miércoles, 7 de marzo de 2012


Estamos subiendo a Jerusalén a la celebración de la Pascua

Jer. 18, 18-20; Sal. 30; Mt. 20, 17-28
‘Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del Hombre va a ser entregado… a los gentiles para que se burlen de El, lo azoten y lo crucifiquen, y al tercer día resucitará’. Es el anuncio que hoy escuchamos en labios de Jesús de su pasión y de su muerte, de su Pascua redentora.
Mirad que estamos subiendo nosotros también a la Pascua; estamos haciendo el camino de Cuaresma que va a culminar en la semana de la Pasión y en la Pascua de la resurrección del Señor.  Subimos también con Jesús a su Pascua. Subimos como los discípulos a los que Jesús les hacía el anuncio y lo acompañaban. ¿Cómo fue la subida de los discípulos? ¿Qué es lo que iba sucediendo en su interior? ¿Cómo es nuestra subida a la Pascua? ¿Qué es lo que nos va sucediendo en nuestro interior?
Jesús hace el anuncio de su pasión y muerte y como si nadie hubiera oído o entendido las palabras de Jesús, inmediatamente ‘se acercó la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición’. ¿Tenía que ver lo que le pedían a Jesús con lo que Jesús estaba anunciando? Da la impresión de que no se estaban enterando de nada.
‘Ordena que estos dos hijos míos – que ya sabes, son tus parientes porque somos de la misma familia y ya podrías tener un detalle con ellos – se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda’. ¿Realmente aquella madre había escuchado bien el anuncio que Jesús hacía? Y Juan y Santiago, ¿eran conscientes de lo que pedía la madre – siempre las madres quieren cosas buenas, o las que les parece buena, para sus hijos -  o eran también ambiciones que había en su corazón?
‘No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?’ Habéis escuchado que os he hablado de todo lo que me va a pasar, os he hablado de burlas, de azotes, de crucifixión y de muerte, ¿os queréis apuntar a todo eso también? ¿Sois capaces de soportar todo eso porque el discípulo no es más que su maestro? ‘Lo somos’, contestaron muy decididos. ‘Mi cáliz lo beberéis, pero lo del puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi padre’.
¿Para quienes están reservados esos puestos? Ya Jesús lo había expresado y ahora una vez más, ante la reacción del resto de los discípulos, nos lo va a explicar claramente. ‘Los otros, que los habían oído, se indignaron contra los dos hermanos’, nos dice el evangelista. Y esto dará ocasión a la aclaración de Jesús.
‘Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo’. No es la primera vez que Jesús nos enseña estas cosas, pero ya sabemos cuánto cuesta eso de hacerse el servidor, hacerse el último de todos.
Aún con buena voluntad para seguir a Jesús, sin embargo asoman fácilmente los orgullos, las ambiciones, el amor propio, y eso de rebajarse ante los demás no es algo que se lleve en el ambiente del mundo en el que vivimos. Pero es el camino de los que seguimos a Jesús que no hacemos otra cosa que copiar la vida de Jesús en nosotros, vivir su misma vida. ‘Igual que el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos’. Es la sentencia final de Jesús. Son las actitudes del discípulo de Jesús y los sentimientos que tienen que adornar su corazón a la hora de subir a Jerusalén, subir a la Pascua con Jesús.
Nos preguntábamos antes cuáles eran nuestros sentimientos y nuestras actitudes en esta subida a la Pascua en concreto que estamos haciendo este año, en esta Cuaresma. Cada uno tendrá que ir analizándose por dentro, revisando su vida, planteándose lo que va a ser la semana de la Pasión y de la Pascua que nos disponemos a vivir. También podemos llenarnos de confusiones en nuestro interior como le pasaba en su buena voluntad a aquella buena madre o a aquellos soñadores discípulos. De algo tendrá que servirnos la lección que aprendemos en lo que le iba pasando a los discípulos y en lo que Jesús nos va enseñando.
¿Será una semana santa más? ¿Nos vamos a quedar en cosas externas o superficiales o vamos a intentar vivir con toda profundidad esta pascua del Señor? ¿Nos servirá para que seamos más santos y nos llenemos del amor del Señor? ¿Con que espíritu humilde nos acercaremos al Señor?

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