lunes, 26 de mayo de 2025

Es la valentía de nuestra fe, el arrojo con que hemos que proclamarla, la alegría al mismo tiempo de poder trasmitir esa buena nueva del Evangelio, salvación del mundo

 


Es la valentía de nuestra fe, el arrojo con que hemos que proclamarla, la alegría al mismo tiempo de poder trasmitir esa buena nueva del Evangelio, salvación del mundo

Hechos 16, 11-15; Salmo 149;  Juan 15, 26 — 16, 4a

Alguna vez he escuchado algo así como que quien se mete de redentor al final sale redimido, en referencia a alguien que con buena voluntad quiso implicarse en la solución de algunos problemas, sobre todo tratándose de algún tipo de acción social en condenado por aquellos mismos por los que él quería trabajar. Suelen pasar cosas así, personas que con buena voluntad se implican en algo que signifique mejorar algo en el ambiente en que vive, por ejemplo, y luego al final en lugar de reconocimientos lo que va a encontrar son críticas y que si solo se quedan en críticas, no sale tan mal parado.

Es el riesgo que tenemos que asumir en la vida si no queremos quedarnos cruzados de brazos viendo como las cosas van de mal en peor; implicarnos muchas veces nos complica, ya desde el hecho de perder tiempo en nuestras cosas personales para hacer algo por los demás; pero es ahí donde aflora la generosidad del corazón, es ahí donde se manifiesta la madurez de nuestra vida, unas fuertes convicciones que le llevan a hacer el bien aunque luego no tenga reconocimientos; el mejor reconocimiento es el bien que vemos que le estamos haciendo a la otra persona, ver que la otra persona sale adelante, mejora su vida, encuentra luz para sus problemas.

Es en lo que muchas veces los cristianos tenemos miedo, nos parece que no somos capaces, nos sentimos débiles en esos vaivenes de la vida que quizás nos puedan como consecuencia producir alguna inestabilidad en nuestras cosas, pero es el camino que hemos de seguir con fe y con confianza. No estamos solos, no lo hacemos solo con nuestras fuerzas, no lo hacemos por nosotros mismos; siempre podremos tener la certeza de la fuerza del Espíritu que está con nosotros, nos acompaña en nuestro camino y es nuestra inspiración y fortaleza. Pero aun así andamos tambaleantes.

Y es a lo que nos está invitando Jesús, la tarea que pone en nuestras manos. A los discípulos más tarde les dirá que tienen que ir por todo el mundo haciendo el anuncio de la Buena Nueva del Reino de Dios. No dice que sea fácil, porque Jesús no nos oculta nada. Hoy nos está hablando y diciendo cosas para que cuando llegue el momento no olvidemos que El nos lo dijo, nos lo anunció, pero también nos prometió la asistencia de la fuerza de su Espíritu.

Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo’. Es la promesa de Jesús, es la garantía de que podemos dar nuestro testimonio, es la fortaleza del Espíritu del Señor en esos momentos que muchas veces se nos vuelven difíciles, oscuros, en que nos sentimos débiles, en que vemos el muro que en ocasiones tenemos enfrente, tenemos en contra. Pero podemos hacerlo, podemos dar ese testimonio.

‘Os he hablado de esto, para que no os escandalicéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios… para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho…’

No nos importa salir redimidos, como decíamos en aquella imagen que proponíamos al principio; no tengamos miedo a las incomprensiones, actuemos con rectitud y nos sentimos fuertes con la verdad. Es cierto que no somos perfectos, lo reconocemos como reconocemos nuestra debilidad, pero no nos quedamos con los brazos cruzados.

Muchos no lo entenderán, o no les interesa entenderlo, porque además estaremos dando un testimonio que les resulta contradictorio para su manera de ver las cosas, denuncia de alguna manera actitudes que no son tan justas. No será una expulsión de las sinagogas como dicen las palabras de Jesús, pero bien sabemos como en nuestra sociedad quiere ocultarse la verdad del evangelio y cuantas cosas vamos a encontrar en nuestra sociedad con lo quieren desprestigiar la Palabra de la Iglesia o el testimonio de los cristianos. De maneras muy sofisticadas nos encontraremos esa oposición y de alguna manera esa persecución. Ya nos lo ha dicho Jesús.

Es la valentía, pues, de nuestra fe, el arrojo con que tenemos que proclamarla, la alegría al mismo tiempo de poder trasmitir esa buena nueva del Evangelio y saber que ahí podemos encontrar la salvación del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario