sábado, 10 de diciembre de 2011

Surgió Elías, un profeta como un fuego


Eclesiástico 40, 1-4.9-11;

Sal. 79;

Mt. 17, 10-13

Las obras de Dios y la manifestación de la gloria del Señor aunque a veces nos pueden parecer arcanas y misteriosas, sobre todo pensado en la inmensidad de Dios que desborda todo lo que nuestra capacidad e inteligencia humana por sí misma pueda comprender, sin embargo se nos manifiestan ordinariamente en la sencillez de las cosas pequeñas y cercanas, porque Dios asimismo quiere acercarse y hacerse cercano al hombre para que entremos en la órbita de su amor.

Contemplamos en la Biblia esas obras maravillosas de Dios y hay ocasiones en que nos cuesta penetrar en su misterio, y pudiera sucedernos en ocasiones que sus mismas palabras manifestadas a través de la voz de los profetas nos cuesten entender. Pero al mismo tiempo, Dios que quiere revelársenos, nos da la luz de su Espíritu para que lleguemos a comprenderlas y todo eso que nos parece misterio de Dios lo podamos sentir hondamente en nosotros.

Hoy la Palabra de Dios ha hecho referencia al profeta Elías y podríamos decir su paralelismo con Juan el Bautista. ‘Profeta como un fuego’, que decía el autor sagrado. Elías fue el profeta de la fidelidad a Yahvé, a Dios, frente a la introducción de los falsos ídolos, los baales, que proliferaban en los pueblos cercanos a Israel. Quieren introducir el culto a los baales y ahí la voz ardiente del profeta que lucha por mantener la verdadera fe en Israel. No fueron tiempos fáciles pero está el ardor y el coraje del profeta que se ve envuelto al final de su vida en el misterio de Dios al ser arrebatado al cielo en medio de un carro de fuego.

Los profetas a lo largo de la historia del pueblo de Dios quieren mantener vivo ese ardor del profeta y anuncian, como lo hace Malaquías, la vuelta de profeta como restaurador de la verdadera fe en Israel. De ello nos habla la reflexión que se hace el sabio del Antiguo Testamento en el libro del Eclesiástico. ‘Está escrito que te reservan para el momento de aplacar la ira antes de que estalle, para reconciliar a los padres con los hijos, para restaurar las tribus de Israel’. Palabras un tanto enigmáticas y misteriosas que pudieran ser ocasión de dispares interpretaciones. Pero que nosotros en el espíritu del Evangelio hemos de saber interpretar con la sabiduría de Dios. En la misma Palabra de Dios vamos encontrando ayuda y respuesta para entender todo el misterio que Dios quiere revelarnos.

Por eso la pregunta que le hacen a Jesús en el evangelio que surge de lo que enseñaban los escribas que antes de la llegada del Mesías habría de aparecer de nuevo Elías, el profeta. Ya escuchamos la respuesta de Jesús: ‘Elías vendrá y lo renovará todo’. Pero Jesús añade, ‘pero os digo que Elías ha venido y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo’. Y termina diciéndonos el evangelista que ‘los discípulos entendieron que se refería a Juan el Bautista’.

Recordamos que cuando el ángel del Señor se le aparece en el templo a Zacarías para anunciarle el nacimiento de Juan dirá de él, que ‘irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes a la sensatez de los justos preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto’.

Vemos repetidas las palabras del Eclesiástico. Juan viene con el poder y el espíritu de Elías. Jesús nos dice que ‘Elías ya ha venido’. Es el ardor del Precursor del Mesías, también ‘profeta como un fuego’, como Elías, que allá en el desierto preparaba un pueblo bien dispuesto para el Señor. Recordamos en este sentido muchas de sus palabras allá junto al Jordán. Estamos contemplando repetidamente en estos días del adviento la figura del Bautista con todo ese mismo coraje y ardor hablando fuerte y duramente al pueblo para que preparen los corazones a la venida del Señor.

Es lo que ahora nosotros vamos escuchando también nuestro camino de Adviento. Camino también de fidelidad, de purificación, de renovación profunda de nuestra vida; caminos de amor y de esperanza que queremos ir recorriendo para prepararnos como pueblo bien dispuesto para el Señor.

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