sábado, 17 de febrero de 2024

Necesitamos tener unas nuevas aptitudes que nos hagan disponibles siempre para el servicio, pero también con las que valoremos a los demás sin descartes que anulan

 


Necesitamos tener unas nuevas aptitudes que nos hagan disponibles siempre para el servicio, pero también con las que valoremos a los demás sin descartes que anulan

Isaías 58, 9b-14; Salmo 85; Lucas 5, 27-32

Cuando queremos conseguir a alguien que nos haga un buen trabajo trataremos de informarnos bien sobre quien queremos contar, buscaremos a alguien que nos lo recomienden como muy capaz de realizarlo, pero al tiempo queremos buscar una buena persona de la que tengamos alguna certeza de su integridad y honradez para confiarle aquello en lo que además nos vamos a gastar nuestros dineros. No buscamos a cualquiera, escogeremos muy bien y en los lugares que consideremos más apropiados. Parece que eso sería lo normal que tendríamos que hacer.

Pero he aquí que hoy nos encontramos con un texto del evangelio que parece que nos viene a echar abajo todas esas buenas predisposiciones por nuestra parte, todo ese afán de buscar lo más integro y lo más capaz. Jesús está buscando, por decirlo de alguna manera, seguidores, y además en estas elecciones que va haciendo Jesús está, podríamos decir, mirando en la lejanía porque aquellos que ahora invita a seguirle, serán los que un día nombrará apóstoles y en cuyas manos a poner toda la tarea de anunciar y realizar el Reino de Dios.

Sin embargo, ¿a quien vemos hoy que busca Jesús y le invita a seguirle? Un publicano, una persona que en razón de su profesión y de la mala fama que se habían ganado eran despreciados por los judíos, porque eran considerados como unos colaboracionistas con los que ahora les dominaban y de manera especial por sus dirigentes. Mala fama tenían de ladrones y de usureros, porque eran además los que se dedicaban al negocio de los préstamos, cosa que siempre ha habido a través de todos los tiempos. Y Jesús llama a seguirle a uno de ellos; y mira por donde encontraré en él una prontitud para seguirle realmente admirable, porque se levantó de su garita de cobrador y se fue con Jesús, además con alegría porque en su honor querrá celebrar un banquete.

En medio de todo esto tendríamos que preguntarnos que es lo que realmente mira Jesús a la hora de su llamada. No le importa su condición de pecador, fama de publicano que se había ganado, porque como vemos ante la reacción que pronto se producirá por parte de los escribas y fariseos que se quejan de que Jesús se siente a la mesa con los pecadores y como con ellos, nos dirá que El ha venido como salvación y que son los enfermos, que son los pecadores los que necesitan del médico, los que necesitan de la salvación y es a ellos a donde Jesús primero se dirigirá.

Aquí con sinceridad tendríamos que comenzar por pensar en nosotros mismos. El Señor sigue contando con nosotros que somos pecadores. Porque cuantas veces hemos sentido los regalos del amor de Dios en nuestra vida y aunque en principio parecía que queríamos responder, sin embargo luego la respuesta de nuestra vida se ha vuelto tantas veces negativa. Jesús está pasando también por la garita de nuestra vida y también nos está invitando a seguirle a pesar de lo encerrados en nosotros mismos que vivimos tantas veces con nuestras debilidades, con nuestras infidelidades, con nuestro pecado.

Jesús le dio una nueva oportunidad a Leví y éste la aprovechó; dio pronta respuesta que sería en un seguimiento en fidelidad de los caminos de Jesús, caminos que luego nos trasmitiría con el evangelio de Jesús que nos escribió. Pero esto me lleva a pensar, aunque fuera brevemente, en algo más. ¿No tendríamos que aprender a dar nuevas oportunidades a los demás?

Con mucha facilidad vamos por la vida descartando; con aquel no contamos porque es así, aquel ya en una ocasión nos dejó plantados así que no volveré a contar con él, aquel no creo que sea capaz de hacer nada de provecho, en otros nos fijamos en lo que nos parece la pobreza de su vida y no somos capaces de descubrir los valores que pueden haber en su corazón… y así vamos descantando a tantos, la lista se haría interminable.

