lunes, 20 de enero de 2025

No echemos a perder el sabor auténtico del evangelio, buena noticia también para el hombre de hoy siendo odres nuevos para vino nuevo

 


No echemos a perder el sabor auténtico del evangelio, buena noticia también para el hombre de hoy siendo odres nuevos para vino nuevo

Hebreos 5,1-10; Salmo 109; Marcos 2,18-22

Las comparaciones son siempre odiosas’, es un socorrido dicho popular, algo así como una sentencia, de la que echamos manos cuando nos encontramos con gente que siempre está haciendo comparaciones entre unos y otros, pero donde de alguna manera tienen siempre alguna relación con nosotros mismos; si a este le dieron y a mi no, si a aquel lo trataron de una determinada manera mientras a mi no me escucharon, si porque aquel tiene amigos influyentes consigue las cosas, pero de mi nadie se preocupa, y cosas así. Son odiosas solemos decir, porque siempre por medio aparece el amor propio, los orgullos, las desconfianzas que van creando enfrentamientos y barreras que nos distancian o que nos pueden llenar incluso de amarguras. Siempre nos encontramos personas así, siempre podemos caer nosotros por esa misma pendiente resbaladiza.

Jesús ha comenzado a predicar y en torno a El se ha ido formando un grupo de los que quieren seguirle más de cerca; son los llamados discípulos, de entre los que Jesús en un momento determinado escogió a los que serían sus apóstoles, sus enviados. Juan el Bautista también tenía sus seguidores allá en el desierto – algunos de ellos fueron los primeros en seguir a Jesús – y aunque la figura de Juan tras ser encerrado en la cárcel y posteriormente decapitado por Herodes había desaparecido, aquellos que le seguían aun siguen manteniendo el espíritu de Juan y siguen realizando lo que de Juan habían aprendido. Pero también había otros grupos sociales que se habían ido formando en torno a figuras o a influencias como las que los fariseos querían imponer en la sociedad de entonces. Todos tenían sus reglas y costumbres, seguían formalmente con algunas costumbres que se convertían para algunos como unas reglas a seguir.

Y es ahora cuando surge la comparación entre los discípulos de unos y de otros, entre lo que hacían los discípulos de Juan y de los fariseos y lo que Jesús les exigía a sus discípulos. Es lo que ahora en sus tiquismiquis le vienen  a plantear a Jesús, la comparación entre el rigorismo que vivían los discípulos de Juan y los fariseos, por ejemplo, en la cuestión de los ayunos y penitencias, y lo que Jesús planteaba a quienes querían seguirle. El planteamiento de Jesús les resultaba novedoso ante lo que estaban acostumbrados que eran las exigencias de los profetas en algunos momentos. Esto era incomprensible para muchos sobre todo los que vivían aquel antiguo rigorismo.

Pero Jesús siempre nos ha dicho que lo que El nos anuncia es una Buena Noticia y las buenas noticias están llamadas a dar esperanza, a levantar los ánimos, a sembrar una nueva ilusión en los corazones; y Jesús había hablado de liberación y de tiempos nuevos, que por algo proclamaba una amnistía, un año de gracia del Señor, que tenia su base y fundamento en lo que era el año jubilar donde todo había de renovarse, donde se encontraría el perdón de antiguas deudas, donde a partir de ese año de gracia todo habría de tener la novedad de lo nuevo, valga la redundancia que tiene su sentido.

Por eso ante las preguntas que le hacen desde sus comparaciones y desconfianzas Jesús hablará de un hombre nuevo, hablará de odres nuevos para vino nuevo, Jesús hablará de que no hemos de andar con remiendos a paños viejos, sino que ha de ser un vestido nuevo que el que hemos de portar. Pero eso es difícil de entender para los que se quieren mantener en viejas costumbres que de verdad no liberan de nada sino que realmente nos hacen caer en una rutina que siempre será ruinosa. Claramente nos lo está diciendo Jesús. No se trata de simples reformas sino de total renovación. Pero nosotros seguimos simplemente queriendo hacer reformas.

Esto tendría que hacernos pensar para muchas cosas, en nuestra vida personal, en ese crecimiento y renovación que tenemos que hacer de nuestra vida, o sea una vida nueva; es el mensaje que tenemos que sentir hondamente en nuestra Iglesia muchas veces tan dada a conservadurismos y no se deja conducir por la novedad del espíritu, por la verdadera novedad del Evangelio de Jesús.

Cuidado hayamos hecho viejo el evangelio, no le terminemos de encontrar su novedad cada vez que lo escuchamos, y tampoco sepamos ofrecerlo como novedad al mundo de hoy. Para muchos, quizás por nuestra forma de presentarlo, puede parecer algo anquilosado, algo de otro tiempo, y no una buena noticia para el mundo de hoy, para el hoy de la vida del hombre actual. No echemos a perder el sabor autentico del evangelio.

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