martes, 17 de enero de 2012


Encontré a David mi siervo y lo he ungido con óleo sagrado

1Samuel, 16, 1-13; Sal. 88; Mc. 2, 23-28
‘Encontré a David mi siervo y lo he ungido con óleo sagrado; para que mi mano esté siempre con él y mi brazo lo haga valeroso…’ Lo hemos recitado en el salmo en clara referencia a lo escuchado en la primera lectura del primer libro de Samuel.
Hemos venido escuchando en la primera lectura estos días este primer libro de Samuel, un libro del Antiguo Testamento que nos relata momentos muy importantes en la historia del pueblo de Israel y de la historia de la salvación. Nos ha hablado del nacimiento en medio de hechos extraordinarios de Samuel como siempre sucede con los grandes personajes de la Biblia; de la vocación de Samuel, o la llamada del Señor al niño Samuel que escuchamos también en la primera lectura del domingo con la hermosa enseñanza de cómo hemos de abrir nuestro corazón para escuchar al Señor que nos habla.
Pero Samuel, juez en la historia de Israel y podíamos decir también profeta, tuvo unas intervenciones importantes en la historia del nacimiento de la monarquía en el pueblo de Israel. Ante la petición del pueblo primero fue elegido Saúl, pero por su infidelidad y pecado es reprobado por el Señor y hoy hechos escuchado la elección y unción de David como rey.
La elección de David, el más pequeño de los hijos de Jesé va a tener repercusiones muy grandes en la historia de Israel, pues el Señor le promete un reino que durará para siempre, con resonancias de claro sentido mesiánico, porque siendo de la tribu y familia de Judá en él se van cumpliendo los anuncios proféticos que ya Jacob hiciera a favor de su hijo Judá. Ya conocemos, por otra parte, las palabras del ángel a María en Nazaret que le anuncia que ‘el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin’.
Ya hemos escuchado el relato del texto sagrado. Samuel no se ha de dejar engañar por las apariencias en la elección del que va a ser el ungido del Señor. ‘No mires su apariencia y su gran estatura, pues yo lo  he descartado, le dice el Señor cuando Samuel vio a Eliab y pensaba que era el elegido del Señor. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón’. Hermoso mensaje para que aprendamos nosotros a no dejarnos engañar por las apariencias en nuestros juicios sobre las personas. Cuántos prejuicios se nos forman cuando solo nos dejamos guiar por las apariencias; hemos de aprender a mirar más hondo para ver de verdad el corazón del hombre.
Finalmente será elegido el más pequeño, David, que estaba en el campo guardando los rebaños. Un pastor es elegido para ser pastor de su pueblo Israel lo que igualmente tiene sus resonancias mesiánicas en referencia a Jesús verdadero Pastor y guardián de nuestras vidas. Siendo el elegido Samuel lo unge con aceite, como un signo de su consagración. Dios lo ha elegido y lo ha consagrado para ser el pastor de su pueblo Isarael.
Aparece el signo de la unción que se irá repitiendo en la Biblia para ungir a los sacerdotes y a los reyes, y que se convertirá para nosotros en un signo sagrado y sacramental con el que ya somos ungidos en el Bautismo para ser con Cristo sacerdotes, profetas y reyes, pero que tendrá también su expresión en distintos sacramentos, como la Confirmación, ungidos por el Espíritu para ser testigos y apóstoles, o del Orden Sacerdotal para consagrar a aquellos ministros que en el  nombre del Señor presidirán a la comunidad y nos alcanzarán la gracia del Señor en su ministerio.
Otra unción tenemos en el Sacramento de los enfermos, pero no ya como consagración, no es el crisma el que se utiliza, sino como signo y señal de la presencia y fuerza del Señor junto al hombre que sufre la enfermedad para así sentirse fortalecido en el Señor.
‘Lo he ungido con óleo sagrado, para que mi mano esté siempre con él y mi brazo lo haga valeroso’. Que sintamos nosotros esta mano poderosa del Señor en nuestra vida con su gracia recordando que desde nuestro Bautismo somos con Cristo sacerdotes, profetas y reyes.

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