Que el colmo de vuestra dicha sea pasar por toda clase de pruebas
Sant. 1, 1-11; Sal. 118; Mc. 8, 11-13
A todos nos gustaría vivir la vida como en un camino de
rosas. Todo fácil, todo placentero, sin dificultades, siempre llenos de dicha y
de felicidad. Pero las rosas tienen espinas y los caminos de la vida no están
exentos de dificultades y problemas. Pero aún así creo que tendríamos que
aprender a disfrutar del perfume de las cosas buenas de la vida como
disfrutamos del perfume de la rosa, a pesar de que debajo de las hojas, en su
tallo hay espinas. Pero quizá las espinas nos harán tomar con cuidado la rosa,
que es tan delicada que si la tomáramos de cualquier manera estropearíamos su
belleza. Esa delicadeza de la flor y de su perfume nos ayuda a preservarla el
cuidado con que hemos de tomarla para no dañarnos con las espinas.
Hoy hemos comenzado a leer en la primera lectura la
carta de Santiago, que leeremos en parte en los días que nos quedan del tiempo
ordinario. Y precisamente comienza hablándonos de las pruebas que nos darán
aguante y fortaleza a nuestra fe. ‘Que el
colmo de vuestra dicha sea pasar por toda clase de pruebas. Sabed que al
ponerse a prueba vuestra fe, os dará aguante. Y si el aguante llega hasta el
final, seréis perfectos e íntegros, sin falta alguna’.
Nos podría parecer no muy comprensible el que nos habla
de que el colmo de la dicha sea pasar por toda clase de pruebas. Las pruebas no
nos gustan. Si podemos quitarnos ese peso de encima ya intentaríamos evitarlo.
Nos gustaría el camino de rosas, como decíamos al principio. Pero nos dice que
en la prueba se aquilata y fortalece nuestra fe. Y que el pasar por la prueba
nos llevará la perfección y la integridad.
Si nos detenemos un poquito a reflexionar nos daremos
cuenta. Cuando se nos pone a prueba sacamos a flote lo mejor de nosotros
mismos. Y en la prueba es donde se va a manifestar nuestra fortaleza y nuestra
madurez. Al encontrar dificultad para nuestra fidelidad o para hacer el bien,
tratamos de superarnos, de mejorar lo mejor que llevamos dentro de nosotros y
sacaremos toda nuestra fortaleza y todos nuestros valores.
Las pruebas pueden ser diversas como diversa es la vida
misma. Nos vienen de dentro de nosotros mismos cuando tratamos de superarnos,
de corregirnos, de no dejarnos arrastrar simplemente por la pasión. Nos vienen
desde el exterior en los contratiempos que nos va ofreciendo la vida, o en los
contratiempos que puedan surgir en la convivencia con los demás. Nos puede
venir desde la enfermedad, el fracaso o muchas cosas adversas que nos afectan.
Pero el hombre que quiere ser maduro no se deja llevar
simplemente, no se acobarda ni se echa para detrás, sino que luchará, se
esforzará, querrá crecer en su vida y así es prueba que va encontrando en la
vida le hará ver lo que verdaderamente es importante, donde merece la pena en
verdad poner todo su esfuerzo. Así al final irá perfeccionando su vida.
No temamos la prueba; no es que nos las busquemos,
porque ellas irán apareciendo, pero sepamos aprovechar la ocasión para
descubrir el verdadero valor de nuestra vida, el verdadero perfume y entonces
la delicadeza y cuidado con que tenemos que enfrentarnos a todo lo que nos va ofreciendo
la vida.
En el camino de la fe y de la vida cristiana nos vamos
encontrando muchas pruebas pero que con la gracia y la ayuda del Señor podremos
superarlas y nos llevarán siempre a un camino de mayor perfección, de mayor
fidelidad, de mayor entrega. Siempre sentiremos la fuerza del Señor. ‘Si el aguante llega hasta el final seréis
perfectos e íntegros, sin falta alguna’, que nos decía el apóstol Santiago.
Brillará la belleza de la santidad, daremos el buen perfume de la santidad que
es el buen olor de Cristo.
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