La
abundancia renace en medio de la pobreza llenando los corazones de esperanza
cuando hay amor y bendición de Dios
1Juan 4, 7-10; Salmo 71; Marcos 6, 34-44
¿Qué hacemos? Nos planteamos muchas
veces cuando contemplamos una necesidad, una persona con problemas, alguien que
nos sale al paso pidiéndonos una ayuda en cualquier esquina. Quizás nuestros
buenos sentimientos nos lleva de forma espontánea a tratar de ayudar aunque sea
con lo poco que llevamos en el bolsillo, pero quizás en otros momentos pensamos
en por qué esas personas en lugar de pedir no se ponen a trabajar, y nos
hacemos mil razonamientos de lo que podrían o tendrían que hacer. Es cierto que
tenemos que incitar a que las personas por si mismas sepan salir de sus malas
situaciones y no siempre hay que darle todas las cosas hechas, pero quizá también
tendríamos que pensar en lo positivo que nosotros podemos hacer por esas
personas para que vivan con dignidad en lo que por otra parte podría resultar
al mismo tiempo humillante. Daría para muchas consideraciones lo que nos
estamos planteando, no es tema baladí y sin trascendencia.
El evangelio, el mensaje que Jesús
quiere trasmitirnos y que contemplamos en los relatos del texto sagrado siempre
tiene que ser para nosotros luz. No es que nos dé soluciones técnicas,
respuestas sociológicas que podríamos llamar así, pero la presencia y las
palabras de Jesús son siempre palabras de vida para nosotros. Con ese sentido
de la fe nos tenemos que saber acercar al texto sagrado y escuchar lo que para
nosotros se convierte en Palabra de Dios. Y la Palabra de Dios siempre es una
palabra viva, una palabra de vida.
Es la situación que se nos presenta hoy
en el texto sagrado. Una multitud que sigue a Jesús y le sigue hasta los
descampados; llevan varios días con Jesús e incluso sus posibles provisiones se
han ido agotando, ahora están hambrientos y cansados alrededor de Jesús. Claro
que en este texto no solo hemos de ver la materialidad de esa multitud
hambrienta sino en cuanto tiene de signo para nuestra vida.
Los apóstoles cercanos a Jesús se han
dado cuenta de la situación y saben que allí hay pocas soluciones. ¿Dónde
encontrar pan para toda esa multitud? Luego nos hablará de cantidades. Y el
primer pensamiento que surge es decirles a la gente que se vayan a las aldeas
vecinas o regresen a sus casas porque las provisiones se han agotado; con los
entusiasmos de seguir a Jesús algunos ni se dan cuenta quizás de su situación,
como en ocasiones nos puede suceder a nosotros que no caemos en la cuenta de
muchos detalles de cosas ordinarias de la vida. Y es lo que le piden a Jesús
que les diga a todas aquellas multitudes.
Pero ese no es el camino de Jesús. Su corazón
compasivo y misericordioso que ya le ha movido a acoger a aquella gente,
escucharla, atenderla, curarle de sus desesperanzas y de sus enfermedades, no
está por aquello de despedir a la gente. ‘Dadle vosotros de comer’, les
dice con lo que se van sorprendidos. ¿De donde vamos a sacar pan para dar de
comer a tanta gente? Se siguen preguntando y planteando.
Había que buscar soluciones y por allí
aparece quien tiene unos pocos panes y un poco de pescado. ‘Pero, ¿qué es
eso para tantos?’ ¿Habría alguien más que ofreciera las pocas provisiones
que aun le quedaban? No nos dice nada el evangelio. Solo nos dice que Jesús les
pide que se sienten en el suelo. Las palabras de Jesús son de bendición a Dios
por aquellos panes, por aquella generosidad del muchacho, podemos pensar también,
por la maravillas que ahora todos van a contemplar. Porque los panes y los
peces comienzan a repartirse y todos pueden comer. Sobrará al final una buena
cantidad. La abundancia renació en medio de la pobreza cuando hay amor y
bendición de Dios.
Cuando nos preguntamos o nos planteamos
cosas, tal como comenzamos hoy nuestra reflexión, aquí encontramos un camino
que hemos de saber transitar. Es el camino del amor y de la bendición. Del amor
porque nunca nos podemos encerrar en nuestro egoísmo e insolidaridad, del amor
porque son los caminos de Dios porque Dios es amor, del amor que nos hace
entrar en una nueva sintonía, que nos abre horizontes, que abre también los
cierra que no solo ponemos en nuestros bolsillos sino también muchas veces en
nuestro corazón, que nos hace tener una mirada distinta para ver las cosas de
otra manera, para ver los problemas no como caminos oscuros sino siempre con
una luz que como meta encontramos al final del camino y nos está ya iluminando
nuestro sendero.
Y es el camino de la bendición.
Bendición a Dios que siempre estará presente en nuestros caminos aunque sean
oscuros, bendición a Dios porque nos vemos regalados por su amor, bendición de
Dios en que nosotros hemos de convertirnos para los demás. ¿Qué podemos hacer?
Ya sabemos los caminos nuevos que se abren ante nosotros y con los que tanto
bien podemos hacer por los demás.
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