jueves, 16 de mayo de 2024

Jesús como buen amigo siente como suyo cuanto nos sucede en el camino, pero nos transforma por dentro llenándonos e inundándonos de su amor

 


Jesús como buen amigo siente como suyo cuanto nos sucede en el camino, pero nos transforma por dentro llenándonos e inundándonos de su amor

Hechos de los apóstoles 22, 30; 23, 6-11; Salmo 15; Juan 17, 20-26

Solo el amigo que nos ama de verdad estará junto a nosotros sean cuales sean las circunstancias de la vida en las que nos encontremos. No nos fallará, estará siempre a nuestro lado, será nuestro estímulo y nuestra fuerza, comprenderá nuestras decisiones y perdonará nuestros errores, será mano que nos levante y apoyo en nuestro camino.

Intentamos hacer las cosas bien, queremos en verdad ser agradables para los que nos rodean, tenemos buena voluntad en lo que hacemos, pero a veces renqueamos, a veces fallamos, se nos rompen los hilos que nos unen, aparecen desavenencias y contratiempos, parece que todo se nos viene abajo y fracasamos. Es entonces cuando más necesitamos ese apoyo, ese sentir que el amigo está a nuestro lado, que somos capaces de salir adelante a pesar de los nubarrones que puedan aparecer en la vida; necesitamos tener claridad de ideas y saber por donde andamos.

No olvidemos que Jesús en la misma última cena que han venido celebrando los ha llamado amigos. ‘No os llamo siervos, os llamo amigos’, nos había dicho. Ahora de nuevo necesitamos escucharlo, pero no como palabras que lleguen de forma agradable a nuestros oídos, sino como algo que palpamos en nuestra vida. Así se nos manifiesta Jesús. Todo eso que veníamos diciendo de nuestros sueños y deseos, pero también de nuestras carencias y nuestras debilidades, de esos tropiezos que nos vamos encontrando en nuestra vida, de lo que sucede en nuestro interior que hace que no siempre vivamos en el mismo amor y la misma unidad que Jesús pide y quiere para nosotros.

El está ahí. Es lo que manifiesta esa oración que Jesús está dirigiendo al Padre, una oración por sus discípulos, por sus seguidores, porque aquellos que decimos que creemos en El, pero que muchas veces nos sentimos débiles y nos rompemos por dentro. Necesitamos mantenernos en ese amor y en esa unidad. Porque además sería la señal más palpable de que Dios está con nosotros, o que nosotros no hemos abandonado el camino que nos ha señalado Jesús. Será el mejor testimonio que nosotros podamos presentar. Será la señal que demos para que el mundo comience de verdad a creer, nuestra comunión y nuestra unidad.

Es lo que Jesús está pidiendo. Que eso nos parezcamos a Dios, que en eso nos parezcamos a Jesús, que eso sea el gran signo con que manifestemos nuestra fe en El. ‘No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado’. Así ora Jesús por nosotros, por su Iglesia. ‘Que todos sean uno, como tú, Padre, en mi y yo en ti’.

No siempre damos ese testimonio. No siempre somos ese signo del amor de Dios y de su presencia en medio de nosotros. Aparecen fácilmente esas grietas que desestabilizan nuestras vidas, porque aparecen desconfianzas, porque nos llenamos de orgullo, porque nos hacemos insolidarios, porque nos encerramos en nosotros mismos. Lo estamos viendo en tantas sombras que van apareciendo en nuestra vida; nuestras comunidades se resquebrajan muchas veces, los hermanos nos distanciamos, los que parecíamos que caminábamos unidos comenzamos a ir cada uno por nuestro lado, las envidias comienzan a corroer nuestras relaciones, se nos rompe la comunión.

Pero Jesús seguirá estando a nuestro lado queriendo sanar esas heridas, queriendo poner remedio a esos males, curando con su amor esas enfermedades que aparecen en el alma y tanto nos debilitan. No nos dejemos arrastrar por las rutinas; no nos dejemos envolver en esas bolsas de egoísmo e insolidaridad, no nos sintamos confundidos con tantos cantos de sirena que quieren ofrecernos algo mejor, pero que no nos llevarán nunca por caminos del bien.

Dejémonos envolver por el amor de Jesús. Es el amigo que nunca nos falla, que siempre estará haciendo el camino junto a nosotros para ser luz que nos haga enderezar nuestros caminos, corregir nuestros errores, emprender caminos nuevos que nos transformen de verdad. El siente, como buen amigo, como suyo cuanto nos sucede en el camino, pero nos transforma por dentro llenándonos e inundándonos de su amor.

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