jueves, 23 de mayo de 2024

Contemplamos a Jesús como Sacerdote y como víctima porque es El quien se entrega y se sacrifica, quien en sí mismo realiza el Sacrificio de la Nueva Alianza

 


Contemplamos a Jesús como Sacerdote y como víctima porque es El quien se entrega y se sacrifica, quien en sí mismo realiza el Sacrificio de la Nueva Alianza

Jeremías 31, 31-34; Salmo 109; Marcos 14, 12a. 22-25

Cuando comemos algo quizás, como a primera vista, estamos pensando en el sabor y en el gusto de aquello que comemos, podemos sentirnos atraídos por su forma, su colorido o su sabor, como decimos algunas veces no comemos lo que no nos entra por los ojos, pero tendríamos que decir que todo eso es accidental, que lo importante es lo que asimilamos de aquel alimento, lo que nos da de vida al alimentarnos porque en fin de cuentas es lo que viene a significar el alimentarse, los nutrientes que recibimos que se convierten en energía y vida en nosotros, más allá de lo que desde su apariencia podemos contemplar. Quizás en ocasiones haya cosas que comemos, que ingerimos, aunque no nos sea siempre agradable al paladar, como nos puede suceder con una medicina que tomamos aunque no nos agrade porque sabemos que nos va a dar salud.

Hay en el evangelio se nos habla de comer un pan, que nos dice Jesús que es su cuerpo entregado por nosotros, y se nos invita a beber del vino de una copa que se nos señala que es la sangre derramada por nosotros. Y se nos habla de Alianza como se nos habla también de Reino de Dios, de la misma manera que se nos sitúa en el día de la pascua, en el día en que era sacrificado el cordero pascual.

Todo esto nos quiere decir mucho, porque cuando se nos habla de comer ese pan y de beber de ese cáliz se nos está diciendo qué es lo que realmente vamos a asimilar en esa comida; ya no será simplemente un pan o una copa de vino, se nos está hablando de la entrega de Jesús que es la ofrenda que de si mismo hace al Padre y se nos habla de su sacrificio, que es pascua y que es redención.

¿Quién puede ser capaz de realizar tal ofrenda en la que así mismo es la victima ofrecida en sacrificio? Eso solo lo puede realizar Jesús. Es el Pontífice, es el Sacerdote de la nueva alianza, porque en su entrega y en su sangre derramada se va a establecer una nueva Pascua. Contemplando estamos, pues, a Jesús como Sacerdote y al mismo tiempo como víctima porque es El quien se entrega, quien se sacrifica, quien en sí mismo realiza ese Sacrificio de la Nueva Alianza.

No es como la antiguas en que se ofrecía algo ajeno a uno mismo, aunque con nosotros también tuviera relación, una ofrenda de algo que personal que se hacía, una animal que se consideraba propio y que de alguna manera quería representarnos, pero ahora es distinto, no es algo ajeno o que lejanamente tenga relación con quien hace la ofrenda o realiza el sacrificio, porque es El mismo quien se entrega, quien se convierte en ofrenda pero quien al mismo tiempo hace la ofrenda. Es un nuevo sentido del sacerdocio, un nuevo Sacerdocio, no como el de los antiguos que podía pertenecer a un familia o heredarse de uno a otros; este es un sacrificio eterno, como el de Melquisedec, aquel sumo sacerdote del que ya no se cuentan los años ni la ascendencia familiar, sino que también va a realizar una ofrenda eterna.

Así es el Sacerdocio de Cristo, al que en verdad podemos llamar Sumo y Eterno Sacerdote, que es la fiesta que hoy estamos celebrando, en este jueves posterior a Pentecostés. Una jornada verdaderamente sacerdotal, no solo contemplando a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, sino que nos obliga a pensar y contemplar a cuantos participan de ese sacerdocio de Cristo, no solo ya porque en el Bautismo hemos sido consagrados para ser con Cristo Sacerdotes, Profetas y Reyes, sino que hoy queremos contemplar a quienes el Señor ha llamado con una vocación especial para ser con Cristo esos sacerdotes que también hagan y realicen con su vida el mismo sacrificio de Cristo viviendo una entrega semejante a la de Cristo para el servicio y el bien de todo el pueblo de Dios.

Este jueves es una jornada especialmente sacerdotal, para considerar y valorar a quienes como presbíteros de la comunidad ejercen con su vida un sacerdocio como el de Cristo, convirtiéndose así con sus vidas y ministros y servidores de reconciliación y de amor, en ministros y servidores del pueblo de Dios. Por ellos hemos de orar para que puedan ejercer con fidelidad su ministerio asemejándose en todo a Cristo. Oremos, pues, por los sacerdotes y pastores del pueblo de Dios.

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