sábado, 3 de abril de 2010

Esta es la noche santa en que Cristo asciendo victorioso del abismo


Esta es la noche santa en que Cristo asciendo victorioso del abismo

‘Exulten por fin los coros de los ángeles y las jerarquías del cielo… goce también la tierra inundada de tanta claridad… alégrese también nuestra madre la iglesia revestida de luz tan brillante…’ ha resucitado el Señor; ‘que las trompetas anuncien la salvación… resuene este templo con las aclamaciones del pueblo’ porque ha resucitado el Señor.
Así lo proclamábamos ardientemente en el pregón pascual que nos anunciaba la resurrección del Señor cuando comenzábamos esta vigilia. Así lo hemos ido repitiendo, cantando una y otra vez en toda la celebración gozosa de esta noche. ¡Es verdad! ¡Ha resucitado el Señor!
Noche grande y maravillosa, así fuimos recordando todas las maravillas del Señor en la historia de la salvación en el mismo pregón y en toda la liturgia de la Palabra en la que hemos hecho un recorrido hasta llegar al momento culminante de la resurrección del Señor. Noche en que se disipan las oscuridades y desaparecen las esclavitudes. ‘Esta es la noche santa en que rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo… noche clara como el día… noche que nos llena de alegría… noche de gracia y salvación’.
Aquí en medio de nosotros brilla la luz de Cristo resucitado. Hemos tomado de su luz. Queremos seguir iluminándonos siempre de luz. No queremos que nunca más se apague esa luz de Cristo en nuestro corazón. Que no nos falte el aceite que nos mantenga siempre encendida esa lámpara, esa luz en nuestro corazón. Que con su luz iluminemos el mundo, transformemos nuestro mundo, le llevemos esperanza y renazca la fe en todos los corazones.
No podemos seguir rebuscando entre las sombras y las tinieblas. No tenemos que volver a los sepulcros de la corrupción y de la maldad porque Cristo nos ha liberado ya de todo eso. Con su muerte bajó a las profundidades del abismo pero para arrancarnos ya para siempre de esa muerte y hacer que tengamos vida para siempre.
‘¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado’. Fue el anuncio de los ángeles a las mujeres que todavía desesperanzas y llenas de dolor volvieron al sepulcro la mañana de aquel primer día. Llevaban perfumes para embalsamar debidamente el cuerpo muerto de Jesús, pero de la tumba salía el perfume más intenso de la vida. Cristo había resucitado y no quiere ya que volvamos a la muerte. Ha resucitado para levantarnos a nosotros a la vida. Impregnémonos nosotros de ese olor de vida, de ese olor de Cristo y con él perfumemos nuestro mundo, que tanto lo necesita.
Llevemos ese perfume, ese anuncio a los hermanos, y no temamos que haya muchos que no nos quieran creer y nos digan que eso de la resurrección es cosa de ilusos. Les sucedió también a aquellas buenas mujeres que habían ido al sepulcro. ‘María Magdalena, Juana y María, la de Santiago, sus compañeras contaban esto a los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no lo creyeron’. Pedro querrá comprobarlo por sí mismo e irá también al sepulcro para encontrar lo mismo que habían visto las mujeres. ‘Y se volvió admirándose de lo sucedido’. Más tarde vendrán las apariciones, los encuentros con Jesús resucitado. Se afianzará firmemente la fe en Jesús y ya será un anuncio que no dejarán de hacer.
San Pablo nos decía: ‘Así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva’. Es el fruto de la resurrección de Jesús en nuestra vida. Quienes creemos en Jesús, quienes proclamamos a Jesús resucitado de entre los muertos como hoy con tanto ardor y alegría queremos proclamarlo, ya nuestra vida no puede ser igual. Tenemos que sentirnos transformados por la resurrección del Señor. ‘Nuestra vieja condición de pecadores ha quedado crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud del pecado… hemos muerto con Cristo, creemos que viviremos con El… tenemos que considerarnos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús’.
Es nuestra alegría, nuestra esperanza; es la motivación grande de nuestra vida. Es lo que nos hace sentirnos alegres de manera especial en esta noche de Pascua, en esta noche de la resurrección del Señor. Para eso nos hemos venido preparando con intensidad a través de toda la Cuaresma y hemos vivido con un fervor especial esta Semana de la pasión y muerte del Señor. Nos sentimos resucitados con Cristo, ‘muertos al pecado, vivos para Dios’. Y todo eso porque Cristo murió por nosotros y resucitó. Y hoy estamos viviendo este momento victorioso de Cristo. Por eso decíamos al principio con el pregón pascual que las trompetas anuncien la salvación, que la Iglesia toda se regocije y resuenen fuerte las aclamaciones y los cantos de todos.
Y ¿cómo hemos podido llegar a esto? Somos esos hombres nuevos gracias al Bautismo. El Bautismo nos unió a Cristo, nos incorporó a la vida de Cristo. ‘Los que por el Bautismo nos incorporamos a Cristo, nos decía san Pablo, fuimos incorporados a su muerte. Por el Bautismo fuimos sepultado con El en la muerte…’ para que por la resurrección de Cristo, resucitemos nosotros, renazcamos nosotros a una nueva vida, ‘andemos en una vida nueva’.
Por eso hoy vamos a tener muy presente nuestro bautismo en la celebración. En nuestras parroquias se consagra el agua bautismal y en muchos lugares tiene lugar el bautismo de los niños que sus padres quieren hacer hijos de Dios uniéndolos a Cristo por el Bautismo, pero también el bautismo de muchos adultos que no estando bautizados se han encontrado con Cristo y han hecho opción en su vida por El. Nosotros bendeciremos también el agua para recordar nuestro bautismo y haremos la renovación de las promesas bautismales como una expresión de nuestra fe y nuestra voluntad de querer vivir la vida de Cristo, de querer vivir esa libertad que Cristo nos ha ganado cuando nos ha arrancado de la esclavitud del pecado y de la muerte con su muerte y resurrección.
‘Que este cirio arda sin apagarse para destruir la oscuridad de la noche…’ Que no se apague nunca esa luz de Cristo resucitado en nosotros. Que se disipen para siempre en nuestra vida las tinieblas del pecado. Que con esa luz de Cristo resucitado iluminemos nuestro mundo. No temamos decir a todo el que nos encontremos.¡Cristo ha resucitado! ¡El Señor vive y te ama para que tengas vida!
¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!

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