sábado, 13 de agosto de 2011

Lejos de nosotros abandonar al Señor, con alegría serviremos al Señor


Josué, 24, 14-29;

Sal. 15;

Mt. 19, 13-15

‘Elegid hoy a quien queréis servir… lejos de nosotros abandonar al Señor… serviremos al Señor. ¡Es nuestro Dios!’

Josué les había recordado toda la historia sagrada en que Dios se había volcado sobre su pueblo, como recordábamos ayer, y ahora a la entrada a la tierra que el Señor les había prometido les hace ese planteamiento. ‘Si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quien queréis servir…’ Los habitantes de Canaán tenían sus dioses, al establecerse allí podían escoger servir a esos dioses, acomodándose a las costumbres y leyes de aquellas tierras. Pero el pueblo que reconoce cuánto ha hecho el Señor por ellos en su larga historia, exclamará: ‘Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses. El Señor nuestro Dios es quien nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto… serviremos al Señor ¡Es nuestro Dios!’

Hacen su elección. Su heredad es el Señor, como hemos dicho en el salmo responsorial. ‘Tú eres, Señor, mi heredad… mi suerte está en tu mano… tengo siempre presente al Señor… me enseñarás el sendero de la vida…’ Qué hermoso que sepamos poner así toda nuestra confianza en el Señor para dejarnos guiar siempre por El. Es un gozo grande confiar en el Señor. Es nuestra alegría, la más grande, la que nos llena de mayor plenitud y felicidad.

Una hermosa lección para nosotros. También nosotros nos vemos tentados de seguir unos caminos que no son los caminos del Señor. Cuántas veces nos dejamos seducir por señuelos que nos engañan y confunden. Hay cosas a nuestro alrededor que nos atraen y desvían nuestro camino.

Tenemos que hacer nuestra elección también. Y hacerla con gozo y con entusiasmo. Es importante esa alegría y ese entusiasmo que nos da nuestra fe, nuestro seguimiento de Jesús. Aunque por lo que vemos en ocasiones en algunos cristianos parece como siguieran a Jesús con amargura. Me gustan los rostros serenos y alegres en los cristianos, que reflejen esa alegría de nuestro corazón por ser cristianos y tener fe.

‘Lejos de nosotros abandonar al Señor… abandonar sus caminos… Serviremos al Señor’, decimos nosotros también. Y nos dejamos enseñar por El, nos dejamos conducir por su Espíritu, porque El lo es todo para nosotros. Servir al Señor no tiene sentido de esclavitud ni mucho menos. Es amarle, es escucharle, es seguir sus caminos, es buscar en todo y siempre la gloria del Señor. ‘Tú eres, Señor, mi heredad… mi suerte está en tu mano’, le decimos también.

Y a El nos acercamos con humildad y sencillez. Como los niños que se confían. Es el texto del evangelio que hoy hemos escuchado. Las madres le llevan a Jesús a sus hijos pequeños para que los bendiga. Por allá están los discípulos muy celosos de que molesten al Señor; y ahora esos chiquillos que todo lo revuelven, como pensamos nosotros algunas veces. ‘Los discípulos los regañaban’, dice el evangelista. Pero Jesús está atento a todo. ‘Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los cielos’.

Por eso queremos hacernos niños en la sencillez y humildad para acercarnos nosotros a Jesús y participar de su Reino. Será algo que Jesús recordará en otras ocasiones también. Cuando andan los discípulos con sus orgullos y aspiraciones ambiciosas buscando grandezas o primeros puestos. Hacerse niño, hacerse pequeño, hacerse el último es lo que Jesús nos enseña una y otra vez. Así queremos acercarnos a Jesús para aprender de El, para dejarnos conducir, con ansias de conocerle y seguirle, para convertirlo de verdad en el centro de nuestra vida.

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