martes, 17 de abril de 2012


Bebamos en la fuente del amor de Jesús para vivir una auténtica comunión con los hermanos

Hechos, 4, 32-37; Sal. 92; Jn. 3, 11-15
 ‘En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo; lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio, nada de lo que tenía’. Es el segundo resumen y descripción que nos hacen los Hechos de los Apóstoles de lo que era la vida de la comunidad cristiana.
Hemos ido escuchando en la lectura de los textos escogidos ahora en la Pascua de los Hechos de los Apóstoles el anuncio valiente que van haciendo los apóstoles de la Buena Nueva de Jesús, de la Buena Nueva de la resurrección. Hoy mismo hemos escuchado cómo ‘los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor’. Ya hemos escuchado las primeras reacciones en contra y hemos contemplado a Pedro y Juan en la cárcel, después de la curación del paralítico de la puerta Hermosa y la oración de la comunidad cristiana, ayer, al ser liberados, aunque con la prohibición de hablar del nombre de Jesús.
Pero el libro de los Hechos además de querernos manifestar el crecimiento de la comunidad de los que creían en Jesús por la predicación de los apóstoles, también quieren expresarnos lo que era la vida de aquellas primeras comunidades de los que creían en el camino nuevo de Jesús. ‘Los que seguían el camino’, dirá en algún momento. Y es que aceptar la fe en Jesús como nuestro Salvador desde su muerte y resurrección implicaba todo un estilo y sentido de vida. Ya nos había dicho Jesús cuál había de ser el distintivo de los que creyeran en él y nos dejó el mandamiento del amor.
Por eso la señal clara del seguimiento de Jesús implicaba el ir creando esa comunidad de amor que tenía y tiene que ser la Iglesia de Jesús. Son las obras de nuestro amor las que van a hablar de nuestra fe, ya hemos dicho en algún momento. Por eso en estas descripciones que nos hace de la vida de aquella primera comunidad de Jerusalén en lo que más incide es en la vida de comunión que se vivía entre ellos. Nos hablará del compartir generoso, de manera ‘que nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía’, pero lo más importante es esa comunión fraternal que entre todos se había ido creando. ‘Todos pensaban y sentían lo mismo’, nos decía el texto de hoy.
Ya decíamos que esta era el segundo resumen en este sentido. El domingo segundo de pascua, en la primera lectura, ya se nos ofreció el primer resumen descripción. ‘Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones’, nos decía entonces. ‘Los creyentes Vivian todos unidos y lo tenían todo en común’, seguía diciéndonos. Comían juntos… y eran bien vistos por todo el pueblo’.
Esa comunión de amor que se habían creado entre ellos les llevaba a que nadie pasara necesidad, a compartirlo todo entre ellos. Hoy nos narra el caso ya más extremo, por así decirlo, del levita Bernabé  ‘que tenía un campo y lo vendió, llevó el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles’. Serán muchos lo que lo hagan de la misma manera. En una comunidad así era normal que fueran bien vistos por todos. Y es que las obras del amor son el mayor atractivo, la mejor predicación que se podía hacer del nombre de Jesús.
Queremos nosotros también seguir a Jesús, confesar nuestra fe en Cristo resucitado, como venimos haciéndolo de manera intensa en este tiempo de pascua. Crezcamos en nuestro amor, que resplandezcan las obras de nuestro amor; son el mejor testimonio de nuestra fe. Sintamos allá en lo más hondo de nosotros mismos el ardor del amor que nos lleve a vivir en esa armonía y en esa convivencia llena de paz con nuestros hermanos.
Llenemos nuestro corazón del amor de Dios y amémonos de verdad los unos a los otros. Quienes se aman y se quieren de verdad siempre buscarán lo bueno para el otro, siempre sabrán ser comprensivos con las debilidades de los demás, aprenderemos de verdad lo que es el perdón, tendremos generosidad en nuestro corazón para acercarnos al hermano y compartir. Si no hemos llenado de amor nuestro corazón, y la fuente la tenemos en Jesús, poco podremos compartir, poco podremos ser generosos con los demás, poco podemos vivir esa comunión que tiene que ser nuestro distintivo como cristianos. 

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