martes, 22 de octubre de 2024

Vivir con esperanza es vivir con responsabilidad, es darle calidad a la vida y a lo que hacemos, y nos lleva a una nueva alegría que da optimismo a la vida

 


Vivir con esperanza es vivir con responsabilidad, es darle calidad a la vida y a lo que hacemos, y nos lleva a una nueva alegría que da optimismo a la vida

Efesios 2,12-22; Salmo 84; Lucas 12, 35-38

Estamos acostumbrados a ver esos vigilantes, que llamamos habitualmente seguritas, que se encargan de la vigilancia de determinados lugares o en ciertos acontecimientos; vigilantes, por ejemplo, que en la noche tienen que estar guardando la seguridad de un determinado lugar, bien desde cámaras de vigilancia, por ejemplo, repartidas por un edificio, bien sea en las rondas que durante su tiempo de servicio tienen que estar realizando continuamente; no se les permite que se distraigan con otras cosas para que puedan prestar bien ese servicio de vigilancia; su uniforme, sus medios de disuasión para los intrusos, pero sobre todo la atención que deben prestar. Al final de su servicio sin que haya ocurrido nada presentarán la guardia satisfechos de haber logrado prestar bien su servicio y recibirán el reconocimiento de quienes se lo han encargado.

Me viene a la mente este hecho ante lo que nos dice hoy Jesús en el evangelio. ‘Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros Estad. como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame…’ Ceñida la cintura y encendidas las lámparas, nos dice. Vestidos como quien tiene que salir a realizar un servicio – no acostados en la cama adormilados, podríamos decir – y con los medios adecuados como sería una luz para poder ver en las sombras a quien se acerca y llega. Atentos, porque no se sabe la hora de la llegada, y hay que estar prontos para abrir la puerta y recibir al que llega. Y con eso, nos dice Jesús, que se sienten dichosos, se sienten bien, se sienten a gusto, felices.

Y Jesús nos está diciendo que esa es tarea de nuestra vida. Vigilancia porque hay esperanza; al final dicha y felicidad porque se ha mantenido esa vigilancia, se ha cumplido con esa responsabilidad y se siente la satisfacción final. Una vigilancia y una esperanza vivida con alegría; es el gozo de la espera en la seguridad de lo que ha de venir, de lo que hemos de recibir, de la gloria de Dios que hemos de dar con nuestra vida.

No es fácil esa vigilancia en una noche oscura en la que parece que las horas se alargan. En ocasiones en la vida no nos es fácil mantenernos en esa tensión de la fidelidad; o  nos dormimos, o nos distraemos con otras cosas de las que quizás nos valemos para pasar el tiempo. Pero la vida no nos la podemos tomar como un dejar que pase el tiempo y veremos que la que al final tenga que suceder. La esperanza nunca puede ser pasiva, no es cruzarnos de brazos, es asumir nuestra vida, el lugar que en ella tenemos, lo que es nuestra responsabilidad, lo que nosotros podemos aportar, lo que tenemos que construir.

No es pasar la vida, dejando pasar el tiempo, que ya vendrá el final; es construir, es sentirnos responsables de esa vida, pero también de ese mundo en el que vivimos, por eso no puede haber pasividad, porque el que se siente responsable no actuar de una manera pasiva, sino que se siente activo, se siente con vida y con ganas de vivir. Por eso el que tiene esperanza será siempre una persona optimista, capaz de ver lo bueno que puede construir y se pone de manera activa a realizarlo. Siempre decimos que la esperanza es el gran motivo de nuestra alegría.  Se sentían dichosos, nos dice hoy el evangelio, aquellos criados cuando al final de su tiempo de vigilancia  tenían la satisfacción de haber realizado bien su tarea. Los hará sentar a la mesa aquel buen amo al encontrar a sus criados vigilantes y los irá sirviendo.

¿Viviremos así con esa alegría nuestra tarea y el cumplimiento de nuestras responsabilidades? Lástima esa amargura con que tantos viven su trabajo; no le han terminado de encontrar su sentido y su valor. Y cuando no vivimos con alegría nuestro trabajo seguro que no daremos el cien por cien, sino que simplemente nos contentaríamos con cumplir. Y ya sabemos la merma de calidad que va a tener una vida así y un trabajo realizado de esa manera. Creo que es una hermosa llamada de atención la que hoy Jesús nos está haciendo en el evangelio.

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