sábado, 22 de junio de 2024

En Jesús tendremos el valor y la fuerza para que aparezcan esas actitudes nuevas, esos valores nuevos, todo lo que significa reconocer que Dios es nuestro único Rey y Señor

 


En Jesús tendremos el valor y la fuerza para que aparezcan esas actitudes nuevas, esos valores nuevos, todo lo que significa reconocer que Dios es nuestro único Rey y Señor

2ª Crónicas 24, 17-25; Salmo 88; Mateo 6,24-34

Una cosa que todos decimos, pero al final no sabemos ponerle remedio. Decimos con facilidad cuando nos ponemos muy serios a hablar juiciosamente que así no podemos vivir, con estas prisas, con estos agobios, que es un tormento, que habrá que parar de alguna manera, porque si no la vida ya se encargará de pararnos. Ahí tenemos grandes emprendedores, que, como solemos decir, parecía que se iban a comer el mundo, todo eran trabajos, nuevas iniciativas, empresas que comenzaban a funcionar, pero de repente todo se paró, el corazón de aquel hombre tan emprendedor que tantas cosas hacia que no paraba, no tenía ni tiempo para comer, dijo ‘ya no puedo más’, un infarto, una enfermedad irremediable, y ¿en qué se quedaron todas aquellas carreras y todos aquellos agobios? Pero es que no escarmentamos ni en cabeza ajena.

Como ya hemos reflexionado en otra ocasión la vida no se puede quedar reducida a esas carreras y a esos agobios. La persona vale mucho más que todas esas riquezas que podamos conseguir. Y pensamos en su salud, pero no solo lo corporal que también un día nos fallará, sino en el estado anímico de la persona, en su paz interior, en la serenidad y paz para afrontar los problemas; con tantas carreras ni tiempo tenemos para pensar en nosotros mismos, en ese crecimiento interior como persona, en el sentido que hemos de darle a la vida, se nos escurre todo de las manos como el agua que no podemos contener entre nuestros dedos.

Me van a decir, es que es mucho lo que hay que hacer y no hay tiempo para todo. Pero ¿son solo las cosas lo que le dan sentido a la vida del hombre? ¿Cuáles tendrían que ser las mejores metas para la vida del hombre? Son preguntas que no podemos dejar pasar sin intentar darle respuestas. Pero para ello tenemos que detenernos, porque es necesario pensar, reflexionar, ahondar en lo más hondo de nosotros mismos, pero también dejarnos iluminar por tantos faros de luz que Dios va poniendo a nuestro lado en los caminos de la vida, hombres sabios y prudentes como profetas, reflexivos, que mastican mucho las cosas no solo en la mente sino en el corazón antes de dar respuestas. Podemos encontrar maestros, sabios, y tenemos que confrontar también ideas y pensamientos hasta que encontremos la verdad de nuestra vida. No podemos dejarnos llevar por la pendiente de nuestras prisas y carreras.

Nos está invitando Jesús a que sepamos poner nuestra confianza en Dios. El ha venido a revelarnos el mejor rostro de Dios. Y nos está hablando del Dios que hace florecer las flores del campo o que alimenta a los pajarillos del cielo. Y si Dios hace eso con sus criaturas ¿Qué no hará con sus hijos? ¿Por qué entonces nosotros no confiar en la providencia de Dios?

Es el Dios que nos exigirá que negociemos nuestros talentos, porque hay que desarrollar la vida y eso está en nuestras manos, pero es el Dios que nos cuida porque nos ama, porque es nuestro Padre, porque nos ha querido mirar como sus hijos. Los predilectos y amados de Dios. Porque nos mira en Jesús, su Hijo amado al que ha enviado para que nos abra caminos para poder llegar a vivir el Reino de Dios, y porque nosotros nos miramos en Jesús al que siendo Hijo de Dios lo vemos carne de nuestra carne, porque así quiso encarnarse en las entrañas de María para ser para siempre Dios con nosotros, ser Emmanuel.

Por eso terminará diciendo hoy Jesús que busquemos el Reino de Dios y su justicia que lo demás se nos dará por añadidura. Sí, buscar el Reino de Dios; cuando nos enseñó a orar aprendimos a decir ‘venga a nosotros su Reino’. Una petición que tenemos que hacer, que tenemos que aprender a hacer, porque no es pedir que se realice como algo mágico sin que nosotros tengamos que poner nuestra mano en ello. Por eso tenemos que completarlo con lo que hoy nos dice  que busquemos el Reino de Dios.

Es una tarea que tenemos que realizar, es cierto, porque son los pasos que tenemos que ir dando para que en nuestras actitudes, en lo que hagamos, en nuestro compromiso comencemos a manifestar las señales de que está presente el Reino de Dios. Viene Dios a nosotros, lo podemos como centro de nuestra vida y de nuestro corazón – es decir que lo hacemos nuestros Rey y Señor – y ya nuestra vida, lo que hacemos, lo que vivimos tiene que tener otro sentido y otro valor.

Algo nuevo tendrá que reflejarse en nuestra vida. ‘Lo demás se nos dará por añadidura’, nos dice Jesús. En Jesús tendremos el valor y la fuerza para que aparezcan esas actitudes nuevas, esos valores nuevos, todo lo que significa que vivimos reconociendo que Dios es nuestro único Rey y Señor.

Cuánta paz tiene entonces que aparecer en nuestro corazón y en nuestra vida; cómo se van a quedar a un lado esos agobios y esas luchas que nos hacemos y que nos destrozan por dentro. Algo nuevo tiene que comenzar a germinar en nuestro corazón.

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