¿Aprenderemos a tener unas actitudes nuevas como Jesús nos está enseñando?

viernes, 16 de febrero de 2024

Romper y desatar cadenas y correas, hacer desaparecer pesos muertos para los demás, desterrar intransigencias, quitar cerraduras para que se derrame el amor

 


Romper y desatar cadenas y correas, hacer desaparecer pesos muertos para los demás, desterrar intransigencias, quitar cerraduras para que se derrame el amor

Isaías 58, 1-9ª; Salmo 50; Mateo 9, 14-15

Es cierto que siempre nos echan en cara lo mismo; es como si fuera una vía de escape fácil para aquellos que quizás no están tan tranquilos en su conciencia, pero que a manera se justificación de lo que ellos no hacen y en el fondo están sintiendo que algo distinta tiene que ser su vida, el echarnos en cara o el juzgarnos si lo que hacemos está bien hecho o no, o si lo que hacemos es como una pantalla para ocultar nuestras cosas de nuestra vida desordenada.

Sentimos, en cierto, la tentación de responder echándoles en cara lo que ellos no hacen, pero mejor es que nos lo tomemos en serio y como un buen punto de arranque para muchas cosas que tendríamos que mejorar en nuestra vida. ¿Qué sentido tienen nuestros ayunos y por qué los hacemos? La religiosidad que vivimos en nuestra vida ¿es auténtica porque hay una profunda relación con Dios o son solo costumbres o rutinas porque siempre se ha hecho así y alguna cosa habrá que hacer? Mientras ayunamos o hacemos actos de penitencia o dedicamos nuestro tiempo a muchas expresiones de una religiosidad popular ¿por dónde anda nuestra vida? ¿Por dónde andan nuestras relaciones con los demás?

Son preguntas que con sinceridad tenemos que hacernos en nuestro interior para analizar dónde está la autenticidad de nuestra vida. ¿Nos quedamos solo en apariencias, en asistir a unos actos o realizar una serie de prácticas religiosas pero simplemente como una costumbre que se puede convertir en rutina? No estamos queriendo juzgar ni condenar a nadie, sino que os invito a que busquemos esa autenticidad, esa verdad de nuestra vida. No digo que esté mal o no las críticas que nos pueden hacer, pero pueden ser punto de partida para una reflexión que nos hagamos, para una renovación que ciertamente tenemos que hacer de nuestra vida.

A esto nos invita este camino de cuaresma que acabamos de comenzar. Es cierto que de una forma o de otra se nos van a ofrecer toda una serie de prácticas religiosas, vamos a rescatar muchas cosas de esa religiosidad popular que reconozcamos que ha sido así es lo que ha alimentado la fe del pueblo sencillo a lo largo de los años y de los siglos, pero bien sabemos que todo no se puede quedar ahí.

Sí, religiosidad es la forma con la que expresamos lo que es nuestra relación con Dios; es el sentido incluso de la palabra religión. Será algo que tenemos que cultivar con todo espero y queriendo darle la mejor y mayor profundidad. Pero bien sabemos que nuestra relación con Dios estará mejor anudada en la medida en que sabes anudar bien nuestra relación con los demás. No podemos, de ninguna manera, separar la una de la otra.

Por eso hoy el profeta, en nombre de Dios, nos ha dicho y con toda energía cuál es el verdadero ayuno que el Señor quiere. Está claro y no hay que darle ni muchas explicaciones ni muchas interpretaciones.

‘Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos’.

Romper y desatar cadenas y correas, cuantas ataduras nos buscamos, pero con cuantas ataduras queremos dominar sobre los demás; hacer desaparecer lo que haya en nuestra vida que pueda ser un peso para los demás, desterremos exigencias, intransigencias y malos humores con los que tantas veces cargamos contra los otros y les hacemos pasar malos momentos; rompamos las cerraduras con las que queremos guardar solo para nosotros mismos y dejemos que se desparrame de forma generosa lo que somos y lo que tenemos para que todos puedan llegar a vivir con dignidad.

No es fácil. Son muchos los apegos que llevamos en la vida, los orgullos que nos siguen encerrando en nosotros mismos, la insolidaridad que muchas veces hierve dentro de nosotros mismos y cuya espuma nos impide descubrir lo que hay y lo que sufren los que están nuestro lado, no nos enteramos ni nos queremos enterar. Cambiar esas posturas y actitudes produce más desgarro dentro de nosotros que los tirones que nos pueda dar un estómago hambriento solo por un día.

¿Cuál será el ayuno que me está pidiendo el Señor en esta cuaresma que acabamos de comenzar?


jueves, 15 de febrero de 2024

No son esos reinos del mundo, del poder, de la ostentación, de la vanidad, de las luces y resplandores de los oropeles, de los aplausos de todos los que nos tienen que seducir

 


No son esos reinos del mundo, del poder, de la ostentación, de la vanidad, de las luces y resplandores de los oropeles, de los aplausos de todos los que nos tienen que seducir

 Deuteronomio 30, 15-20; Salmo 1; Lucas 9, 22-25

Cuando nos invitan a hacer un camino queremos saber a donde vamos, cual es la meta, qué se nos ofrece, las dificultades que vamos a encontrar en el camino o si acaso es un camino fácil y llevadero. Muchas cosas nos preguntamos, muchas cosas queremos saber. Y es normal, porque tenemos que prepararnos, porque tenemos que saber si merece la pena por lo que vamos a encontrar, a pesar de las dificultades que vamos a encontrar o de los esfuerzos que tenemos que realizar. Tenemos que saber a ver si estamos dispuestos o no, o si estamos preparados. Sería insensato meterse a hacer un camino a lo loco.

Ayer iniciamos un camino, y por el nombre que le damos ya sabemos su duración. Pero hemos de tener clara la meta, es una subida a Jerusalén, una ascensión; como también hemos de saber los medios que vamos a emplear, o que están disponibles en nuestras manos. La liturgia no se guarda los secretos para si, y ya desde este primer momento nos está diciendo el sentido de esta subida a Jerusalén. Nos lo dice claramente el evangelio, ‘Mirad que subimos a Jerusalén…’ y Jesús nos aclara:’ El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día’. O sea, habrá sufrimiento, habrá muerte, pero también al final se nos anuncia la vida. ‘Ser ejecutado y resucitar al tercer día’. Lo va a repetir muchas veces.

Jesús va delante en esa subida, y ya hemos de tener claro lo que va a significar, el sentido que tiene. Y Jesús nos invita – no nos obliga – a ir con El. ‘Si alguno quiere venir en pos de mi…’ si alguno quiere venir conmigo. Este es el camino, un camino de donación y de entrega, un camino donde será necesario que nos anonademos, como lo hizo El de condición divina pero que tomó la imagen de esclavo, se hizo el último y el servidor de todos, entregó su vida para que nosotros tengamos vida. Y es a lo que nos invita.

Lo hemos de tener claro. Y a eso es a lo que nos invita. ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?’

Nos invita a que hagamos como El. Tomar la cruz, entregar la vida. Algo que hay que hacer con valentía y con decisión. No podemos andar a medias tintas. Ya nos dirá que ‘con El o contra El’ porque ‘quien no recoge conmigo, desparrama’. Y esa es la manera de ganar, aunque parezca que perdamos. Pero es que libremente, como El lo hizo, tenemos que entregarnos. Es ponernos en camino, en actitud de servicio, olvidándonos de nosotros mismos, no buscando ganancias del momento, porque tenemos que saber perder para poder ganar la vida.

No es tarea fácil, pero es el camino que aunque nos parezca estrecho es que nos lleva a la vida eterna. Seguro que nos gustaría tener todas las ganancias y riquezas del mundo en nuestras manos, pero, como nos dice, ‘¿de qué nos vale ganar el mundo entero si perdemos la vida, si perdemos el alma?’ No son esos reinos del mundo, del poder, de la ostentación, de la vanidad, de las luces y resplandores de los oropeles, del orgullo, de los aplausos de todos los que nos tienen que seducir.

‘Hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal’, que nos decía el libro del Deuteronomio. ¿Estaremos dispuestos a emprender el camino?

miércoles, 14 de febrero de 2024

Comenzamos la Cuaresma, camino hacia la Pascua, el paso del Señor, dejándonos impregnar por el evangelio de Jesús que nos pone en camino de nueva vida

 


Comenzamos la Cuaresma, camino hacia la Pascua, el paso del Señor, dejándonos impregnar por el evangelio de Jesús que nos pone en camino de nueva vida

Joel 2, 12-18; Sal 50; 2Corintios 5, 20 – 6, 2; Mateo 6, 1-6. 16-18

Alguien me recordaba ayer que hoy comenzaba la cuaresma y entonces me decía que como comienza la cuaresma no se puede comer (carne, se sobreentendía que quería decir aunque no mencionaba la palabra); yo le respondía que sí era cierto que comenzaba la Cuaresma pero que la Cuaresma es algo más. Pienso que a su manera él quería expresarme que como era la cuaresma venían tiempos de austeridad, de penitencias y de ayunos. Pero me atrevo a decir y con todo respeto para las personas que no llegan a más allá porque eso ha sido resumen de muchas maneras de enfocar las cosas, que eso sería comenzar la casa por el tejado.

¿Qué es la cuaresma que comenzamos hoy? Yo diría que es un camino que nos lleva a la celebración de la Pascua. Hemos de tener clara la meta, por así decirlo antes de hacernos programaciones de muchas cosas a las que hay que darle un sentido. No es penitencia por penitencia, ayuno por ayuno, austeridad por austeridad.

Ya se quejaban los fariseos de que los discípulos de Jesús no ayunaban como sus discípulos o los discípulos del Bautista. Y Jesús les decía que si el ‘novio’ estaba con ellos, qué sentido tendría el que tuvieran que estar tristes, si estar con el novio venía a significar estar en la boda y en una boda hay que estar con alegría y con sentido de fiesta. Pero desgraciadamente esto es lo que muchas veces no brilla en los que nos decimos seguidores de Jesús.

Nos preparamos para la Pascua, es decir, para la fiesta. Sí, no lo podemos olvidar ni descartar. Para nosotros es una fiesta y es una fiesta grande el paso salvador de Jesús por nuestra vida. Es la Pascua del Señor, es el paso del Señor. Queremos en su Pascua sentirnos hombres nuevos, vivir la vida nueva que nos regala Jesús, sentir el gozo de que por el amor que Dios nos tiene nos quiere sus hijos. ¿Pueden andar cabizbajos y tristes los hijos cuando están gozando del amor del Padre?

Es un camino el que hacemos para llegar a vivir eso en toda su plenitud, para llegar a vivir esa fiesta de la Pascua del Señor. ¿Y cómo lo vamos a hacer? Dejándonos impregnar por la Palabra de Dios, dejándonos impregnar por el evangelio de Jesús. Y es ahí donde vamos a encontrar esos caminos de renovación, esos caminos que nos llevan a vida nueva, ese reconocimiento que los caminos que vivimos no son siempre rectos, que la vida que vivimos está llena de muchas sombras que tenemos que iluminar, que tenemos que renovar nuestra vida.

Es entonces, no cuando tenemos que cargar de expresiones tristes nuestras expresiones, sino que vamos a sentir el dolor de haber vivido en esas sombras sin haber escuchado allá en el corazón la Palabra de Dios, pero lo hacemos con esperanza. Y por eso hemos ido dando tropiezos, y nos sentimos pecadores, y queremos acercarnos a Jesús para tocar su manto y que nos cure, dejar que Jesús llegue a nuestra vida y nos tienda su mano para levantarnos, ponga su mano sobre nuestros ojos para que recobremos la luz.

Y claro porque nos sentimos pecadores y en sombras, porque sentimos que nuestra vida está muy llena de muletas de las que un día tenemos que desprendernos, le vamos a decir, ‘si quieres, puedes curarme’, porque sentimos el dolor de nuestra enfermedad, de nuestro pecado. Y claro, cuando nos sentimos así y queremos arrancarnos de esa situación nos sentimos mal, pero no tristes sino con esperanza. Y haremos todo lo posible por ir renovando nuestra vida, y tendremos que aprender a decirnos no en muchas cosas y para eso tenemos que entrenarnos, tenemos que aprender a hacerlo, aunque sea doloroso.

