lunes, 30 de mayo de 2011

‘Os he hablado de esto para que no se tambalee vuestra fe…’


Hechos, 16, 11-15;

Sal. 149;

Jn. 15, 26-16, 4

‘Os he hablado de esto, para que no se tambalee vuestra fe… para que cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho’. Jesús quiere que nos mantengamos firmes en nuestra fe en El. Como dirá más tarde san Pablo ‘nada podrá apartarnos del amor de Dios’. Nada tendría que hacernos temblar. Nada tendría que apartarnos de ese amor de Dios. Por eso nos promete el Espíritu Santo.

Muchas veces nos llenamos de dudas y temores; en ocasiones dar el testimonio de nuestra nos puede ser costoso; los peligros y las tentaciones nos zarandean con mucha frecuencia. Recordamos aquella ocasión en que iban atravesando el lago y se abatió sobre ellos una fuerte tormenta. Allí estaba Jesús, pero los discípulos estaban llenos de miedo. La barca era zarandeada por las olas y parecía hundirse. Gritaron al Señor que los salvara.

Nos sucede muchas veces en nuestras dudas o en las tentaciones. Nos cuesta creer algunas veces porque parece como si todo se nos volviera oscuro. Llegar a comprender todo el misterio de Dios por nosotros mismos se nos hace cuesta arriba en ocasiones. O los que están a nuestro lado nos ponen sus dudas y nos contagian de oscuridad. Por otra parte, los problemas, las enfermedades, la debilidad y flaqueza con que actuamos muchas veces nos hacen temer, poner en duda muchas cosas que parecía que en otro momento las teníamos muy claras. Cuántas preguntas nos hacemos cuando se nos mete el dolor y el sufrimiento en nuestra vida. De cuánto pesimismo nos llenamos.

Sentimos en otros momentos soledad, porque no somos comprendidos o porque nos parece no recibir toda la ayuda que necesitamos y precisamente de aquellos que pensamos que más tendrían que dárnosla. Otras veces serán quizá nuestros orgullos o nuestro propio egoísmo que nos encierra. No siempre nos sucede así, pero es una tentación en la que podemos caer. También muchas veces nos mantenemos firmes en nuestra fe y a pesar de las oscuridades luchamos por alcanzar la luz, tratamos de encontrar el camino en esa misma fe para encontrar la luz.

Hoy nos dice Jesús, lo venimos escuchando repetidamente muchas veces en estos días, que no quiere que se tambalee nuestra fe. Por eso nos promete el Espíritu Santo que nos enviará desde el Padre. ‘Cuando venga el Paráclito, el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo’.

Recordáis lo que decíamos que significaba el Paráclito, algo así como el que acompaña, asiste, ayuda, sostiene, aboga, procura, aconseja, intercede, el que anima e ilumina todo el proceso interno de nuestra fe. Nos enseñará, estará con nosotros, será nuestra fuerza y nuestra luz, el que nos anime y nos ayude a caminar. Es quien moverá nuestro corazón a lo bueno inspirándonos siempre la buena acción. Es quien nos ayudará a comprender todo ese misterio de Dios que se nos va manifestando en todo lo que es nuestra vida en todas sus dificultades y que algunas veces nos cuesta tanto entender.

Pero nos dice también ‘y vosotros también daréis testimonio de mí, porque desde el principio estáis conmigo…’ ¡Cómo no iba a servirles de fortaleza todo aquello que habían vivido con Jesús a lo largo de todo el tiempo que estuvieron con El y El tan maravillosamente les enseñaba! Nosotros también tenemos un bagaje espiritual en todo lo que hemos vivido desde la fe; cuántas experiencias de fe hemos tenido a lo largo de la vida; no las podemos olvidar; tenemos que apoyarnos también en todo eso que hemos vivido desde la fe, para fortalecer nuestra fe, para dar ese testimonio que tenemos que dar, para iluminar esas situaciones nuevas que se nos puedan ir presentando.

‘Os he hablado de esto para que no se tambalee vuestra fe…’

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