viernes, 26 de septiembre de 2025

Una pregunta fundamental hemos de hacernos sobre si la fe que profesamos define en verdad lo que vivimos marcando diferencias con los que no tienen fe

 


Una pregunta fundamental hemos de hacernos sobre si la fe que profesamos define en verdad lo que vivimos marcando diferencias con los que no tienen fe

Ageo 2, 1-9; Salmo 42; Lucas 9,18-22

Hay personas o personajes, con una cierta cercanía por diversas circunstancias a nosotros o a nuestra vida, que no nos dejan indiferentes. Personajes de la historia, personajes de hoy en un ámbito más universal que se sale de nuestra localización particular, o personas con las que de alguna manera hemos tenido alguna relación; nos ha llamado la atención su forma de vivir y actuar, nos habrán impresionado sus mensajes o sus palabras que han calado en nosotros haciéndonos pensar o haciendo que nos planteemos las cosas de otra manera, habrán sido gestos comprometidos con los que les hemos visto actuar y han dejado huella en nosotros. No sabemos cómo definirlos, pero quizás hayan sido un toque para nuestra conciencia que no podemos olvidar, una invitación a algo nuevo y distinto de lo que hacíamos de siempre. ¿Quién no sigue recordando un determinado profesor que tuvimos en un momento de la vida? ¿Quién olvida aquella palabra que recibimos quizás de nuestro padre que nos abrió los ojos a la vida?

Hoy en el evangelio Jesús nos lanza una pregunta muy importante. De alguna manera nos está preguntando cual es la huella que El nos deja en la vida. En el episodio del evangelio la ocasión viene motivada en unos momentos de especial intimidad de Jesús con sus discípulos más cercanos; el texto paralelo en Mateo nos sitúa el momento casi en las afueras del territorio judío cuando Jesús se había retirado con los discípulos para aquellas charlas tan especiales que Jesús tenía con ellos y en las que dejaba transparentar todo lo que llevaba en su corazón.

Ahora les pregunta en primer lugar por lo que ellos captan del sentir de las gentes sobre la presencia de Jesús. ¿Estará en verdad dejando una huella especial en aquel pueblo que le escucha y donde anuncia el Reino de Dios o les dejará indiferentes? ¿Qué piensa la gente de Jesús? ¿Cuáles son sus comentarios? Y los discípulos se explayan, pues son diversos los comentarios, las opiniones que la gente tiene de Jesús. ¿Un gran profeta? ¿Será que Juan Bautista, recientemente decapitado por Herodes, ha vuelto a la vida? ¿Será la vuelta del profeta Elías, como lo habían anunciado los profetas, después de haber sido arrebatado al cielo en un carro de fuego? Nadie ha hablado como este hombre, decían algunos; Dios ha visitado a su pueblo, comentaban otros; es el que viene en el nombre del Señor, le aclamarían un día. Sin embargo no todos lo tenían claro.

Pero Jesús quiere saber algo más y pregunta por lo que ellos sienten ante su presencia, qué significa Jesús para ellos. Si Herodes, como veíamos en el texto anterior, se preguntaba quién era este hombre por todo aquello que escuchaba acerca de Jesús, ahora es Jesús el que pregunta ‘y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’ La respuesta está pronta en los labios de Pedro, ‘el Mesías de Dios’.

Pero las preguntas somos nosotros los que las escuchamos hoy y a lo que tenemos que dar una respuesta, sobre lo que contemplamos en la vida y en el mundo que nos rodea de la percepción que tienen de Jesús, pero también de una forma concreta sobre lo que en verdad es nuestro pensamiento, más aún, nuestra fe. ¿Se estará quedando indiferente el mundo que nos rodea ante la persona y el mensaje de Jesús? Somos conscientes de la mezcolanza de opiniones que podemos percibir en el mundo que nos rodea.

No todos sienten la admiración de la fe, que nosotros podríamos sentir; no todos hacen una valoración igual aunque parezca que el evangelio y el cristianismo han influido en la vida y en la cultura de los hombres a través de los tiempos. Es cierto que hay toda una simbología que envuelve nuestra cultura y ha motivado de alguna manera la historia a lo largo de los siglos, pero ¿habrá quedado sembrada a pesar de todo eso la semilla del evangelio en nuestro mundo? Reconozcamos que se ha diluido mucho en nuestros tiempos ese mensaje de Jesús y lo que pueda significar la presencia de Jesús en la vida de la humanidad. Y nos encontraremos igualmente un desconocimiento muy grande a nuestro alrededor, por una parte por una deficiente formación que ha ido acrecentando ese desconocimiento, pero también por ese abandono de la fe y de todo lo que tenga un significado religioso desde ese materialismo que nos va envolviendo y haciendo caer en un nuevo ateismo en nuestra sociedad de hoy. Es la cruda realidad.

Pero nosotros los que nos llamamos cristianos y no solo porque hayamos sido bautizados de pequeños, ¿qué es lo que encontramos en Jesús? ¿Qué significa para nosotros y como está influyendo en nuestra vida? No nos basta que nos sepamos de memoria el Credo y podamos decir maravillas de nuestra fe como cosas que hemos aprendido bien, sino que se trata de preguntarnos si esa fe está definiendo nuestra vida y marcando diferencias. Jesús no nos está pidiendo palabras sino preguntándonos por el testimonio que seamos capaces de dar a través de nuestra vida.

Jesús después de la confesión de Pedro necesitó hacer unas aclaraciones muy importantes para que todo no se quedara en bonitas palabras. Habló del Hijo del hombre que se entregaría hasta la muerte, significando con ello el amor sublime que El había de vivir y que tiene que ser también el distintivo de nuestra vida. El anuncio que Jesús hace de su pasión y de su pascua no son solo palabras que describan un momento sino puerta que se abre para que nosotros en esa fe que tenemos en Jesús seamos capaces también de vivir esa pascua en nuestra entrega y en nuestro amor. ¿Será esa también nuestra confesión de fe?

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