domingo, 21 de junio de 2009

¿Una travesía con muchas tempestades?

Job, 38, 1.8-13;

Sal. 106;

2Cor. 5, 14-17;

Mc. 4, 35-40


‘Vamos a la otra orilla…’ les dijo Jesús a los discípulos. Y mientras atravesaban el lago en la barca ‘se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua’. Los discípulos estaban asustados mientras Jesús ‘estaba a popa, dormido sobre un almohadón’.
Todavía hay personas que se sienten con miedo e inseguridad cuando tienen que subir a un avión o a un barco para hacer un viaje de larga distancia. No digamos nada si antes de hacer el viaje han oído hablar de catástrofes o accidentes de algún tipo, pues entonces la intranquilidad o inseguridad es peor.
Pero no nos hagamos los valientes frente a esas personas que también nosotros a veces cuando tenemos que enfrentarnos a un mundo cambiante o que ha cambiado tanto en las costumbres que a nosotros nos parece que no tienen que cambiar, también nos sentimos llenos de miedos e inseguridades de manera que nos parece que no hacemos pie en nuestro caminar por la vida.
Costumbres que cambian, gentes que piensan de otra manera y tratan de imponer sus ideas, leyes que nos parecen adversas a nuestros principios, secularización de nuestra sociedad donde lo religioso o los valores cristianos se quieren posponer o relegar a un segundo o último lugar… nos hacen sentirnos mal y nos parece que el barco de nuestra vida se va a hundir.
¿Dónde está Dios? pueden gritarnos algunos, o puede ser la duda que surja en nuestro interior. ¿A dónde vamos a llegar?, nos preguntamos. ¿Qué estamos haciendo de nuestra sociedad? Y nos llenamos de pesimismo para verlo todo negro y nos entran los miedos y las inseguridades. ¿A qué otra orilla estamos caminando?
Es algo parecido a aquella travesía en barca para ir a la otra orilla y en la que los sorprendió la tempestad de la que nos habla el evangelio. Es una imagen de lo que nos sucede. ¿Qué hacer?¿Nos sentiremos igualmente solos y abandonados? ¿Acaso nos echará en cara Jesús nuestra falta de fe? Una cosa sí podemos decir, la barca salió adelante y luego vino la calma. ¿Podría darnos esperanza? La Palabra del Señor siempre tiene que ser para nosotros un faro de esperanza.
¿No ha puesto el Señor esa barca de la vida en nuestras manos? Tenemos que ser los marineros expertos que la saquemos adelante y la llevemos a buen puerto. A nosotros nos dijo: ‘id al mundo entero a anunciar la Buena Noticia de la salvación…’ Creó el mundo y nos lo puso en nuestras manos. Y a ese mundo nos envía ahora a llevar la Buena Noticia. En ese mundo nosotros tenemos que ser luz que ilumine y sal que dé sabor. Somos sus mensajeros que vamos con su misión. Y ahora dependerá de nosotros cómo marche ese mundo, el rumbo que le demos a ese mundo. Claro que siempre con la fuerza de la gracia del Señor.
Pero también recordemos que nos previene que la tarea no va a ser fácil. Hay sufrimientos y enfermedades, hay peligros de todo tipo y hasta venenos que pueden dañar nuestra vida; habrá quienes nos reciban y quienes nos rechacen. A todo eso nos previene Jesús. Recordemos lo que dice a los discípulos cuando los envía de dos en dos o a los apóstoles al final del evangelio cuando los envía por el mundo. Cuando nos manda curar enfermos, llevar paz, y nos anuncia que nos da poder sobre todas esos males, nos está hablando de esas tormentas con las que nos vamos a encontrar en ese mar de nuestro mundo. No será fácil la tarea, pero nos dirá también que El está con nosotros hasta el final de los tiempos, o que nos enviará la fuerza de su Espíritu para ser sus testigos.
¿Por qué dudar, entonces, por qué llenarnos de miedos, por qué sentirnos inseguros cuando aparecen esos peligros y dificultades al enfrentarnos con ese mundo en el que vivimos? ¿Por qué esa falta de fe? Nos recrimina Jesús a nosotros como lo hizo entonces con los discípulos en aquella travesía. ‘¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?’ No podemos dudar de su presencia y de la fuerza de su Espíritu que nos ha prometido.
El Señor está ahí y la primera tempestad quizá que quiere calmar está en nuestro interior, en esas dudas y cobardías. El quiere que no perdamos la paz a pesar de las turbulencias de la vida. El es nuestra luz y nuestra fortaleza. El Señor con la fuerza de su Espíritu nos ha transformado para que seamos esa criatura nueva de la fe, del amor, de la valentía y del arrojo para proclamar la Buena Noticia del Evangelio a ese mundo concreto que nos rodea en el que hoy vivimos. ‘Lo viejo ha pasado, lo nuevo ha llegado’, que nos decía san Pablo.
No nos podemos quedar en añoranzas de otros tiempos que a nosotros nos puede parecer que fueron mejores. Cada momento tiene sus tempestades, sus luces y sus sombras. Y es aquí y ahora cuando nos toca vivir y proclamar la Buena Noticia de Jesús. El está con nosotros. Tengamos la certeza de su presencia y no nos faltará la paz.

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