martes, 10 de septiembre de 2024

Necesitamos encontrar momentos de interiorización, de apertura del corazón a Dios para asumir la misión que Jesús también nos está confiando

 


Necesitamos encontrar momentos de interiorización, de apertura del corazón a Dios para asumir la misión que Jesús también nos está confiando

1Corintios 6, 1-11; Salmo 149; Lucas 6, 12-19

Cuando en la vida tenemos que tomar decisiones que consideramos importantes además de pensarlo y de reflexionarlo mucho normalmente pedimos consejo a personas que por su prudencia y sus conocimientos nos pudieran dar una opinión que nos ayudara en nuestra toma de decisiones; si se trata de escoger colaboradores para una tarea con los que hemos de trabajar codo con codo también nos lo pensamos mucho antes de elegirlos, viendo su experiencia y la práctica que hayan adquirido en otras actividades de sus vidas, sus conocimientos y su preparación, buscando también el consejo de personas expertas. No nos la podemos jugar.

Ha llegado el momento en el camino del anuncio del Reino de Dios que Jesús va realizando de ir escogiendo a personas que están cercanas a Jesús y al Evangelio que El nos está trasmitiendo para tenerlos como colaboradores directos suyos en esta tarea; estamos hablando quizás muy a lo humano, tal como se podría pensar en cualquier tarea que en la vida tengamos que realizar.

Pero aquí se trata de algo mas, es el anuncio del Reino de Dios, es la continuidad de la obra de Jesús, es la comunidad nueva que tiene que surgir desde la fe de aquellos que le siguen. ¿Jesús se aconseja, lo consulta con alguien? En un aspecto humano nada nos dice el evangelista, que además suele ser muy medido y escueto en el relato del Evangelio. Pero sí nos dice una cosa importante. Jesús se pasó a solas la noche en oración.

¿Dónde mejor podía acudir Jesús, hablando muy llanamente, cuando se trata de las obras de Dios y de la tarea del anuncio del Evangelio? Si nos fijamos bien en el evangelio tratando de hacer una análisis bien profundo de los gestos de Jesús, le veremos que en varios momentos que van a ser muy determinantes nos habla del evangelista de que Jesús se ha retirado a algún lugar apartado para orar.

Podemos pensar en el inicio de la predicación, que será a partir de aquella cuarentena de ayuno y oración que Jesús llevado por el Espíritu pasó en el desierto. Lo veremos igualmente en el momento en que va a vivir su Pascua, cuando van a comenzar los momentos de su entrega, de su pasión y muerte, se retira a Getsemaní. Ya al comienzo casi de su predicación por lo pueblos y ciudades de Galilea, tras aquellos primeros momentos allí en Cafarnaún, cuando toda la gente ya comenzaba a buscarlo, se retiró a solas a orar y cuando lo encuentran les dice que hay que ir a otro lugares para que allí también se anuncio la Buena Noticia del Reino de Dios. Ante de la resurrección de Lázaro, eleva también sus ojos al cielo dando gracias al Padre que le escucha por aquel signo de vida que va a realizar.

Podríamos seguir fijándonos en más momentos, pero nos quedamos en lo que hoy nos dice el Evangelio; va a escoger a aquellos discípulos que va a tener más cercanos a El para prepararlos para enviarlos como apóstoles en el anuncio del Evangelio y antes de pasa la noche en oración. Y de allí saldrán los hombres de los elegidos a los que llama por su nombre para tenerlos con El porque han de realizar su misma obra, su misma misión.

Con ellos bajará a la llanura y allí se encontrará con la multitud que le espera. Venían a escucharle, venían para ver liberados de sus dolencias y de sus males. Todos querían estar cerca de Jesús por en su presencia se sentían distintos, se sentían transformados y lanzados a algo nuevo, escuchándole renacían sus esperanzas y sentían que algo nuevo podía comenzar. No les importará venir de lejos o pasarse días en camino aunque se les acabaran sus provisiones.

Nos habla el evangelista que está en Galilea, pero allí hay gente de Jerusalén y de toda Judea; pero allí hay gentes venidas de lo que eran ya las fronteras de Israel porque vienen de la costa de Tiro y Sidón, aunque sean ciudades de gentiles. Por allá lo veremos un día marchar también porque curará a la hija de la Cananea, o al leproso de la región de la Decápolis, y también será en esa periferia donde un día pedirá la confesión de fe sus discípulos y prometerá que Pedro será la piedra sobre la que se edificará su Iglesia.

Una señal de la misión que ahora están recibiendo aquellos escogidos que habrán de ir al mundo entero para anunciar el evangelio de Jesús. Una señal de lo que es nuestra misión que también con el mismo espíritu de fe hemos de recibir de manos de Jesús. ¿No necesitaremos nosotros también encontrar esos momentos de interiorización, de reflexión, de oración, de apertura del corazón a Dios para escuchar allá en lo más hondo de nosotros mismos la misión que Jesús nos está confiando?

 

 

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