lunes, 11 de junio de 2012


La palabra de Jesús siempre es buena noticia, evangelio de esperanza
1Reyes, 17, 1-6; Sal. 120; Mt. 5, 1-12
Confieso que siempre que escucho las bienaventuranzas de Jesús me pongo en el lugar de aquellas personas que allí al pie del monte las oyeron de sus labios sintiendo la sorpresa que aquellas gentes sentirían mientras Jesús las pronunciaba. 
Cuando se nos dicen palabras que nos llenan de esperanza y que nos anuncian un cambio en la situación que vivimos en nuestra vida, muchas veces llenos de dolor y sufrimiento siente uno cómo se le revuelven las entrañas y poco menos que nos llenamos de emoción. 
Es la sorpresa de la Buena Noticia, la sorpresa con que hemos de escuchar siempre el evangelio que siempre nos anuncia algo nuevo y bueno para nuestra vida. Es una actitud o postura que no podemos perder cada vez que nos acerquemos al Evangelio porque de lo contrario estaríamos que poco menos que echando en saco roto la gracia del Señor al no sentirnos interpelados y conmovidos por su Palabra. 
Como digo, es lo que pudieron sentir aquellas personas a las que se les anuncian tiempos de dicha y de felicidad a los que estamos llenos de pobreza, de sufrimiento, de amarguras y problemas. 
A los pobres, los que sufren, los que lloran, los que nada tienen, los que lo están pasando mal, a los que no les faltan los problemas y los contratiempos incluso con persecución por tratar de ser fieles en la vida se les anuncian tiempos de dicha y de felicidad. Una buena noticia de un cambio para su vida con la llegada del Señor, con el Reino de los cielos. 
Y es el Señor que nos llena de paz y nos da fortaleza, pero es el Señor que transforma los corazones y aquellos que pasan por todas esas situaciones difíciles van a encontrar también en los hermanos que les rodean actitudes nuevas, acciones nuevas que van a ayudarles y sentir cómo sus vidas se transforman. Nos vamos a sentir todos reconfortados porque descubriremos a tantos a nuestro lado que ya están dando esas señales del Reino de Dios repartiendo consuelo, amor, misericordia, paz y trabajando seriamente por hacer un mundo mejor.
Encontrarán satisfacciones profundas para sus deseos, se sentirán fuertes en los momentos en los que cuesta mantener la fidelidad y la rectitud, alcanzarán misericordia porque ellos sabrán también tener misericordia y compasión para los que sufren a su lado. Habla Jesús de consuelo para los que sufren, de pan y justicia para los que tienen hambre de pan y de bien, de recompensa para los que saben mantener la fidelidad hasta el final, de visión de Dios para los que siguen siendo rectos y puros en su corazón. 
Es un mundo nuevo el que Jesús anuncia y todos sienten llenar su corazón de esperanza. Jesús ha comenzado a dar señales de que puede hacerse ese mundo nuevo cuando ha ido repartiendo compasión y misericordia con todos los que sufren en los signos que realiza, en los milagros con que va curando a los enfermos no solo de cuerpo sino también de su espíritu; ahora lo anuncia claramente con el mensaje de las bienaventuranzas que solemos llamar la carta magna del cristianismo. 
Los que luchan por lo bueno se sienten reconfortados con las palabras de Jesús y al mismo tiempo sienten más ganas de seguir siendo buenos, haciendo el bien, o comprometiéndose por los demás. Es lo que nosotros también tendríamos que sentir. Es así cómo tenemos que abrir nuestro corazón a la palabra de Jesús que es noticia buena, buena nueva, evangelio para nosotros y así también tenemos que llenarnos nosotros de esperanza pero al mismo tiempo sentirnos comprometidos por hacer ese mundo nuevo que llamamos Reino de Dios.
Dejémonos sorprender y cautivar por la Buena Nueva de Jesús y escuchemos allá en lo más hondo de nosotros mismos el mensaje esperanzador de las bienaventuranzas.

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