Si ayunamos, si renunciamos incluso a cosas buenas como pueden ser nuestros alimentos – y no tiene que ser el ayuno solo de los alimentos sino de otras muchas cosas que nos dan placer en la vida – es porque queremos aprender a decir no a esas sombras que nos envuelven, porque nos sentimos arrepentidos de nuestro pecado.  No es ayunar por ayunar, no es penitencia por penitencia, es un ejercicio de aprendizaje, de superación en pequeñas cosas para ser capaces de superarnos en lo que verdaderamente es importante. Si vamos a desprendernos de cosas es porque queremos compartir con los demás, porque nos sentimos solidarios de sus problemas o de sus necesidades, es porque queremos que brille de verdad el amor en nuestro corazón y en nuestra vida.

Por eso Jesús no nos quiere tristes y nos manda incluso que nos perfumemos cuando ayunamos para que nadie note que lo estamos haciendo, sino el Padre del cielo, pero además nos pide humildad en nuestra generosidad para evitar lo que sea vanidad u ostentación. Es lo que nos está recomendando hoy Jesús en el evangelio. Así abrimos nuestro corazón a Dios en nuestra oración.

Comenzaremos la cuaresma con ese signo de la ceniza – de ahí el nombre que le damos a este miércoles - que dejamos que se nos imponga sobre nuestras cabezas, como un signo de humildad, es cierto, reconociendo que estamos manchados pero buscando el agua que nos lave, el agua que nos dé nueva vida, ese baño de agua viva que vamos a recibir cuando celebremos la Pascua. ‘En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios’, nos decía san Pablo. Démosle hondo sentido y significado a este rito con que comenzamos la Cuaresma.

No lo olvidemos, caminamos hacia la Pascua.

martes, 13 de febrero de 2024

No nos dejemos sucumbir por acosos e influencias que recibimos de todas partes, sino mantengamos encendida la lámpara de nuestra fe anclando nuestra vida en el evangelio

 


No nos dejemos sucumbir por acosos e influencias que recibimos de todas partes, sino mantengamos encendida la lámpara de nuestra fe anclando nuestra vida en el evangelio

Santiago 1, 12-18; Salmo 93;  Marcos 8, 14- 21

En ocasiones nos sucede, como si estuviéramos embotados, tenemos las cosas delante y no las encontramos, no las vemos. Y no es solo eso que nos sucede tantas veces que algo que necesitamos o estamos usando continuamente de pronto queremos buscarlo y no lo encontramos, no lo vemos, aunque prácticamente lo tengamos delante de los ojos.

Pero ya no pienso solamente en cosas materiales que tenemos perdidas de esa manera, sino que quizás alguien nos está hablando de una cosa, que se sobreentiende que hemos de entender de lo que nos está hablando, y tampoco parece que nos queremos enterar; quizás alguien nos quiere contar algo y nos lo quiere decir con una delicadeza especial, podríamos decir que nos lo quiere decir con imágenes que se pueden expresar también con palabras y nos quedamos en una interpretación tan literal que no llegamos a entender el mensaje que nos quieren transmitir, o lo que es peor, luego nos hacemos nosotros interpretaciones sesgadas que nos pueden llevar a malos entendimientos y hasta desconfianzas y rupturas. Cuantos problemas nos creamos con esa cerrazón de la mente.

Algo así les pasaba en ocasiones a los discípulos con Jesús. El quería aprovechar cada situación para enseñarles, para hacerles reflexionar, para abrir su mente y su corazón a la buena nueva del evangelio del Reino que Jesús no solo anunciaba sino que estaba constituyendo en medio de ellos. Como hacemos también nosotros en ocasiones que aprovechamos algo que sucede, algo especial que podamos contemplar y con ello queremos enseñar a los hijos o queremos trasmitir algo a los que están a nuestro lado.

Iban en la barca atravesando el lago y no habían cogido demasiadas provisiones para aquellos recorridos que Jesús hacia con los discípulos unas veces enseñando en los distintos pueblos por los que pasaban, u otra aprovechando esos momentos de mayor cercanía con el grupo de los discípulos para instruirlos con  mayor intensidad, podríamos decir.

Y Jesús les deja caer, como quien no quiere la cosa, que tengan cuidado con la levadura de los fariseos y de los escribas. Quizás a nosotros hoy nos pueda ser fácil interpretar el sentido de estas palabras de Jesús. La levadura es la que hace fermentar la masa para poder elaborar el pan; depende de la bondad de la levadura para que podemos tener un buen pan. Pero como la levadura es lo que queremos inculcar por ejemplo en los demás para una buena mentalización, para un crecimiento interior, para una nueva manera de ver las cosas; y vamos dejando caer nuestros pensamientos, vamos dejando nuestras reflexiones quizás resumidas en pocas palabras o en unas imágenes, vamos queriendo contagiar nuestro pensamiento y nuestra manera de obrar.

