domingo, 17 de noviembre de 2024

Si abrimos los ojos y nos dejamos iluminar por la fe y la esperanza descubrimos muchas cosas bellas, no solo negruras de sufrimiento sino muchas luces de esperanza

 


Si abrimos los ojos y nos dejamos iluminar por la fe y la esperanza descubrimos muchas cosas bellas, no solo negruras de sufrimiento sino muchas luces de esperanza

Daniel 12, 1-3; Sal. 15; Hebreos 10, 11-14. 18; Marcos 13, 24-32

En la lectura de la historia y de la vida que todos de alguna manera nos hacemos surge la cuestión de si otros tiempos fueron mejores o peores, si acaso nosotros estamos viviendo los peores momentos de la historia o acaso nuestros tiempos son los mejores gracias al desarrollo que hemos alcanzado y el estilo de bienestar que hoy podemos vivir, aunque cuando contemplamos la cruda realidad de nuestro mundo pareciera que si todo eso del bienestar se nos queda en agua de borrajas.

No soy un experto para dictaminar si fueron o son peores o mejores los antiguos o los de nuestra época, pero siempre nos vamos a encontrar cosas que hacen sufrir a la humanidad, la naturaleza no sé si de manera cíclica o no pero se nos muestra violenta y destructora, como ahora hemos vivido en la cercanía de nuestra tierra, pero todos recordamos avalanchas y destrucción, volcanes y terremotos, devastación y muerte a lo largo de la historia que, vamos a decirlo así, nos ponen la carne de gallina, porque nos llenan de sufrimiento y de dolor.

Pero ¿nos resignamos ante lo irremediable? ¿O acaso nos llenamos de insensibilidad cuando no nos sucede a nosotros directamente? ¿Nos hará plantearnos quizás un sentido de la vida o una nueva manera de hacer las cosas o enfrentarnos a esas realidades? Claro que no nos quedamos en esos daños materiales, en esos sufrimientos y dolor diríamos solamente desde lo material. Descubrimos o nos damos cuenta que en la vida hay otros muchos sufrimientos que nos provocamos los unos a los otros cuando quizás vivimos un sentido egoísta de la vida, nos dejamos arrastrar por nuestros orgullos y pasiones, o algunas veces queremos convertirnos en dioses del mundo para que todos nos adoren.

No nos es fácil la vida porque muchas veces no son fáciles nuestras relaciones con los demás porque nos puede faltar madurez y entereza para afrontar la vida y sus problemas, para suavizar esas aristas que muchas veces todos llevamos con los que al rozar los unos con los otros en nuestros mutuos y necesarios encuentros nos podemos hacer daño. No siempre quizás estamos dispuestos a limar esas asperezas y nos vamos haciendo daño los unos a los otros. Algo nuevo y distinto tendríamos que hacer, tendríamos que plantearnos.

¿Se estarán refiriendo a esas turbulencias los anuncios que nos hace hoy Jesús en el evangelio? Es cierto que escuchamos un lenguaje apocalíptico, y parece como si nos hablara del fin del mundo, del fin de los tiempos. Muchos se han quedado en la interpretación de estos evangelios que escuchamos sobre todo en estos días del final del año litúrgico en este sentido. Es cierto también que es algo que está podríamos decir en el sentir de muchos de nuestra sociedad hoy como también ha sido en otros tiempos.

Los que tenemos unos años podemos recordar cuantas veces en los últimos tiempos se ha hablado de la proximidad del fin del mundo. Estos días pasados leía el anuncio que se hacía de que se podía datar ya la fecha o algo así del fin del mundo que hoy conocemos, aunque la verdad no me entretuve mucho en leer con detalle lo que se decía. De algunas maneras todos pensamos, aunque lo tratemos de disimular, en un final de la vida o de la historia. Pero ¿esto ha de ser motivo de angustias y de agobios?

Jesús con sus palabras en el evangelio, que no valen para todos los tiempos, son buena noticia de Dios en todos los tiempos, trata de hacer que vivamos en paz y en serenidad. ¿Por qué no seguir viviendo con responsabilidad el tiempo presente que de alguna manera estar construyendo un futuro mejor?

Jesús nos propone unas imágenes muy bonitas y que pueden ser bien significativas. Habla de los brotes de las yemas de la higuera, que nos anuncian primavera y nos anuncian un verano de frutos que se acerca. ¿Por qué, pues, en todo eso que sucede, en todo eso que es nuestra vida, con sus luces y con sus sombras, no vemos surgir esas yemas o esos brotes que nos anuncian un tiempo mejor? ¿No podríamos descubrir en medio de todas esas oscuridades pequeñas luces que van brotando porque van surgiendo corazones generosos y solidarios, porque nos hacen preguntarnos y plantearnos qué es lo que podemos hacer mejor para que nuestro mundo sea mejor?

Tenemos que saber descubrir y ver el esfuerzo de tantos que siguen luchando con responsabilidad y constancia a pesar de las dificultades, vemos el trabajo que se intenta realizar por una mejor educación de nuestra sociedad, constatamos el sacrificio de tantos que trabajan desinteresadamente por hacer que los que están a su lado tengan una vida más digna, el espíritu fuerte de tantos que se levantan de en medio del barro en que los ha envuelto la vida para recomenzar de nuevo con ilusión y con esperanza.

Si abrimos los ojos, dejándonos iluminar por la fe y la esperanza podemos ver muchas cosas bellas, no solo las negruras del sufrimiento o de los horrores que puedan ir surgiendo. Hay muchas luces en nuestro mundo que nos dan esperanza.

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