a tantas influencias tan diversas que recibimos de un lado y de otro muchas veces no nos aclaramos lo suficiente y tenemos el peligro de considerar bueno lo que no es tan bueno.

‘Como todo el mundo lo hace’, escuchamos decir tantas veces. Pero no porque todo el mundo lo haga o porque sea una costumbre que tengan muchos eso puede significar que todo sea bueno. Ideas y conceptos de cómo considerar la religión o cómo hemos de expresar nuestra vida cristiana, la moralidad de los actos que hacemos, etc. entran en este mundo de confusión.

Tenemos que ir, podíamos decir, al fondo de las cosas, objetivamente a ver lo que realmente es bueno o no, y la referencia para la moralidad de nuestros actos y de lo que hacemos en la vida nosotros lo tenemos en la ley del Señor, en los mandamientos de Dios, en lo que nos dice Jesús en el Evangelio. Es ahí donde tenemos que acudir. Muchas veces nos falta la formación debida porque hemos vivido nuestra vida así sin más, sin reflexionarla debidamente, sin estudiar a fondo lo que es para nosotros la voluntad de Dios, la Palabra del Señor.

Se nos mezcla el trigo con la cizaña y el enemigo malo se aprovecha de nuestra debilidad para inducirnos a esa confusión, para perder ese sentido moral de las cosas, para olvidar lo que son realmente nuestros principios cristianos. Tenemos que pedirle como los discípulos a Jesús ‘acláranos el sentido de la parábola’, acláranos bien lo que hemos de hacer en la vida.

Que aprendamos a buscar siempre lo que es la voluntad del Señor. Pidamos continuamente la asistencia y la fuerza del Espíritu, antes de emprender aquellas cosas que queremos hacer, y también, cuando al final del día revisamos nuestra vida y hacemos nuestro examen de conciencia, pidamos la asistencia del Espíritu que nos ilumine para que veamos la verdad de nuestra vida y así podamos emprender ese camino de renovación, de crecimiento espiritual en el que tenemos que estar bien comprometidos. Que el Señor nos ilumine.

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