Lo podemos llamar propaganda o publicidad, lo podemos considerar como una mediación para lograr lo que queremos de nuestra sociedad. Estamos rodeados de esas influencias de todo tipo, nos bombardean desde los medios de comunicación afines a unas ideas, nos lo tratan de imponer trazando leyes y normas para la sociedad desde un sentido partidista, son las maneras de ir logrando un cambio en la sociedad.

Lo hacían los fariseos y los escribas haciendo entender a la gente que lo que ellos decían y ensañaban, aunque luego ellos no lo cumplieran, era lo válido para aquella sociedad y aquellos momentos. Desde una situación de poder, porque se habían convertido en los dirigentes de aquella sociedad, trataban de influir en la gente. Y es lo que Jesús les está diciendo a los discípulos, ‘cuidado con la levadura de los fariseos…’ Pero los discípulos no entendían; lo veían casi como una punta de Jesús porque no habían llevado suficiente pan para aquellos días que iban a estar por distintos lugares. Y Jesús tendrá que detenerse a hacerlos reflexionar, recordando muchas cosas que había hecho con ellos y en las que en otras ocasiones habían sabido ver la acción de Dios en sus vidas a través de aquellos signos y milagros que Jesús iba realizando.

¿Estaremos también nosotros cegados para no saber comprender lo que nos pasa, lo que sucede en la sociedad, lo que Jesús trata de decirnos a través del evangelio? También nosotros recibimos muchas influencias de todas partes, y como los fariseos estaban en contra de Jesús, también nos encontramos una sociedad que de alguna manera rechaza el mensaje del evangelio. Ahí está esa lucha sorda de tantos contra lo que significa la fe, la religión, la Iglesia; de muchas manera se trata de influir para hacer una sociedad de la que cada vez se destierre más a Dios y a nuestra relación con El.

¿Estaremos de verdad despiertos los creyentes para mantener encendida la lámpara de nuestra fe? ¿Nos dejamos influir o nos fortalecemos interiormente anclando nuestra vida en el evangelio, en Jesús, en Dios? No nos dejemos sucumbir por esos acosos e influencias que recibimos de tantos lados.

lunes, 12 de febrero de 2024

La humildad y la buena disposición interior nos abre el camino a la fe y podremos llenarnos de la sabiduría del evangelio de nuestra salvación

 


La humildad y la buena disposición interior nos abre el camino a la fe y podremos llenarnos de la sabiduría del evangelio de nuestra salvación

Santiago 1,1-11; Salmo 118; Marcos 8,11-13

Las actitudes y posturas negativas en lugar de abrir puertas las cierran. Es bueno en todo ir siempre con una actitud positiva por delante; que tenemos un problema con alguien, trata de contener tus sentimientos o tu orgullo herido y acércate a esa persona con una actitud positiva; si vas de greñas, vamos a decirlo así, aún la buena actitud que pudiera tener la otra persona se la destrozamos, porque somos nosotros los que no sabemos ver la bueno que nos pueda ofrecer. Cuesta, porque nos cegamos y no somos capaces de ver sino aquello que está brotando violentamente desde dentro de nosotros, y por mucho que queramos no tendremos la serenidad suficiente para llegar a un entendimiento, incluso hasta poder hablar con calma.

Hoy en el evangelio vemos que una vez más los fariseos y todos aquellos que estaban en oposición a Jesús vienen de nuevo a pedirle signos, a pedirle pruebas para poder creer en El. Ya venía de antemano con una actitud condenatoria y serían incapaces de ver las señales que estaba mostrando Jesús con su vida, con sus palabras, y con los milagros que realizaba, los signos que estaba realizando continuamente que siempre remitían a lo que habían anunciado los profetas. Pero aquellos que además se las daban de doctores y enterados de la ley y los profetas eran incapaces de ver. Jesús los deja por imposibles, podríamos decir, porque se marcha a otros lugares a predicar.

