martes, 6 de marzo de 2012


El arrepentimiento y la conversión pasa por los caminos del amor

Is. 1, 10.16-20; Sal. 49; Mt. 23, 1-12
Escuchamos una nueva invitación a la conversión desde la Palabra del Señor que vamos escuchando en este camino de cuaresma. Siempre hemos de estar en camino de superación, de crecimiento espiritual, de renovación de nuestra vida.
En este camino de nuestra vida espiritual no podemos detenernos ni pensar que ya lo tenemos todo hecho o somos lo suficientemente buenos. La vida tienes que estar en continuo crecimiento. Si nos detenemos nos estancamos y fácilmente en la pendiente de la vida lo que hacemos es retroceder.
Bien sabemos cuántas influencias negativas recibimos de nuestro entorno que nos confunden y nos impiden avanzar como tendríamos que hacerlo en nuestro camino de seguimiento de Jesús. De muchas maneras recibimos influencia del espíritu del mundo que se convierten en tentación para nuestra vida. Por eso  no podemos cansarnos ante la llamada repetida que se nos va haciendo, que nos va haciendo el Señor para esa renovación de nuestra vida.
Además si prestamos atención a la Palabra de Dios que cada día llega a nosotros nos daremos cuenta cómo se nos van abriendo caminos, cómo nos van apareciendo como sugerencias de esas actitudes nuevas, de esas cosas mejores que podemos ir realizando en nuestra vida.
‘Oíd la palabra del Señor… escucha la enseñanza de nuestro Dios, nos decía el profeta; Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones, cesad de obrar mal, aprended a obrar bien…’ En el Señor buscamos esa purificación. Es el Señor el que nos lava y nos sana con su gracia.
Pero esa gracia del Señor que nos conduce al arrepentimiento de lo malo que hayamos hecho, nos impulsa también a buscar lo bueno, a caminar por caminos nuevos de justicia, de amor, de solidaridad. ‘Defended al oprimido, sed abogados del huérfano, defensores de la viuda…’ No es sólo ya el apartarnos del camino malo, del camino del pecado arrepintiéndonos y convirtiéndonos al Señor, sino que hemos de comenzar a hacer obrar buenas de justicia y de solidaridad.
Por eso nos dirá que ‘aunque nuestros pecados sean como la grana, como nieve blanquearán, aunque sean rojos como escarlata, como lana blanca quedarán…’ En el amor, en los gestos de solidaridad y justicia, encontraremos la purificación de nuestros pecados. El amor borra nuestros pecados, porque cuando estamos realizando las obras del amor estaremos llenándonos de la gracia del Señor, porque estaremos empapándonos del amor y de la vida de Jesús. ‘Al que siga buen camino le haré ver la salvación de Dios’, que fuimos repitiendo en el salmo.
Son las actitudes nuevas, los valores nuevos de los que nos habla Jesús en el Evangelio. No son los honores y las grandezas lo que tenemos que buscar en la vida, sino desde un espíritu humilde saber buscar lo que es en verdad la voluntad del Señor. Denuncia Jesús las actitudes de los fariseos y maestros de la ley. Nos enseña el camino de la humildad y del servicio.
Somos unos hermanos que caminamos juntos, que nos ayudamos y nos sentimos solidarios los unos con los otros. Ni padres, ni maestros, ni jefes, sino hermanos que nos amamos y nos ayudamos. Por eso siempre estaremos manifestándonos nuestro amor y el amor que es creativo sabrá encontrar en cada momento cómo mejor servir, ayudar, hacer el bien al que está a nuestro lado.
Por eso terminará diciéndonos hoy: ‘el primero entre vosotros será el vuestro servidor. El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido’.

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