jueves, 27 de octubre de 2011

Dios está con nosotros, nada podrá apartarnos del amor de Dios


Rom. 8, 31-39;

Sal. 108;

Lc. 13, 31-35

‘Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?’ Tenemos que meternos muy fuerte en la cabeza y en el corazón este mensaje. ¡Qué dichosos somos en nuestra fe! ¡Qué seguros y firmes hemos de sentirnos en nuestra vida!

Hay momentos en que nos parece que nos sentimos acosados por todas partes. Problemas, incomprensiones, desaires, tentaciones, ataques contra nuestra fe y nuestra manera de actuar, enfermedades y sufrimientos, cosas que no nos salen como nosotros quisiéramos… muchas cosas nos pueden aparecer en la vida y nos podrían hacer sentirnos inseguros.

Pero cuando nos sentimos amados por el Señor tenemos con nosotros la fuerza para superar todas esas dificultades, vencer en esas tentaciones, ser fuertes en la adversidad, caminar a pesar de todo con alegría en el corazón. Lo hemos reflexionado muchas veces, nosotros tenemos las mayores razones para vivir alegres y con esperanza, a pesar de todo lo que se nos pueda venir encima. No caben amarguras y desesperanzas en el corazón de un creyente.

Nos lo explica muy bien san Pablo en su carta. ‘El que no perdonó a su propio Hijo sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con El? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que nos justifica. ¿Quién nos condenará? ¿Será acaso Cristo que murió, más aún, resucitó y está a la derecvha de Dios y que intercede por nosotros?’

Con qué humildad y con qué esperanza podemos acudir al Señor; con qué amor y con qué gozo en el alma podemos vivir nuestra vida cristiana. Dios nos ama. Dios está de nuestra parte. Dios nos ofrece no la condena sino el perdón; es el que nos justifica.

He dicho con qué humildad, porque hemos de alejar de nuestro corazón todo síntoma de presunción y vanidad orgullosa porque pensemos que eso lo tenemos por nosotros mismos y como el Señor es tan bueno podemos hacer lo que queramos porque El siempre nos perdonará. No puede ser esa nuestra actitud, sino que con agradecimiento sincero a todo lo que es su amor poner de mi parte todo lo necesario para vivir ese perdón y ese amor y en consecuencia en fidelidad total al Señor. El amor que el Señor me tiene que ser para mi cada día más una exigencia grande de fidelidad y de amor por mi parte.

Sintiéndonos seguros en el Señor no tememos que nada pueda apartarnos de ese amor del Señor. ‘¿Quién podrá apartarme del amor de Cristo?’, se preguntaba el apóstol. ‘En todo esto vencemos por aquel que nos ha amado’, concluía san Pablo. Muchas cosas nos tientan continuamente para apartarnos de ese amor de Dios. Ya sean los momentos buenos y felices que pueden hacerme olvidar a Dios y su amor, ya sean los momentos malos y difíciles que nos llenan de dudas y de oscuridades y nos pueden cegar para no saber ver y sentir la presencia del Señor junto a nosotros.

Somos conscientes de cuántos, cuando llega el momento de la enfermedad, el dolor y el sufrimiento, cuando le aparecen los problemas en la vida, se tambalean fácilmente en su fe y llegan a abandonar la fe, a apartarse de Dios, de la religión, de la Iglesia. Comencemos por recordar lo primero que nos ha dicho hoy la Palabra de Dios a través de las palabras del apóstol. ‘Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? ¿Quién podrá apartarme del amor de Cristo?’ Por eso decía que estos pensamientos tenemos que grabarlos a fuego en nuestro corazón para no olvidarlos y así nos sintamos más firmes en nuestra fe en el Señor.

‘Estoy convencido, nos decía para concluir, que nada podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro’.

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