jueves, 18 de febrero de 2010

El que ama de verdad no teme perder su vida

Deut. 30. 15-20
Sal. 1
Lc. 9, 22-25


‘El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día’. En la alborada de la Cuaresma bien nos viene recordar este anuncio de Jesús, de su Pascua, de su entrega, de su muerte y resurrección. Nos está recordando la meta del camino que estamos iniciando en esta cuaresma. Nos está trazando también un camino, que no es otro que seguir los pasos de Jesús.
Toda la razón de ser de Jesús es amar, su misión es amar y dar la vida a los hombres. Pero el pecado de los hombres unirá esta misión a la muerte. No busca Jesús la muerte por sí misma. Lo que quiere es amarnos y darnos vida. Su muerte es el paso para la vida. Porque Jesús no temió entregar su vida hasta la muerte, pero para que nosotros tuviéramos vida.
Es lo que nos enseña. A amar hasta el final, hasta el extremo de ser capaces de dar la vida. El que ama de verdad se consume en el amor. El que ama de verdad no piensa en si mismo sino en aquel a quien ama.. Porque ama no teme perder la vida, no se la reserva para sí, la da. Es lo que hizo Jesús y lo que hoy nos dice. ‘El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierde su vida por mi causa, la salvará’.
Se olvida de sí mismo. ‘El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo’. La cruz no como suplicio ni como señal de muerte, sino como manifestación de amor y de entrega como lo fue para Jesús. aunque nos pueda parecer un peso, tendríamos que decir que es una dicha. Amar no es nunca un peso, sino una felicidad. Porque amas quieres hacer feliz a los demás y en el fondo serás más feliz tú.
Hay quien puede pensar que reservándose para sí mismo será más feliz. Hay quien quiere ponerle medidas al amor, pero el amor verdadero no puede tener límites ni fronteras. Un amor auténtico no puede estar haciendo distinciones, a éste sí amo y al otro, no; amo hasta aquí y de ahí para delante no me pidan más. Los amores raquíticos se enferman y mueren pronto. Nos puede pasar muchas veces porque algunas veces nos puede el individualismo, el egoísmo, lastres que se nos meten en el corazón. Es en lo que tenemos que aprender de Jesús.
¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?’, nos decía Jesús hoy. Cuando amas de verdad nunca te perderás ni te perjudicarás. Aunque nos cueste algunas veces entenderlo. Tenemos que pedir la fuerza del Espíritu que nos ayude a asimilarlo y entenderlo.
Nos decía el libro del Deuteronomio: ‘hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal… si amas al Señor tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos y mandatos… vivirás y crecerás… elige la vida, y vivirás tú y tu descendencia amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, pegándote a El…
Escojamos el camino de la vida, el camino del amor y tendremos vida. Escuchemos la voz del Señor, vivamos íntimamente unidos a El en el amor. Es lo que vamos a ir aprendiendo a hacer en este camino cuaresmal. Escucharemos al Señor, plantaremos día a día su palabra en nuestro corazón que nos haga ir examinando nuestro amor para hacerlo cada día más puro y más intenso, para hacerlo según su medida que es no tener medida. Iremos así arrancando la muerte de nosotros. Nos sentiremos transformados por el Señor. Llegaremos a vivir con intensidad su Pascua.

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