miércoles, 24 de agosto de 2011

Afianzar nuestra fe para vivirla sinceramente como san Bartolomé


Apoc, 21, 9-14;

Sal. 144;

Jn. 1, 45-51

En la oración litúrgica de esta fiesta hemos pedido que se afiance en nosotros aquella fe con la que San Bartolomé, tu apóstol, se entregó sinceramente a Cristo’.

La celebración de las fiestas de los santos eso pretenden, ayudarnos a fortalecernos en la fe. Contemplamos su vida, su santidad, su entrega, su amor y nos sentimos estimulados a vivir una vida así. Pero si contemplamos en los santos ese amor y esa entrega, esa vida de santidad es por una cosa, por su fe en Cristo al que ellos querían seguir con toda fidelidad y por la que estaban dispuestos a dar su vida. Así contemplamos una vida santa, pero podemos contemplar una generosidad tan grande como para ser capaces de sacrificar su vida en el martirio.

La vida de los santos, en nuestro caso hoy de los apóstoles porque san Bartolomé formó parte del grupo de los doce escogidos y llamados por Jesús de una manena especial para hacerlos apóstoles, y la vida de los mártires son para nosotros unos testigos. Testigos por nos dan testimonio, nos enseñan un camino; testigos porque su ejemplo por así decirlo nos pone el listón muy alto a la hora de enseñarnos el camino de perfección al que hemos de tender.

Como decimos en el prefacio ‘has cimentado a tu Iglesia sobre la roca de los apóstoles para que permanezca en el mundo como signo de tu santidad y señale a todos los hombres el camino que nos lleva hacia ti’. Un testigo, un signo y una señal que nos señala caminos, siempre el camino que nos lleva hasta Jesús.

San Bartolomé a quien hoy celebramos nos enseña a confesar nuestra fe. El Natanael del evangelio que la mayor parte de los comentaristas nos lo señalan como el mismo que Bartolomé, fue conducido hasta Jesús por otro de los primeros discípulos en seguir a Jesús. Felipe había sido invitado por Jesús a seguirle, pero vemos cómo inmediatamente se encuentra con nuestro Natanael y ya le está diciendo que se han encontrado aquel de quien hablan Moisés en la Ley y los profetas.

Pero Natanael no lo acepta todo así tan rápido por las buenas, porque tendrá que dejarse convencer por Felipe, porque de Nazaret no puede salir algo bueno. Es lo que se pregunta para manifestar su duda, pero podría ser también expresión la rivalidad entre las gentes de pueblos vecinos. Algunos nos lo sitúan como originario de Caná que era un pueblo que estaba bastante cercano de Nazaret. Y ya sabemos cómo se habla de los vecinos en esa rivalidad de pueblos cercanos.

Pero al encontrarse con Jesús y tener un breve diálogo con El, que le descubrirá algo que ha mantenido en el secreto de su corazón y nadie sabe – ‘cuando estabas debajo de la higuera yo te vi’ – pronto confesará firmemente su fe en Jesús. ‘Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel’. Reconoce muchas cosas de Jesús en tan breves palabras y en tan breve tiempo que conoce a Jesús.

Ya antes Jesús había hecho una alabanza de nuestro Bartolomé. ‘Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño’. Nos habla, pues, de la rectitud de su vida, de la sinceridad con que vivía su fe y en consecuencia todos los actos de su vida. Con esa misma sinceridad realizará su seguimiento de Jesús. Será misma sinceridad con la que vivirá su fe que le llevará al martirio.

Es lo que pedíamos en la oración litúrgica. Que haya esa sinceridad en nuestra vida, esa rectitud y esa fidelidad en el seguimiento de Jesús; aunque nos cueste, aunque tengamos que llegar al sacrificio y hasta el martirio. Es que nosotros también tenemos que ser testigos, pero unos testigos convincentes porque vivamos de una manera congruente.

Y el mundo necesita testigos, testigos de Jesús resucitado. Cuando estos días hemos estado contemplando a tantos jóvenes venidos de todo el mundo para la Jornada Mundial de la Juventud una cosa que nos admira es el testimonio valiente que dan estos jóvenes de su fe en medio de nuestro mundo. No es fácil en los ambientes en que se mueven nuestros jóvenes, en las influencias de todo tipo que reciben de la sociedad, de la misma universidad, y de los malos testimonios que reciben de los mayores. Una cosa que se decía era que estos jóvenes más que palabras necesitan testimonios, testigos a su lado de una fe que les estimule más y más a ellos.

Que la confesión de nuestra fe que hacemos en la fiesta de este apóstol nos despierte a todos y nos haga esos testigos que necesita nuestro mundo.

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