Son las actitudes y posturas que nosotros también podemos tomar tantas veces ante Dios. No nos escucha, decimos tantas veces, pero ¿cómo es esa oración con la que le estamos pidiendo a Dios? ¿Estaremos rogando o estaremos exigiendo? ¿Somos acaso nosotros los que tenemos que decirle a Dios cómo tiene que hacer las cosas? ¿Nos consideramos con más sabiduría que Dios? Necesitamos una cura de humildad, necesitamos aprender a acudir al Señor, aprender a orar de verdad.

Jesús nos lo va señalando a lo largo del evangelio. Hemos de saber tenerlo presente. ¿Recordamos al fariseo y al publicano que subieron al templo a orar? ¿Quién fue el que bajó del templo justificado? El que humilde supo ponerse en la presencia de Dios, reconociendo su nada y su pecado, y queriendo acogerse a la misericordia de Dios. ‘Ten compasión de este pecador’, repetía allá en el último rincón, mientras el fariseo orgullo parecía que quería llevarle las cuentas a Dios de todas las cosas que hacía; pero su corazón estaba bien lejos de Dios, su corazón estaba lleno de orgullo y de vanidad.

Nos falta fe y nos sobra orgullo; nos falta humildad y tenemos demasiada autosuficiencia. Recordamos a la mujer que humilde y calladamente se atrevió a tocar por detrás el borde del mando del Señor. ‘Tu fe te ha curado’, le decía Jesús. Recordamos a aquella mujer que aparentemente se siente rechazada, pero ella reconoce que no es digna, ella sabe que es gentil, no es del pueblo de Israel, pero con confianza acude al Señor, como el cachorro que está bajo la mesa esperando que caiga alguna migaja de la mesa de su amo; y aquella mujer sí se vio escuchada y atendida en su petición. Cuando a Jairo le dicen que no moleste más al maestro porque la niña ya ha muerto, Jesús le pide que siga confiando, que siga teniendo fe, porque la niña no está muerta sino dormida, y la tomará de la mano y se la entregará sana a sus padres.

Necesitamos recorrer muchas veces las páginas del evangelio. Repasar una y otra vez los distintos episodios, escuchar una y otra vez las parábolas y las palabras de Jesús. Recordamos que cuando el rico epulón pedía que Lázaro se apareciera a sus hermanos para convencerlos de que tenían que cambiar de vida para no llegar a aquel infierno que él estaba padeciendo, desde el cielo le dicen que ellos tienen a Moisés y los profetas, que los escuchen, porque si no tienen esa buena disposición de querer escuchar la Palabra de Dios ni aunque un muerto resucite van a creer. 

Tenemos con nosotros, a nuestra mano, la Palabra de Dios que cada día podemos y tenemos que escuchar. Ahí encontraremos la luz, ahí aprenderemos a tener ese corazón humilde, ahí aprenderemos a tener esas necesarias buenas actitudes del corazón para conocer a Dios, para reconocer a Jesús, para encontrar la salvación.

domingo, 11 de febrero de 2024

‘Quiero’, dijo Jesús y extendió la mano. ¿Dónde y cuándo tengo yo también que decir ‘quiero’ para extender la mano como Jesús?

 


‘Quiero’, dijo Jesús y extendió la mano. ¿Dónde y cuándo tengo yo también que decir ‘quiero’ para extender la mano como Jesús?

Levítico 13, 1-2. 44-46; Sal 31; 1Corintios 10, 31 - 11, 1; Marcos 1, 40-45

Lo que en su origen podía ser una norma sanitaria y de higiene para preservar del peligro de contagio sobre todo en pueblos trashumantes  por lugares de desierto y con muchas carencias se convirtió con el paso del tiempo en una ley religiosa que conllevaba una cierta discriminación e inhumanidad sobre todo visto de los ojos de nuestro tiempo.

La salida de Egipto y el itinerario a lo largo de muchos años por el desierto sirvió para el pueblo de Israel para constituirse como pueblo y aprender a ser pueblo con normas comunes de convivencia y de organización. Con ojos humanos en lo que podemos ver en ese recorrido aunque transcendemos de esa realidad humana para descubrir la presencia de Dios junto a su pueblo que como tal lo va constituyendo. Es el sentido de los mandamientos, que resumimos en una tabla de diez mandamientos, pero que entraña muchas cosas que atañían a esa organización como pueblo que se fue dando en el camino del desierto.

