martes, 26 de julio de 2011

Un recuerdo agradecido a nuestros mayores



hace tres años en este dia
comencé este blogs
que he mantenido con fidelidad cada dia.
pero agradezco la fidelidad de cuantos lo leen
y lo difunden entre los amigos.
bendito sea el Señor
gracias a todos

Ecles. 44, 1.10.15; Sal. 133; Mt. 13, 16-17

En este día 26 de julio celebramos la fiesta de san Joaquín y Santa Ana, los padres de la Virgen María y, en consecuencia, los abuelos de Jesús. Es una fiesta litúrgica de larga y secular tradición aunque los nombres de los padres de la Virgen no tienen ningún fundamento histórico basado en los evangelios. Más bien aparecen en los llamados evangelios apócrifos – los no reconocidos por la Iglesia desde siempre como canónicos e inspirados – pero que en la tradición de la Iglesia, sobre todo en la Iglesia oriental la fiesta de estos dos santos tiene honda raigambre.

La liturgia de la Iglesia los recuerda y celebra en este día, en una sola fiesta después de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, y de alguna manera nos hacen recordar a cuantos mantenían viva la esperanza de Israel de la venida del Mesías y su pronto nacimiento. Por eso en el evangelio aparecen esas palabras de Jesús recordando a cuantos desearon ver el día del Mesías del Señor. ‘Muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, oír lo que oís y no lo oyeron’.

Nos pueden recordar a otros ancianos que aparecen en el evangelio, Simeón y Ana que llegan al templo en el momento de la presentación de Jesús en el templo y de los que se nos dice que aguardaban ‘el consuelo de Israel… y alababan a Dios y hablaban del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén’.

Esta fiesta de los abuelos de Jesús ha sido ocasión y motivo para que desde hace unos años en este DIA celebramos el día de los abuelos, de nuestros mayores. Un día bonito para ello, que bien merecen nuestros mayores ese recuerdo agradecido y lleno de amor de las generaciones jóvenes que los seguimos.

¡Cómo no recordarlos y rendirle el homenaje de nuestro amor sin cuánto somos en fin de cuentas de ellos lo hemos heredado! No podemos dejarnos arrastrar por el vendaval de una sociedad desagradecida y que no quiere recordar cuanto de bueno recibimos de nuestros mayores. Los más jóvenes nos creemos autosuficientes y orgullosos pensando que lo somos o a donde ha llegado nuestra sociedad es sólo fruto nuestro. Si nuestros padres y mayores con su entrega, amor y sacrificio no hubieran puesto los cimientos que pusieron con su trabajo, con la educación que nos dieron en la medida que supieron hacerlo el edificio que hoy habitamos de nuestra sociedad, o el edificio de nuestra vida no sería tan hermoso.

Pienso que una primera cosa que tendríamos que hacer es darle gracias a Dios por los padres que tuvimos, por los mayores que pusieron cimientos de lo que es hoy el edificio de nuestra vida. Gracias a Dios porque es mucho lo bueno que de ellos recibimos. Darle gracias a Dios por el cariño que nos dieron, los sacrificios con que vivieron su vida para poder darnos a nosotros lo que ahora somos o hemos alcanzado. Y gracias a Dios también por la fe que de ellos recibimos.

Darle gracias a Dios y aprender de ellos esa capacidad de sacrificio que quizá ahora muchas veces no tenemos porque todo nos puede parecer más fácil o porque vivimos en una sociedad de más facilidades y comodidades. Confieso que muchas veces pienso, al recordar cómo se vivía en mi niñez o en mi juventud con la escasez de medios que entonces había cómo nuestros padres hicieron para que no nos faltara la comida o no nos faltara lo necesario para nuestra educación. Son cosas que tenemos que valorar de nuestros mayores. Y darle gracias a Dios por ello.

Cuando damos gracias a Dios por todo eso y mucho más que podríamos recordar, estamos queriendo darle gracias a ellos, daros gracias a vosotros, nuestros mayores rindiéndoos homenaje de amor por cuanto hicisteis por nosotros.

Y queridos abuelos y abuelas, os invito a que también vosotros deis gracias a Dios, por vuestra vida, por vuestros trabajos y sacrificios, por todo ese amor que pusisteis para levantar ese edificio de nuestra sociedad, ese edificio de vuestras familias. Dadle gracias a Dios porque Dios estuvo a vuestro lado dándoos fuerza en tanto sacrificio, en tantos trabajos por los que tuvísteis que pasar en momentos quizá duros de vuestra vida.

Dadle gracias al Señor porque habéis llegado a este momento de vuestra vida, con vuestros muchos años, y a pesar de los achaques, debilidades, enfermedades que ahora padecéis. Siempre hay a vuestro lado alguien que os quiere, vuestros familiares o quienes os atienden y nos os veis abandonados. Quisierais hacer muchas cosas o pensáis que vosotros haríais las cosas de otra manera, pero no os atormentéis. Un día sembrasteis en el surco de la vida, ahora les toca a otros seguir con la sementera.

Vivid con intensidad vuestros días y seguir legándonos tantas lecciones que con vuestra vida sabia podéis seguir ofreciéndonos con vuestra paciencia, con vuestro cariño, también con vuestro consejo, o con tantas cosas buenas que podéis seguir haciéndonos. Porque os sintáis débiles no os sintáis inútiles porque ya vuestra vida es un testimonio y una lección valiosa para nosotros. Cada momento de la vida tiene su fortaleza o su debilidad, pero la riqueza de vuestra vida está por encima de esas fortalezas o debilidades.

Y además si sabéis ofrecer vuestras vidas al Señor podéis ser una riqueza de gracia grande para nosotros, para nuestro mundo, para la Iglesia. A los ojos de Dios vuestra vida es valiosa. Vuestros sacrificios, vuestras oraciones, lo que le ofrezcáis al Señor se puede convertir, se convierte en gracia para nosotros.

Gracias, queridos mayores, abuelos y abuelas todos. Que Dios os bendiga y dadnos también vuestra bendición.

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