sábado, 21 de noviembre de 2009

María fue siempre toda para Dios

PRESENTACION DE MARIA EN EL TEMPLO
Zac. 2, 14-17
Sal. Lc. 1, 46-55
Mt. 12, 46-50


Muy cercana a la actual explanada donde un día estuviera el templo de Jerusalén hay una basílica del s. VI dedicada a la Virgen, la Basílica de Santa María la Nueva, que recuerda un hecho, no contado en la Biblia pero que se nos narra en ciertos escritos antiguos y que es lo que hoy celebramos, la Presentación de la Santísima Virgen María.
Viene a significar algo así como la consagración de María al Señor a imagen de la presentación de Jesús en el templo que nos sí nos narra el evangelio para cumplimiento de la ley mosaica. María fue siempre toda para Dios. Por algo el ángel de la Anunciación la llama la ‘llena de gracia’, la proclama la inundada por la presencia de Dios cuando le dice ‘el Señor está contigo’.
‘¡Alégrate, hija de Sión! Que yo vengo a habitar en ti…’
escuchábamos al profeta. Es lo que vivió María. Es lo que le está señalando el ángel cuando le dice ‘el Señor está contigo’. Pero María se llena de Dios porque se vació de sí misma. Su voluntad no era otra sino hacer la voluntad del Señor. Se deja inundar por Dios. ¡Cómo tendremos que aprender!
Es su disponibilidad total para ponerse en las manos de Dios, para lo que Dios quisiera de ella. Es lo que le hacía llamarse a sí misma ‘la esclava del Señor’. Dispuesta siempre al Sí a Dios a ella la podemos ver como modelo y ejemplo para todos los que creemos en Jesús y queremos seguirle. ¡Qué mejor ejemplo podemos tener que el de María!
Ella es la mujer de la fe grande que supo escuchar a Dios en lo más profundo de su ser y plantar la Palabra de Dios en su vida para cumplirla, para llevarla a la práctica, para hacer que diera fruto para sí y para los demás. ‘Estos son mi madre y mis hermanos: el que cumple la voluntad del Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre…’ No es un rechazo de María sino todo lo contrario porque ella fue la que mejor escuchó la Palabra, la voluntad de Dios y la plantó en su corazón. Es, pues, lo que tenemos que aprender de María. Y a María le pediremos que nos alcance de Dios el don de la fe, de la escucha atenta a la Palabra y la fortaleza para llevarla a la práctica.
Pero a María la podemos ver como modelo y ejemplo de los que de una manera especial, por una vocación muy específica se consagran a Dios en la vida religiosa o en el sacerdocio. Es una llamada del Señor a la que se responde con la prontitud, la generosidad y la disponibilidad que vemos en María. Los que viven una consagración radical a Dios en la vida religiosa siguiendo los consejos evangélicos viven como algo especial la celebración de este día de la presentación de María al Señor, porque de María quieren aprender, a María quieren imitar y de María – con la mediación de María - quieren alcanzar la gracia del Señor para la radicalidad de su respuesta a Jesús en su especial vocación y con sus propios y específicos carismas.
Como María también nos ponemos ante Dios para decirle Sí. Un Sí que pudiera parecer doloroso porque al arrancar muchas cosas de nosotros se producen desgarros en el corazón, pero es un Sí siempre gozoso porque tiene que nacer de la generosidad del amor y porque será un Sí que nos llene de Dios.

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