Seamos
capaces de entrar en la sintonía del amor que nos propone Jesús para armonizar
el coro de una nueva fraternidad y una nueva humanidad
Colosenses 3,12-17; Salmo 150; Lucas
6, 27-38
Algunas veces parece que en la vida
andamos cansados de todo, hasta de lo bueno que hacemos. Hay una persona que
rara vez que me encuentre con él no me diga que está cansado; al principio
pensaba en la presión que estaba sufriendo en su trabajo, o que eran muchas las
cosas que se le acumulaban y que no encontraba tiempo para sacarlas adelante y
que estaba dedicando muchas horas a su tarea; trataba yo de decirle que se
tomara las cosas con calma, que supiera encontrar tiempo para su descanso que
le era necesario para poder luego trabajar mejor, pero un día me di cuenta que
al hablar de su cansancio hablaba de algo más que un desgaste físico, se
cansaba de sus relaciones con los demás, a algunos no los soportaba, le
entraban ganas de alejarse de todas aquellas personas que le rodeaban, porque
le parecía que solo era él quien sentía preocupación por ellos o trataba de
hacer algo por ellos.
Es el cansancio que nos puede entrar
hasta de lo bueno; por qué tengo que ser yo el primero que esté pronto para
hacer un servicio si luego ni me lo van a agradecer; por qué tengo que ser yo el
que dé el brazo a torcer y me humille y reconozca lo que son quizás mis
errores; por qué siempre me llaman a mi cuando hay un problema que resolver… y así
no sé cuantas cosas y preguntas que muchas veces nos hacemos; y queremos
encerrarnos en nosotros mismos y olvidarnos de todo para vivir mi vida a mi
manera y que no me molesten; queremos algunas veces desengancharnos de esos
compromisos que un día asumimos. Desánimos y cansancios, desaliento quizás
porque nos parece que no reconocen lo que hacemos, ¿no será que al final es que
no nos valoramos ni a nosotros mismos?
Pero ¿qué sentido tiene que nosotros
solo nos preocupemos de los que parecen ser nuestros amigos, o de aquellos a
los que quizás les deba un favor? ¿Dónde está la gratuidad como sentido de vida?
Algunas veces da la impresión que solo queremos hacer las cosas por las que nos
pagan, pero esa manera de actuar ¿nos llegará hacer sentir satisfacciones
hondas en el corazón?
Es lo que nos quiere hacer comprender
hoy Jesús en el evangelio. Nos está haciendo unos planteamientos nuevos,
haciendo romper unos roles en los que fácilmente nos hemos metido y en los que
privarían siempre nuestros intereses. Pero Jesús quiere darnos un sentido nuevo
del amor, o hacernos encontrar lo más profundo y hermoso que es el amor que
algunas veces aunque lo llamamos amor pudieran convertirse en actos egoístas,
aunque parezca un contrasentido tener ‘un amor egoísta’. ¿No es así cuando solo
amamos o hacemos el bien por interés?
Por eso hoy Jesús nos pregunta qué de
especial hacemos cuando saludamos solo al que nos saluda, si solo ayudamos a
los que previamente nos hayan ayudado a nosotros, o también como nos dice, si
solo prestamos a los que tenemos la seguridad de que nos van a pagar. Como nos
dice Jesús eso lo hace cualquiera, eso lo hace el que piensa en sus negocios y
en sus ganancias. Pero el amor en su esencia es dar y entregarse
desinteresadamente.
Por eso nuestro amor será también a los
que no nos aman o no nos van a corresponder; se atreverá a decir Jesús que
tenemos que amar a nuestros enemigos. Es más, tendríamos que pensar, que quien
vive desde los planteamientos de amor que nos hace Jesús, no tendría que tener
enemigos, es decir, a nadie tendría que ver como enemigo; los que se sienten
enemigos es porque en ellos no han dejado entrar el amor y en consecuencia ni sabrán
ser comprensivos con los demás ni sabrán perdonar.
Quien ama de verdad entra en otra
dinámica en su vida, la dinámica del bien, de la verdad y sinceridad, de la
generosidad y del desprendimiento, de la comprensión y del diálogo, del
acercamiento al otro y de la capacidad de perdonar, en la dinámica que pone
serenidad en la vida a pesar de todos sus lados oscuros y que llenará de paz el
corazón, que nos hará sentir lo que es la verdadera alegría y contagiará de
ilusión por algo nuevo y distinto a los que están a su lado.
¿Seremos capaces de entrar en la
sintonía del amor que nos propone Jesús para armonizar el coro de una nueva
fraternidad y humanidad?
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