miércoles, 18 de enero de 2012


Yo voy a ti en el nombre del Señor de los ejércitos

1Samuel, 17, 32-33.37.40-51; Sal. 143; Mc. 3, 1-6
El libro de Samuel nos narra el episodio por todos conocido de la victoria del joven David sobre el filisteo Goliat. Entra este texto en esos episodios que tratan de magnificar al que iba a ser gran rey de lo judíos vencedor luego en muchas batallas contra los filisteos y todos los enemigos de Israel hasta su instauración en la ciudad de Jerusalén por él también conquistada.  Muchos son los relatos épicos de sus batallas y victorias así como los cánticos con que el pueblo le alababa.
Más allá de todo eso podemos descubrir en este texto también hermosa lección para la lucha de nuestra vida. El joven David aun no entrenado lo suficiente para entablar batalla con el gigante filisteo sin embargo logrará vencerle. No ha podido ceñirse la armadura que el rey le había ofrecido para la lucha por su falta de entrenamiento y sólo se enfrentará con una honda y unas piedrecillas en su morral.
Pero no serán solamente su astucia y destreza en el manejo de la honda los bagajes con los que se enfrente al enemigo, sino que lo hará en el nombre del Señor. ‘Tú vienes a mí, armado de espada, lanza y jabalina; yo voy hacia ti en nombre del Señor de los ejércitos, Dios de las huestes de Israel, a las que has desafiado. Hoy te entregará el Señor en mis manos… todo el mundo reconocerá que hay un Dios en Israel’, le dice. En ese mismo sentido le había dicho al rey Saúl cuando se ofreció para enfrentarse al filisteo: ‘El Señor, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará de las manos de ese filisteo’.
Ahí tenemos el hermoso mensaje y lección. Es como una parábola para nosotros. Caminamos entre luchas y tentaciones por los caminos de la vida. No nos es siempre fácil sobreponernos a las dificultades y problemas que vamos encontrando, porque nos sentimos muchas veces débiles y pequeños. Frente a la tentación que nos acecha continuamente queriendo arrastrarnos al mal y al pecado no sabemos en ocasiones como vencerla porque son cosas que nos parecen superiores a nuestras fuerzas.
Gigante es el enemigo y nosotros nos sentimos débiles y pequeños. No son solo nuestras fuerzas y ardides humanos los que van a ayudarnos a vencer la tentación. Hemos de aprender a contar con el Señor, con su gracia y con su fuerza, que si confiamos plenamente en el Señor nunca nos faltará. ‘Yo voy a ti en nombre del Señor…’ decía el joven David frente al enemigo.
Hemos de ser muy conscientes de que en nuestra lucha contra el pecado, en nuestros deseos de superación, en el camino de maduración que vamos haciendo de nuestra vida cristiana no vamos solos, y no lo hacemos sólo con nuestras fuerzas. Por eso es tan importante la oración en la vida del creyente. Oración para unirnos a Dios y descubrir lo que es su voluntad. Oración para alabar y bendecir al Señor que se hace presente continuamente en nuestra  vida. Oración para invocarle y pedir su fuerza y su gracia para nuestra lucha, para nuestro camino de santidad. Si abandonamos la oración entonces sí que nos sentiremos débiles e incapaces. Y nos pasa tantas veces que oramos con desgana, o abandonamos la oración.
‘Líbranos del mal, no nos dejes caer en la tentación’, rezamos cada día con el padrenuestro. Hemos de ser conscientes de que vamos a superar y vencer la tentación en el nombre y con la fuerza del Señor. Esa oración ha de salir sincera e intensa de nuestro corazón. En esa oración fundamentamos y fortalecemos nuestra vida y nuestro seguimiento de Jesús.   

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