viernes, 16 de febrero de 2024

Romper y desatar cadenas y correas, hacer desaparecer pesos muertos para los demás, desterrar intransigencias, quitar cerraduras para que se derrame el amor

 


Romper y desatar cadenas y correas, hacer desaparecer pesos muertos para los demás, desterrar intransigencias, quitar cerraduras para que se derrame el amor

Isaías 58, 1-9ª; Salmo 50; Mateo 9, 14-15

Es cierto que siempre nos echan en cara lo mismo; es como si fuera una vía de escape fácil para aquellos que quizás no están tan tranquilos en su conciencia, pero que a manera se justificación de lo que ellos no hacen y en el fondo están sintiendo que algo distinta tiene que ser su vida, el echarnos en cara o el juzgarnos si lo que hacemos está bien hecho o no, o si lo que hacemos es como una pantalla para ocultar nuestras cosas de nuestra vida desordenada.

Sentimos, en cierto, la tentación de responder echándoles en cara lo que ellos no hacen, pero mejor es que nos lo tomemos en serio y como un buen punto de arranque para muchas cosas que tendríamos que mejorar en nuestra vida. ¿Qué sentido tienen nuestros ayunos y por qué los hacemos? La religiosidad que vivimos en nuestra vida ¿es auténtica porque hay una profunda relación con Dios o son solo costumbres o rutinas porque siempre se ha hecho así y alguna cosa habrá que hacer? Mientras ayunamos o hacemos actos de penitencia o dedicamos nuestro tiempo a muchas expresiones de una religiosidad popular ¿por dónde anda nuestra vida? ¿Por dónde andan nuestras relaciones con los demás?

Son preguntas que con sinceridad tenemos que hacernos en nuestro interior para analizar dónde está la autenticidad de nuestra vida. ¿Nos quedamos solo en apariencias, en asistir a unos actos o realizar una serie de prácticas religiosas pero simplemente como una costumbre que se puede convertir en rutina? No estamos queriendo juzgar ni condenar a nadie, sino que os invito a que busquemos esa autenticidad, esa verdad de nuestra vida. No digo que esté mal o no las críticas que nos pueden hacer, pero pueden ser punto de partida para una reflexión que nos hagamos, para una renovación que ciertamente tenemos que hacer de nuestra vida.

A esto nos invita este camino de cuaresma que acabamos de comenzar. Es cierto que de una forma o de otra se nos van a ofrecer toda una serie de prácticas religiosas, vamos a rescatar muchas cosas de esa religiosidad popular que reconozcamos que ha sido así es lo que ha alimentado la fe del pueblo sencillo a lo largo de los años y de los siglos, pero bien sabemos que todo no se puede quedar ahí.

Sí, religiosidad es la forma con la que expresamos lo que es nuestra relación con Dios; es el sentido incluso de la palabra religión. Será algo que tenemos que cultivar con todo espero y queriendo darle la mejor y mayor profundidad. Pero bien sabemos que nuestra relación con Dios estará mejor anudada en la medida en que sabes anudar bien nuestra relación con los demás. No podemos, de ninguna manera, separar la una de la otra.

Por eso hoy el profeta, en nombre de Dios, nos ha dicho y con toda energía cuál es el verdadero ayuno que el Señor quiere. Está claro y no hay que darle ni muchas explicaciones ni muchas interpretaciones.

‘Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos’.

Romper y desatar cadenas y correas, cuantas ataduras nos buscamos, pero con cuantas ataduras queremos dominar sobre los demás; hacer desaparecer lo que haya en nuestra vida que pueda ser un peso para los demás, desterremos exigencias, intransigencias y malos humores con los que tantas veces cargamos contra los otros y les hacemos pasar malos momentos; rompamos las cerraduras con las que queremos guardar solo para nosotros mismos y dejemos que se desparrame de forma generosa lo que somos y lo que tenemos para que todos puedan llegar a vivir con dignidad.

No es fácil. Son muchos los apegos que llevamos en la vida, los orgullos que nos siguen encerrando en nosotros mismos, la insolidaridad que muchas veces hierve dentro de nosotros mismos y cuya espuma nos impide descubrir lo que hay y lo que sufren los que están nuestro lado, no nos enteramos ni nos queremos enterar. Cambiar esas posturas y actitudes produce más desgarro dentro de nosotros que los tirones que nos pueda dar un estómago hambriento solo por un día.

¿Cuál será el ayuno que me está pidiendo el Señor en esta cuaresma que acabamos de comenzar?


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