lunes, 7 de diciembre de 2009

Mirad a nuestro Dios que viene y os salvará

Is. 35, 1-10
Sal. 84
Lc. 5, 17-26


‘Mirad a nuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará…’ Todo es alegría y fiesta con la presencia del Señor que nos salva. Los desiertos se vuelven vergeles llenos de belleza, no habrá animales salvajes que sean un peligros, son atravesados por calzadas ‘que llamarán Vía Sacra’, por ella caminarán ‘los redimidos y por ella volverán los rescatados del Señor’ porque ya nadie se podrá sentir discapacitado porque todos van a encontrar la salud y la salvación.
Estas palabras, dichas en primer término para el pueblo que vivía el destierro y se veía liberado de su cautividad para volver de nuevo a su tierra, y ya nada sería dificultad para llegar de nuevo a ella, son también anuncio profético del tiempo mesiánico de la salvación. Este es el sentido fundamental con que nosotros las proclamamos y escuchamos en nuestra celebración de Adviento. ‘Viene nuestro Dios y nos salvará’, como repetimos en el salmo responsorial, porque ‘la salvación está ya cerca de sus fieles y la gloria habitará en nuestra tierra’.
Todo eso lo vemos cumplido en Jesús, que no sólo viene curando a los enfermos, los ciegos, los sordos, los cojos, los sordomudos sino que para todos nos ofrece la salvación más grande que es el perdón de nuestros pecados. ‘Viene el Señor que os resarcirá y os salvará, se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como ciervo el cojo, la lengua del mundo cantará’, había anunciado el profeta. Ahora lo vemos realizado en Jesús.
El evangelio nos ofrece hoy la curación del paralítico que llevaron hasta Jesús y lo introdujeron ‘por la azotea, separando las losetas, y lo descolgaron a los pies de Jesús… porque no encontraban sitio para introducirlo en la casa, a causa del gentío’. Pero Jesús no sólo lo curará de su invalidez, sino que le ofrecerá la salvación total. ‘El, viendo la fe que tenían, dijo: Hombre, tus pecados están perdonados’.
Es la salvación que Jesús nos da. Para eso ha derramado su sangre en la cruz ‘para el perdón de los pecados’. Aunque no todos lo entienden, ni todos aceptan y reciben esa salvación que Jesús nos ofrece. Hoy vemos en el evangelio quienes critican a Jesús porque se atreve a perdonar los pecados. ‘¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?’ Ya hemos visto la respuesta de Jesús. Y también la reacción final de los que creyeron. ‘Todos quedaron asombrados y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor: Hoy hemos visto cosas admirables’.
Tenemos que sabernos admirar nosotros también de las maravillas que Dios hace en nosotros. Tenemos que sentir igualmente en nuestro corazón la alegría por la salvación que Cristo nos ofrece. Tenemos que aceptar las palabras, los hechos de Jesús, su salvación tal como El nos la ofrece. Porque también sigue habiendo quien no es capaz de comprender y aceptar esa salvación que Jesús nos ofrece con el perdón de los pecados en el Sacramento de la Penitencia.
¡Cuántos niegan de una forma o de otra este sacramento¡ ¿Cuántos son los que no le dan su importancia y su valor! ¡Cuántos se lo toman con poca seriedad y casi como un juego! Es algo serio y que hemos de saber vivir conscientemente y con toda su profundidad.
Que nos acerquemos a Jesús en el Sacramento de la Penitencia y salgamos de él con la misma alegría y con el mismo asombro que aquellas gentes sentían ante las maravillas que el Señor hacía en su presencia. Sí, con alegría hemos de saber vivir este sacramento donde vamos a recibir regalo tan hermoso como es el perdón de nuestros pecados. Con seriedad siendo conscientes de lo grande que el Señor quiere realizar en nosotros y entonces con el propósito serio de que a partir del sacramento queremos cambiar seriamente nuestra vida. Porque una forma de negarlo o de no tomárselo en serio sería que ahora nos confesamos y cinco minutos después seguimos con los mismos pecados, con las mismas actitudes negativas, con las mismas críticas, por ejemplo, y con el mismo desamor.
¡Qué bueno es el Señor que tales maravillas realiza en nuestra vida! Tomémoslo en serio en este tiempo de adviento, de preparar los caminos del Señor.

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