lunes, 8 de junio de 2009

Qué bueno es el Señor, Padre de la misericordia y Dios del consuelo

2Cor. 1, 1-7
Sal. 33
Mt. 5, 1-12


‘Gustad y ved que bueno es el Señor’, hemos repetido en el salmo. ¡Qué bueno es el Señor! No tenemos que cansarnos de repetirlo, saborearlo. ‘Gustad’, nos dice el salmo. Empaparnos de la bondad de Dios. ‘Contempladlo y quedaréis radiantes…’ Como Moisés cuando bajaba de la montaña de estar con Dios que traía su rostro tan resplandeciente, que tenía que cubrírselo con un velo para que no hiciera daño a los ojos de los que lo contemplaban.
Por eso tenemos que bendecir a Dios. ‘Bendigo a Dios en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca…’ Como hemos escuchado hoy a san Pablo en el comienzo de la segunda carta a los Corintios. Hemos comenzado su lectura que nos durará unos días. ‘¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del consuelo!’ Podía bendecir Pablo a Dios porque había experimentado ampliamente en él la misericordia del Señor. Dios lo había amado y escogido a pesar de ser un fogoso perseguidor de los cristianos. Dios seguía amándolo y contando con El en la tarea de la evangelización de los pueblos. Podía y tenía que bendecir al Señor.
Dios era su consuelo y su aliento. Luchas, dificultades, sufrimientos… pero en todo momento sentía el aliento de Dios en su vida. Nunca se sentía sólo. Se sentía fortalecido en el Señor. ‘El nos alienta en nuestras luchas… si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo…’
Pero además desde la experiencia del aliento de Dios en su vida, él podía alentar a los demás. ‘El nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios… si nos toca luchar, es para vuestro aliento y salvación, si recibimos aliento, es para comunicaros un aliento con el que podáis aguantar los mismos sufrimientos que padecemos nosotros…’
El apóstol alienta, pero también se siente alentado en lo que contempla y recibe de los demás. El pastor se da y trata de animar, conducir, consolar, fortalecer, alimentar en el espíritu a aquellos que se le han confiado, pero al mismo tiempo el pastor se siente alentado en el camino que contempla realizar a los demás. ‘Nos dais firmes motivos de esperanza… porque también sois compañeros en el buen ánimo’.
Nos alentamos mutuamente con las obras buenas, los esfuerzos y las luchas que realizamos. Creo que tenemos que saber abrir los ojos para ver las señales de luz que hay en los demás. Miramos demasiadas veces las zonas oscuras de la vida y sólo nos parece que hay tinieblas. Pero también hay luz, color, vida en los que nos rodean. Si abrimos los ojos de la fe y de la esperanza podemos contemplar esos rayos de luz que son para nosotros motivo de aliento y de vida.
Hoy hemos comenzado en la lectura del evangelio el sermón de la montaña, que se inicia con la proclamación de las bienaventuranzas. Es un mensaje sublime el que nos ofrece Jesús. Algunas veces nos puede parecer algo utópico e irrealizable. Pero creo que tenemos que saber descubrir en cuántos a nuestro alrededor se está cumpliendo ese mensaje de la bienaventuranzas.
Muchos hay a nuestro lado que son consoladores de los demás, que sufren con los otros o trabajan por la paz, que buscan el bien y luchan por la justicia verdadera, que quizá sufren pacientemente en su carne muchos dolores causados por diferentes causas y saben hacerlo con esperanza, que se han hecho pobres y desprendidos porque quieren compartirlo todo con los demás. En una palabra mucha gente que vive el Espíritu de las Bienaventuranzas. Saberlo descubrir es para nosotros un motivo grande de aliento y de gozo. Las bienaventuranzas de Jesús se cumplen y nosotros podemos también estar entre ellos.
Todo esto para descubrir qué bueno es el Señor, para cantar también nosotros la bendición al Señor por tantos rayos de luz que podemos descubrir en los demás si sabemos abrir los ojos de la vida y de la fe.
‘Gustad y ved qué bueno es el Señor… bendigo al Señor en todo momento…’

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