sábado, 19 de mayo de 2012


Salí del Padre… y otra vez dejo el mundo y me voy al Padre

Hechos, 18, 23-28; Sal. 46; Jn. 16, 23-28
‘Salí del Padre y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y me voy al Padre’, hemos escuchado en el evangelio. Palabras que suenan a despedida cuando estamos en las vísperas de la fiesta de la Ascensión del Señor.
Como hemos dicho fueron palabras pronunciadas por Jesús a lo largo de la última cena en lo que podríamos decir fue la sobremesa de la cena pascual. Una noche cargada de emociones, de anuncios, de presagios, porque comenzaba la pasión. La liturgia nos las ofrece en este día de vísperas de la Ascensión del Señor y nos vienen bien para prepararnos debidamente para esta fiesta litúrgica tan importante.
‘Dejo el mundo y me voy al Padre’, nos dice Jesús, pero  no nos deja solos. Por una parte está el anuncio repetido del envío del Espíritu Santo que celebraremos en Pentecostés. Pero están también estas palabras de Jesús que hoy hemos escuchado tan cargadas de emociones y hasta de ternura.
Nos insiste Jesús en cómo, cuanto le pidamos al Padre en su nombre, nos lo dará. ‘Yo os aseguro, si pedís algo al Padre, en mi nombre os lo dará’. Y eso tiene que llenarnos de alegría y de paz, de seguridad en el camino que hacemos porque nos sentiremos siempre ayudados por la gracia del Señor. ‘Pedid y recibiréis para que vuestra alegría sea completa’, nos insiste.
Y es bien hermoso lo que nos dice, hemos de fijarnos bien en sus palabras. ¿Por qué podemos estar tan seguros de que el Padre atenderá en el nombre de Jesús cuanto le pidamos? En una palabra, porque nos ama. Más allá incluso de que Jesús interceda por nosotros – está sentado a la derecha del Padre como mediador nuestro en el cielo, tal como confesamos en el credo – es que somos amados de Dios. ‘Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios’.
Qué hermoso es cuanto nos dice Jesús. Cómo nos sentimos así estimulados para tener confianza en nuestra oración. Cómo desearíamos entonces acercarnos al Señor en la oración, porque sabemos cuánto nos quiere Dios, cuánto nos ama el Padre, porque hemos puesto toda nuestra fe y nuestra confianza en Jesús. Creemos en Jesús y queremos seguirle; creemos en Jesús y queremos vivir en su amor; creemos en Jesús y nos sentimos así, con toda esa ternura, amados de Dios.
Todo es una invitación a crecer más y más en nuestra fe en Jesús. Tenemos tantos motivos para poner nuestra fe en El. Queremos hacer su camino, vivir su vida y queremos al mismo tiempo anunciar y proclamar nuestra fe a los cuatro vientos para que todos conozcan a Jesús, para que todos conozcan, deseen y lleguen a alcanzar la salvación que Jesús nos ofrece, la salvación que nos llega por su pasión, muerte y resurrección. Mañana, precisamente, vamos a escuchar el envío y el mandato de Jesús de ir a anunciar esta Buena Nueva de la salvación, esta Buena Noticia del Evangelio a toda la creación para que quien crea en Jesús y se bautice alcance la salvación.
Contemplaremos a Jesús volver al Padre en su Ascensión gloriosa a los cielos, pero sabemos que no nos deja, porque ha prometido estar con nosotros para siempre, hasta la consumación de los siglos. Veamos todas las señales de su presencia, vivamos intensamente la gracia salvadora que El nos da. Preparémonos debidamente para vivir con gozo grande y con una esperanza extrema la fiesta de la Ascensión del Señor.

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