viernes, 24 de enero de 2025

Nos sentimos agradecidos y emocionados con el amor que el Señor nos tiene que sigue confiando en nosotros, impulsados a buscar nuevas metas de superación

 


Nos sentimos agradecidos y emocionados con el amor que el Señor nos tiene que sigue confiando en nosotros, impulsados a buscar nuevas metas de superación

Hebreos 8,6-13; Salmo 84; Marcos 3,13-19

Nosotros escogemos a nuestros amigos; conoceremos a muchos pero tener la consideración de amigos solo serán algunos; ¿qué les pedimos o qué les ofrecemos? Fundamentalmente la lealtad de la amistad con todas las características que les acompañan, normalmente teniendo en cuenta su sinceridad y sus valores humanos; habrá quienes sean interesados en otras cosas, poder, influencia, prestigios sociales, pero ahí no vamos realmente buscando la amistad; no nos importa quienes son en ese sentido sino como se muestran con nosotros para poder confiar. Con los amigos se van a compartir muchas cosas, todo lo que encierra la amistad.

De la misma manera podríamos decir cuando buscamos colaboradores para algo que vamos a emprender; no lo hacemos a la ligera y tendremos nuestros criterios propios; partiríamos de esa lealtad de la amistad y de ser personas con inquietud, aunque en la vida no hayan destacado por muchas cosas, pero buscamos lo que hay en lo más hondo de ellos mismos y que sabemos que pueden sacarlo a todo para emprender lo que le confiemos; muchas veces desde lo pequeño y lo que nos parece menos relumbrante quizás encontramos esas personas ideales en las que podemos confiar.

En torno a Jesús se había ido formando ya un grupo de personas que le seguían más de cerca, que compartían lealmente con Jesús muchas cosas, porque quizás a muchas cosas habían sido capaces de renunciar para escuchar a Jesús y estar al lado de Jesús. Llega el momento de ir formando aquel grupo que iba a ser como imagen de esa nueva comunidad que se iba a formar a partir de Jesús. Es lo que hoy contemplamos en el evangelio.

Algún evangelista nos dirá que se pasó la noche en oración; eran decisiones serias que no se podían tomar sin una previa reflexión; por eso le vemos que aquel día con sencillez, pero con la solemnidad que conllevaba aquel momento fue llamando uno a uno a los doce que iba a tener con El y a los que iba a llamar sus enviados, apóstoles. El evangelista nos da la relación. Les hemos visto en distintos momentos cuando Jesús los ha llamado a seguirle, cuando se han ido con él dejándolo todo, procedentes en cierto modo de diversos ambientes, pero muy cercanos a Jesús pues algunos incluso serán parientes. ‘Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con él’.

Y ya vemos desde el primer momento que se confía en ellos porque les da autoridad para lo que han de realizar. Ellos han de ser signos de ese Reino de Dios que se estaba constituyendo y habían de realizar también esas señales de que el Reino de Dios estaba llegando. Por eso nos dice el evangelista que ‘instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios’.

Comienza a plasmarse lo que era el Reino de Dios que Jesús venía anunciando. Había invitado a la conversión para creer en esa buena noticia y aquellos doce habían dado señales de que estaban en ese camino, a pesar de sus debilidades, a pesar de que haya momentos en que no terminen de entender lo que Jesús les enseñe, a pesar de sus ambiciones humanas que seguían latentes en sus corazones y de las que tendrían que irse poco a poco desprendiendo. Eran los que estaban con Jesús y los enviados de Jesús.

Con cierta emoción escuchamos nosotros este relato del evangelio porque estamos viendo que Jesús nos llama también a ser sus amigos, a que demos esas señales del Reino de Dios en nuestra vida y entonces seamos capaces también de desprendernos de esas cosas que quedan en nosotros como rémoras que nos impiden caminar libremente.

Nos sentimos agradecidos y emocionados con el amor que el Señor nos tiene que así sigue confiando en nosotros, conociendo como conocemos nuestras debilidades y tropiezos, pero al tiempo nos sentimos impulsados a caminar, a levantarnos, a mirar a lo alto, a buscar nuevas metas de superación en nuestra vida. Gracias, Señor, por seguir confiando en nosotros y seguir llamándonos amigos.

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