lunes, 25 de julio de 2011

Hagamos como discípulos el camino de Santiago



Hechos, 4, 33ss;

Sal. 66;

2Cor. 4, 7-15;

Mt. 20, 20-28

‘Venid conmigo y os haré pescadores de hombres’. Es el primer momento en que nos aparece Santiago, el hijo del Zebedeo en el evangelio. Estaban repasando las redes Juan y Santiago en la barca cuando pasó Jesús e hizo la invitación. Y dejando a su padre con los jornaleros se marcharon con Jesús. Comenzaron a ser sus discípulos.

Celebramos hoy la fiesta de Santiago Apóstol. Para nosotros, españoles, una fiesta importante, porque la tradición nos habla de su predicación en nuestra tierras hispanas, y porque en Compostela tenemos su sepulcro de veneración secular, y punto de encuentro durante los siglos para los peregrinos de toda Europa que acudían a su tumba.

Comenzaron a ser discípulos, decíamos. Comenzaron a seguir a Jesús. Discípulo es el que sigue a un maestro. Discípulos de Jesús porque seguimos a Jesús, nos ponemos en camino tras El. Seguir a Jesús para ser sus discípulos nos está hablando de eso, precisamente, de ponernos en camino. No es sólo un camino físico, sino que es algo más hondo, más vital, podíamos decir.

Estaban con Jesús, escuchaban a Jesús, veían la vida de Jesús, amaban a Jesús y a El no sólo querían seguirle sino también imitar su vida, parecerse a El. Es lo que hacen los discípulos con el maestro. Así ellos con Jesús. Y en el evangelio vemos como a ellos en particular les enseña, les exhorta, les corrige, les anima a dar pasos.

El texto que hoy escuchamos en el evangelio del día es una buena muestra de lo que estamos diciendo. Allí están ellos con su vida, con lo que pueden ser también sus ilusiones humanas, con sus deseos, pero allí está Jesús para iluminar, para corregir y enderezar. Quieren primeros puestos, ellos o la madre porque las madres siempre quieren para sus hijos grandes cosas, pero Jesús les hace comprender por donde van los primeros puestos en su reino.

Hablan de seguir a Jesús, porque para eso se han puesto en camino, se han hecho sus discípulos, y Jesús les pregunta si están dispuestos a seguirle también en la cruz, en la pasión, en el cáliz que El ha de beber. ‘No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?’ En Santiago y Juan hay disponibilidad y generosidad, como siempre la hubo, porque un día lo habían dejado todo para seguir a Jesús. ‘Podemos’, responden.

Y el cáliz sí lo han de beber, pero los primeros puestos van por otro lado. Precisamente hoy estamos celebrando su martirio, que lo hemos escuchado también en los Hechos de los Apóstoles. Quiso ser ocupar los primeros puestos, y sería el primero de los apóstoles en dar la vida por el nombre de Jesús. Cuando los otros discípulos se ponen muy reticentes con sus celos y en cierto modo envidias Jesús hablará del servicio, del hacerse el último, de ser servidores de todos que es nuestra verdadera grandeza, que son los primeros puestos que siempre han de ocupar los que son verdaderos discípulos que siguen a Jesús.

Es el camino que los discípulos van haciendo con sus dificultades, es cierto, pero con la luz del Señor que les acompaña. Y es nuestro camino, el camino de los discípulos, el camino de los que queremos seguir a Jesús. Por ahí tiene que ir el mensaje que recibimos en esta fiesta del apóstol Santiago.

Tenemos que hacer el camino de Santiago. Quizá quien me escuche piense que ahora tenemos que ir a hacer aquellos caminos que desde toda Europa atravesando la península ibérica llevaban a la tumba del apóstol. No me refiero precisamente a ese camino geográfico aunque para los que lo hacen desde el auténtico sentido de peregrinos es una gran experiencia espiritual que transforma los corazones. Los que lo hacían iban desde un sentido penitencial buscando el perdón de sus pecados, o desde ese sentido espiritual de búsqueda allá en lo más hondo de sí mismos de su ser o del sentido de su vida para encontrarlo en Dios. No era una simple aventura, como algunas veces se nos quiera hacer creer en libros y publicidades, aunque hubiera algunos que lo hicieran desde ese sentido y lo hagan hoy también lejos de toda experiencia espiritual. El verdadero peregrino buscaba algo más hondo.

Pues bien, en ese sentido digo que hagamos el camino de Santiago queriendo hacer ese recorrido espiritual de búsqueda de un verdadero seguimiento de Jesús, de hacernos verdaderamente sus discípulos. Nos ponemos también con nuestra vida ante el Señor y nos dejamos guiar para seguirle. Como lo hicieron los discípulos de Jesús, como lo hizo Santiago. La fuerza de su Espíritu nos irá iluminando, nos irá haciendo comprender el sentido más hondo de todo, nos irá haciendo sentir allá en lo hondo de nuestro corazón esa voz de Dios que nos habla, nos corrige, nos endereza el camino, nos ilumina, nos va llenando poco a poco de Dios.

¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? nos pregunta también a nosotros. Que haya esa disponibilidad para seguirle, para arrancarnos también de nuestras redes y barcas que nos atan a muchas cosas, para amar y servir con su mismo amor y con su mismo estilo de servicio. Que seamos verdaderos discípulos de Jesús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario