lunes, 29 de abril de 2024

Disfrutemos y valoremos la presencia de quien nos ama y quiere habitar en nuestro corazón amando nosotros con el mismo amor


Disfrutemos y valoremos la presencia de quien nos ama y quiere habitar en nuestro corazón amando nosotros con el mismo amor

Hechos de los apóstoles, 14, 5-17; Sal. 113; Juan 14, 21-26

Hay algo que podríamos decir misterioso pero que al mismo tiempo es enormemente reconfortante y es cómo podemos sentir a nuestro lado a aquellas personas que amamos aunque físicamente no estén con nosotros. Es el misterio del amor y de la amistad. Yo sabía que estabas conmigo, le decimos al amado, le decimos al amigo cuando hemos pasado quizás por momentos difíciles y físicamente nos sentíamos solos, pero al mismo tiempo no nos sentíamos solos porque sabíamos que quien nos amaba estaba con nosotros. Tenemos que aprender a disfrutar y a valorar esa presencia espiritual de quien nos ama y a quien amamos.

Esto es en cierto modo lo que nos viene a decir hoy Jesús en el evangelio. Nos pide amor y nos garantiza el amor, un amor que no serán solo palabras bonitas sino expresar con aquello que hacemos ese amor que tenemos. ‘El que sabe mis mandamientos y los guarda, nos dice hoy Jesús, ese me ama; y al que me ama, lo amará mi Padre y lo amaré yo, y me mostraré a El’. Garantía del amor, amamos y nos sentimos amados, pero aun nos dice más ‘me mostraré a El’, podemos conocerle como nadie le ha conocido. Entremos en esa órbita del amor y qué distinta se vuelve nuestra vida.

Muchas veces nos encontramos con gente que duda de Jesús, a nosotros también muchas veces nos entra también la debilidad de esa duda, y miran a Jesús desde la distancia, como si solo fuera un personaje histórico que tuvo su valor e importancia en aquel momento, pero que ahora nos queda lejos, se hace difícil entrar en esa necesaria comunión con El que desde la fe podemos considerar. No podemos mirar a Jesús de esa manera, es necesario algo más, tenemos que dejarnos cautivar por su amor, comprender que su mensaje es un mensaje de vida para nosotros y en El encontraremos siempre el sentido y el valor de nuestra vida. Y eso lo podremos hacer cuando, como decíamos, entremos en la orbita del amor.

Pero no será ya como quien siente una presencia virtual, como ahora tan frecuentemente decimos, sino que será más íntimo y más profundo. Por eso nos insiste Jesús, ‘el que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a El y haremos morada en él’. Dios que mora en nosotros. Nos había dicho al principio del evangelio que ‘la Palabra se hizo carne y plantó su tienda entre nosotros’. No ya solo nos referimos al misterio de la Encarnación de Dios en el seno de María, sino que nosotros mismos por nuestro amor seremos esa morada de Dios. Y con nosotros tendremos al ‘Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho’.

¿No decimos que por el Bautismo somos morada de Dios y templo del Espíritu Santo? Se supone cuando le damos el sí del Bautismo le estamos dando el sí del amor, y todo nuestra vida, entonces, tiene que ser una respuesta de amor al amor que Dios nos tiene. Mucho tenemos que revisar en ese camino del amor; mucho tenemos que considerar cuando así nos sentimos amados de Dios.

 

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