lunes, 5 de octubre de 2009

Acción de gracias, reconciliación y súplica confiada

Dt. 8, 7-18
Sal. 1Cro.29. 10-12
2Cor. 5, 17-21
Mt. 7, 7-11


La Ordenación General del Misal Romano para explicarnos el sentido de esta Feria Mayor que celebramos en este día 5 de octubre nos dice: ‘Día de acción de gracias y de petición que la comunidad cristiana ofrece a Dios, terminadas las vacaciones y la recolección de las cosechas, al reemprender la actividad habitual. Son una ocasión que presenta la Iglesia para rogar a Dios por las necesidades de los hombres, principalmente por los frutos de la tierra y por los trabajos de los hombres, dando gracias a Dios públicamente’ (OGMR 45).
Sobre todo en nuestro hemisferio norte es la época del recomienzo de todas las actividades en todos los ámbitos; en el campo se recogen las últimas cosechas (las vendimias (por ejemplo) y se comienza a preparar la tierra para nuevos trabajos, lo mismo en el ámbito de la enseñanza y la educación se han comenzado los nuevos cursos; atrás ha quedado el verano con sus vacaciones y todo comienza de nuevo.
Como cristianos no estamos ajenos a toda esta actividad humana. Es más, tenemos que iluminarlo con el sentido de la fe y como creyentes hemos de saber descubrir la presencia y la acción de Dios en toda la actividad humana. Por eso esta llamada de atención y celebración que nos ofrece la liturgia. Dios no es ajeno a nuestra vida; es más nosotros no podemos construir nuestra vida ajenos a Dios. Es un momento de reconocimiento de ese actuar de Dios. Las tres lecturas de la Palabra de Dios que nos ofrece la liturgia a ello nos ayudan.
Así el libro del Deuteronomio, uno de los cinco libros del Pentateuco o de la Torá (la Ley). Son como unos discursos o recomendaciones de Moisés de cara al momento en que se establezcan en la tierra prometida. Han vivido en la vida dura de la esclavitud en Egipto, la dureza igualmente de atravesar desiertos viviendo cómo nómadas de un lugar para otro sin ningún lugar donde establecerse y con carencias de todo tipo. Ahora se van a establecer en la tierra que el Señor les ha prometido. Podrán tener casas y habitar en ciudades; verán producir la tierra en abundancia como fruto de sus trabajos; su vida será distinta y mejor.
Es aquí donde está la llamada de atención de Moisés. ‘¡Cuidado! No os olvidéis del Señor vuestro Dios… que os sacó de Egipto y os hizo atravesar el desierto…’ Es cierto que está la obligación de hacer producir la tierra y es bueno y reconfortante ver el fruto de los trabajos. No podemos olvidar el mandado del Señor desde la creación de dominar la tierra y hacerla producir. No podemos olvidar lo que nos dice Jesús en el evangelio de los talentos que se nos han dado y que tenemos que hacerlos fructificar. Está el esfuerzo, la inteligencia del hombre, pero no podemos llenarnos de orgullo pensado todo es fruto de la acción del hombre como si fuera un ser absoluto. ‘No os olvidéis del Señor, vuestro Dios…’ Tenemos que confesar como decimos en el salmo: ‘Tú eres Señor del universo’.
Lo que le dice Moisés al pueblo nos viene bien a nosotros recordarlo. Alguien me comentaba hace unos días en referencia a cierto político que hacía mil promesas de que el año que viene las cosas iban a ser mejor y no sé cuantas promesas. Pero me decía esta persona, pero no dice ‘si Dios quiere’. Yo le decía si no es creyente es normal que no diga esa frase porque no cree en la acción de Dios en su vida y en la historia del hombre. Lo malo es cuando nosotros que nos confesamos creyentes ni lo digamos ni lo tengamos como actitud en nuestra vida. Por encima de todo ha de estar el querer del Señor y nosotros tenemos que reconocerlo. Porque algunas veces vivimos como si no fuéramos creyentes.
Otro es el aspecto del sentido de la celebración de este día. Y es que en el camino de la vida es fácil que nos pies se llenen del polvo del camino. Fácilmente manchamos nuestro corazón en el camino de la vida con nuestros orgullos o nuestros olvidos de Dios, con lo difícil que hacemos la convivencia con los demás a causa de nuestros egoísmos y envidias, en una palabra con nuestro pecado. Por eso es hoy también día de reconciliación con Dios. Como nos dice san Pablo ‘dejáos reconciliar con Dios’. Invoquemos la misericordia del Señor que nos limpie y que nos purifique.
Finalmente el tercer aspecto de la feria. Es reconocer que sin Dios nada somos ni podemos hacer; que hemos de estar como los sarmientos unidos a la vid para que puedan tener vida y dar fruto; que en el nombre del Señor hemos de echar la red de nuestros trabajos y nuestras acciones. Por eso hemos de orar y orar con insistencia a Dios. Jesús nos habla en el evangelio de pedir, buscar, llamar, que se nos dará, se nos abrirá y encontraremos.
Por eso elevamos nuestra oración pidiendo la ayuda del Señor para nosotros y nuestros trabajos y acciones, pero con un corazón muy abierto hacemos también una oración amplia en la que queremos que quepan todos, los de cerca y los de lejos, los que nos aman y los que no nos caen bien, los que son felices y los que sufren, los que tienen fe y los que no la tienen; todos han de caber en nuestra oración.

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