jueves, 2 de enero de 2025

En medio de vosotros está y no lo conocéis y son tantas las señales de Dios a nuestro lado mientras seguimos con nuestra imaginación buscando milagros extraordinarios

 


En medio de vosotros está y no lo conocéis y son tantas las señales de Dios a nuestro lado mientras seguimos con nuestra imaginación buscando milagros extraordinarios

1Juan 2, 22-28; Salmo 97; Juan 1, 19-28

No sé quien es del que me estás hablando, habremos dicho o nos habrán dicho en alguna ocasión cuando no terminamos de entender aquello de lo que nos están hablando o aquel de quien nos hablan. Si está ahí, a tu lado, nos vienen a decir, lo ves cada día pero no terminas de saber quien es; parece que pasa desapercibido en medio nuestro, no terminamos de ver las señales, no terminamos de reconocerle; quizás porque nosotros nos imaginamos otra cosa, nos habíamos hecho otra idea, nos habíamos dejado llevar por aquello que habíamos imaginado.

Sucedía con Jesús. Como nos dice hoy el Bautista ‘en medio de vosotros está y no lo conocéis’. Las gentes se habían hecho una idea, la propia figura de Juan podía resultar engañosa, no porque Juan quisiera engañar, sino que su presencia profética podría parecer extraña o extraordinaria y por eso la gente podía pensar que Juan era el Mesías esperado. De ahí las preguntas que hoy le hacen, la embajada que le envían de Jerusalén. Pero El les dice y les repite que en medio de ellos está y no le quieren reconocer.

Bien sabemos también la idea que se habían hecho del Mesías, como un poder fáctico que aglutinara a la gente en contra de los que consideraban sus opresores porque eran los que en aquellos momentos dominaban Palestina, y se habían hecho la idea poco menos que de un Mesías guerrero, de un Mesías libertador, pero sin comprender bien las palabras de los profetas que hablaban de esa liberación, como Jesús mismo recuerda en la proclamación que hará en la sinagoga de Nazaret.

Venía, sí, lleno del Espíritu de Dios para ser la liberación de los oprimidos, y los ciegos recobrarían la vista, los inválidos el movimiento de sus miembros atrofiados, y los cautivos la libertad. Pero el profeta habla del Año de gracia del Señor, de otro sentido de esa amnistía. Por eso no reconocerán a Jesús que perdona los pecados antes de liberar al paralítico de su camilla; no entenderán que ofrezca el perdón a la mujer pecadora que le lava los pies con sus lágrimas; no entenderán que coma con publicanos y prostitutas porque el médico viene a sanar a los enfermos.

‘En medio de vosotros está y no le conocéis’, les dice Juan Bautista a los que vienen en embajada desde Jerusalén. Es el que viene a bautizar con Espíritu Santo y fuego, porque será la verdadera transformación que quiere realizar en nuestra vida.

Nosotros decimos que confesamos nuestra fe en Jesús y le reconocemos, pero ¿seremos capaces de hacerlo presente de alguna manera en nuestro mundo para que el mundo le reconozca? ¿Seremos también capaces de reconocer a Jesús que se hace presente en medio de nosotros, en nuestro mundo, en cuanto nos sucede, en aquellos que están a nuestro lado?

Son también las señales de Dios que nosotros hemos de saber reconocer. Nos ha dicho que cuando hagamos a los demás, a El se lo hacemos, pero en los otros no sabemos verle, ni en el pobre ni en el que nos tiende la mano en el camino, ni en ese que ha llegado a nuestra tierra desde otros lugares y ahora seguramente vaga en medio nuestro buscando un trabajo o una acogida y nosotros dejamos pasar de largo porque con él no queremos mezclarnos, ni en ese anciano que calladamente sufre su soledad porque nadie atiende, porque nadie visita, para quien nadie tiene un momento para hacerse presente o tener una palabra de aliento y de consuelo, ni en ese que vemos sentarse solitario en la plaza y con quien nadie habla porque quizás su presencia nos intimida y tratamos de ignorarlo a causa de nuestros temores o nuestros prejuicios…

Son tantas las señales de Dios a nuestro alrededor y seguimos viajando con nuestra imaginación buscando milagros extraordinarios, y seguimos pasando sin prestar atención a esas cosas sencillas donde se hace presente Dios. Aunque en estos días hablamos mucho de un niño nacido en la pobreza de un portal y recostado humilde entre las pajas de un pesebre, con señales semejantes tenemos a mucho en derredor nuestro y no sabemos ver cómo a través de ellos nos llega la salvación de Dios, a través de ellos tiene que hacerse navidad en nosotros.

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