domingo, 7 de junio de 2009

Misterio inmenso de amor y de comunión


Deut. 4, 32-34.39-40;
Sal. 32;
Rom. 8, 14-17;
Mt. 28, 16-20


‘¿Hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta? ¿se oyó una cosa semejante? ¿Hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído la voz del Dios vivo…? ¿Algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras… como todo lo que el Señor, vuestro Dios hizo con vosotros…?’
Preguntas que le hace Moisés al pueblo para que comprendan desde su historia personal cuánto ha hecho el Señor por ellos e para invitarles a reconocerle. ‘Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón que el Señor es el único Señor, allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra: no hay otro’. No les habla Moisés desde ideas o razonamientos intelectuales o filosóficos sino desde la propia experiencia de su historia personal y de la historia del pueblo de Israel.
La historia de la revelación de Dios es la historia viva del Dios que se hace presente en nuestra vida y en nuestra historia. Luego podremos, si queremos, hacer nuestros razonamientos o elaborar nuestro pensamiento de Dios. Pero el Dios en quien creemos es un Dios personal, un Dios que nos ama y que se nos revela, un Dios que se hace presente en nuestra vida y en nuestra historia tanto en la historia personal de cada uno como en la historia de la humanidad o de nuestra comunidad.
Tenemos que abrir los ojos de nuestra fe para descubrir el rastro, las huellas que Dios va dejando de su presencia entre nosotros, que será siempre un rastro de amor, unas huellas de amor. Todo nos habla de Dios, desde la contemplación de todo el universo, creación de Dios, que ya nos está hablando de la gloria del Señor que se manifiesta en sus obras, y que nos está hablando también de cómo ese amor de Dios todo nos lo ha puesto en nuestras manos, pero también de la contemplación del propio ser humano al que Dios he hecho grande cuando lo ha creado a su imagen y semejanza; muchas otras cosas podemos ser capaces de descubrir y sentir a Dios en la más hondo de nuestro propio corazón. Todo un regalo de amor de Dios para nosotros.
Así se nos manifiesta en Jesucristo, enviado del Padre, concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de María para ser presencia de Dios humanado, para encarnarse y hacerse hombre y tomar nuestra vida, para hacernos llegar todo lo que es el amor de Dios en la salvación que nos ofrece. Así se nos manifiesta en Jesucristo revelación de amor que nos ayuda a descubrir a Dios - por eso lo llamamos Revelación y Palabra de Dios -, y nos lo hace sentir en lo más hondo de nosotros mismos cuando nos llena del Espíritu divino, del Espíritu del Amor, del Espíritu de Dios.
¿Qué otra cosa hace Jesús sino revelarnos ese amor de Dios a quien ya podemos llamar Padre? ¿Qué es lo que nos da Jesús sino su Espíritu divino, el Espíritu Santo para llenarnos e inundarnos de la vida divina que nos santifica y nos hace hijos? ‘Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios’, nos ha dicho san Pablo en la carta a los Romanos. ‘Un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba! (Padre)’. Todo esto lo podemos experimentar y sentir en lo más hondo de nosotros mismos, porque así se nos revela, se nos manifiesta y se nos hace presente en nuestra vida y nuestro corazón.
Hoy la liturgia de la Iglesia nos invita a contemplar y celebrar el misterio de Dios en su Santísima Trinidad. Pienso que no es momento de ponernos a intentar dar explicaciones y razonamientos, sino que es momento para la fe porque es así como se nos revela Dios en su infinito amor por nosotros. Sólo tenemos que dejarnos conducir por la fe y por el amor. Así se nos ha revelado, así nos lo ha trasmitido la Iglesia, así proclamamos nosotros nuestra fe en Dios, y así, tenemos que decir, lo sentimos en lo más hondo del corazón, de nuestra vida. Por eso digo respuesta de fe y respuesta de amor. Así nos ha amado Dios y nos ha revelado su amor, y así le respondemos con el obsequio de nuestra fe y de nuestro amor.
Dios que es misterio de amor y de comunión cuando hablamos de la Trinidad divina, tres personas distintas pero un único Dios verdadero, que nos está hablando de ese amor y de esa comunión tan íntima y profunda entre las tres divinas personas que hacen esa unidad indivisible de Dios. Fe en la Santísima Trinidad, entonces, que nos lleva a nosotros también por esos caminos de amor y de comunión, cuando Dios nos ha creado a su imagen y semejanza como se nos enseña ya en las primeras páginas de la Biblia. Creados para el amor, creados para la comunión. Amor y comunión que nunca nos encierran sino que siempre nos abren a ese abrazo que nos une a las demás criaturas, a todos los hombres y mujeres, que entonces así hemos de vivir y así hemos de sentir que es el sentido más hondo de nuestra vida.
En el nombre de la Santísima Trinidad hemos sido marcados desde nuestro Bautismo, porque en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo hemos sido bautizados, para significar así también ese camino de comunión en el que hemos entrado desde la fe que tenemos en Jesús. ‘Id y haced discípulos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo’, hemos escuchado el mandato de Jesús en el evangelio.
Trinidad de Dios que marca continuamente el recorrido de nuestra vida de creyentes porque siempre y en todo por Cristo y en Cristo a quien escuchamos, creemos y seguimos, por la fuerza y la unidad del Espíritu Santo que nos vivifica y nos santifica siempre queremos dar todo honor y toda gloria a Dios Padre todopoderoso; bien expresamos en el momento cumbre de nuestra Eucaristía, la doxología final de la plegaria eucarística.
Si decimos estos dos momentos tan esenciales de nuestra vida de creyentes, estamos significando cómo toda nuestra vida, en todo lo que hacemos o vivimos, está envuelta por el misterio trinitario de Dios. En el nombre del Dios uno y trino, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, iniciamos cada día cada cosa buena que queramos realizar haciendo la señal de la cruz, y en el nombre de ese mismo Dios uno y trino recibimos también su bendición y su gracia.

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