¿Era necesaria aquella norma que al mismo tiempo conllevaba mucho de inhumanidad y de discriminación? Quiero, de alguna manera, ponerme en el lugar de quien en su origen dictara tales normas y las hiciera cumplir para tratar de descubrir los sentimientos de su corazón cuando así se obligaba a vivir a quienes padeciesen esas enfermedades contagiosas, como hace referencia a la lepra en esta ocasión. Doloroso era para quien se veía privado de sus derechos a la pertenencia y presencia en medio de su comunidad, pero también pienso tendría que ser quien tenia que hacer cumplir tales normas.

No quisiera ver inhumanidad nunca en el corazón del hombre, aunque bien sabemos que muchos rasgos de inhumanidad seguimos teniendo también hoy. Y es lo que tendría que hacernos pensar, en el hoy con sus discriminaciones y signos de inhumanidad que seguimos de muchas formas teniendo, en el lugar de quedarnos en hacer juicio critico de actitudes o posturas de otros momentos, porque cada momento de la historia tiene que tener su interpretación en su propio lugar y circunstancia.

La Buena Noticia de Jesús que nos llega hoy a través de esta página del evangelio tiene que hacernos descubrir los pasos que también nosotros hoy tenemos que dar para llenar de más humanidad a nuestra humanidad. Puede parecer un juego de palabras, pero no lo es. Hay gestos que vamos descubriendo en esta página del evangelio que nos van manifestando esa necesaria ruptura de muchas cosas para no quedarnos en la vasija vieja, sino para buscar esos odres nuevos en nuestra vida que nos abran a un sentido nuevo.

Es rompedor este texto del evangelio. Un leproso, que tenía que estar confinado en un lugar aislado, que se atreve a presentarse en medio de un grupo de gente y llegar hasta los pies de Jesús. No era cualquier grupo si consideramos lo que nos dice el evangelio que muchas personas se aglomeraban alrededor de Jesús para escucharle. Y allí en medio se atreve a llegar aquel hombre con su petición, ‘si quieres, puedes limpiarme’.

Pero es bien significativa la reacción de Jesús. ‘Compadecido extendió la mano y lo tocó’. ¿Entraba también Jesús al atreverse a tocar al leproso en la condición de los que había que considerar inmundos? Cualquiera que tocase algo impuro o alguien al que se consideraba impuro quedaba impuro también. ¿No recordamos las exigencias de los fariseos de lavarse y purificarse las manos incluso cuando regresaban de la plaza por si algo impuro habían tocado y comiesen entonces con manos impuras?

Algo nuevo está sucediendo. ‘Quiero’, fueron las palabras de Jesús cuando tocó aquel cuerpo enfermo y en consecuencia impuro. ‘Y la lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio’. ¿Nos estará diciendo Jesús lo que tenemos que hacer?

Quiero’, que no fueron solo palabras. ‘Extendió la mano y lo tocó’. ¿Será lo que tenemos que decir y que hacer cuando nos cruzamos con aquellas personas a las que seguimos mirando de lejos? Porque seguimos poniendo distancias, seguimos manteniendo barreras, seguimos mirando de lejos, con no todos queremos juntarnos; seguimos queriendo ignorarnos los unos a los otros, decimos que para no molestarnos pero realmente porque rompemos sintonías y queremos caminar cada uno por su lado; seguimos saludando a unos sí y a otros ni las vemos porque no miramos a la cara; decimos que no somos racistas pero, ¿cómo miramos a las inmigrantes que traspasan nuestras fronteras? ¿Tratamos igual a un extranjero que viene en avión con su pasaporte a gastarse su dinero en nuestra tierra que al inmigrante que nos llega de forma clandestina, en patera o como decimos de forma ilegal?

‘Quiero’, dijo Jesús y extendió la mano. ¿Dónde y cuando tengo yo también que decir ‘quiero’ para extender la mano como Jesús? Os digo con sinceridad que me deja inquieto esta página del evangelio. Tenemos que ir sanando de muchas lepras a tantos a nuestro lado y a nuestro mundo, pero tenemos que ir sanándonos nosotros de esa lepra que de una forma u otra hemos dejado meter en nuestra vida con nuestros gestos y actitudes no siempre tan buenos.