martes, 24 de enero de 2012


Queremos ser la familia de Jesús


2Samuel, 6, 12-15.17-19;
 Sal. 23;
 Mc. 3, 31-35
Queremos ser también nosotros la familia de Jesús. Es la petición y el deseo espontáneo que surge en nuestro interior al escuchar el evangelio de Jesús.
‘Llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron a llamar’. No es como el texto que escuchamos hace día en que algunos parientes vienen y quieren llevárselo porque decían que no estaba en sus cabales. En esta ocasión es distinto. Allí está María, la madre de Jesús, y algunos parientes. Creo que todos entendemos y tenemos claro que cuando en el evangelio se hace referencia a los hermanos de Jesús, en el lenguaje semita propio del Oriente, todo pariente era considera como si fuera un hermano.
Pocas son las referencias que en los evangelio se hacen de María y de la familia de Jesús, salvo lo referente a la infancia de Jesús y en algún otro momento puntual, como es este caso. Pero vemos ahora la reacción de Jesús. Nos pudiera parecer en principio un tanto cortante, como si Jesús no tuviera interés por la familia, pero pensemos que el evangelista no quiere hacernos una historia con todos los detalles de la vida de Jesús, sino que lo que nos va narrando siempre lo que quiere manifestarnos es ese mensaje de salvación que siempre en Jesús vamos a encontrar.
Cuando le anuncia la presencia de María y los demás parientes Jesús se pregunta: ‘¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?... estos son mi madre y mis hermanos: El que cumple la voluntad de Dios ese es mi hermano y mi hermana y mi madre’.
Podemos recordar aquel otro momento que tantas veces hemos comentado en que una mujer anónimo prorrumpe en alabanzas a María, la Madre de Jesús, la mujer que le llevó en su seno y le amamantó. Responde Jesús en el mismo sentido. ‘Dichosos más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica’.
Decíamos al principio de nuestra reflexión y comentario que nosotros queremos ser la familia de Jesús. Es cierto que Jesús nos ha dado por Madre a María y sentiremos siempre su cercanía y amor maternal. Y como buenos hijos de María siempre escucharemos su invitación a hacer lo que Jesús nos diga, como hizo con los sirvientes en las bodas de Caná de Galilea. ‘Haced lo que El os diga’.
Pero queremos ser la familia de Jesús porque en verdad nosotros plantemos la Palabra del Señor en nuestro corazón y vayamos reflejando con toda nuestra vida, con nuestra manera de actuar y de pensar, con nuestros actos y con nuestras actitudes, que en verdad buscamos siempre la voluntad del Señor y la queremos cumplir. Así seremos en verdad la familia de Jesús. Así en verdad estaremos comportándonos como verdaderos hijos de Dios que hacen siempre la voluntad del Padre.
Eso le pedimos cada día cuando rezamos el padrenuestro. Eso hemos de hacerlo con toda intensidad esforzándonos de verdad por descubrir en todo momento lo que es la voluntad del Señor. ‘Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo’. Y aprendemos de Jesús cuyo alimento era hacer siempre lo que era la voluntad del Padre.
A veces nos cuesta discernir en todo momento lo que es la voluntad de Dios. Andamos como distraídos en la vida o nos dejamos arrastrar por nuestras apetencias, nos sentimos confundidos con tantas cosas que nos atraen por aquí o por allá y no escuchamos lo que verdaderamente es importante. Tenemos que aprender abrir nuestro corazón a Dios; tenemos que aprender a hacer verdadera oración donde sepamos escuchar a Dios allá en lo hondo de nuestro corazón; hemos de poner mucho empeño en escuchar la Palabra de Dios que cada día se nos proclama o que tenemos oportunidad por nosotros mismos de leer en la Biblia. Así como descubramos lo que es la voluntad de Dios y comencemos a poner toda nuestra vida ante Dios para realizar siempre su  voluntad.
 Cuánto tenemos que aprender de María. Que queramos en verdad ser la familia de Jesús. 

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