domingo, 17 de marzo de 2024

Jesús nos habla del grano de trigo que se entierra y muere para germinar nueva vida, Jesús de perderse a sí mismo para poder ganar la vida, ahí está nuestra glorificación

 


Jesús nos habla del grano de trigo que se entierra y muere para germinar nueva vida, Jesús de perderse a sí mismo para poder ganar la vida, ahí está nuestra glorificación

Jeremías 31, 31-34; Salmo 50; Hebreos 5, 7-9; Juan 12, 20-33

Alguna vez habremos escuchado hablar de alguien, del que quizás nos han contado maravillas, y tenemos deseos de conocer a esa persona. Motivados por esa curiosidad y sobre todo sintiendo admiración en cierto modo ya de entrada sobre esa persona, buscaremos medios y formas para acercarnos a ella, lograr que nos la presenten, intentar entrar en su círculo de amistades para hacernos un hueco y poder acercarnos a ella.

Son cosas normales en nuestras mutuas relaciones, que forman parte del engranaje de la vida social en el que nos movemos; será alguien de quien hemos escuchado que hace muchas cosas buenas por los demás, una persona altruista que se desvive por los otros, o como sucede en la sociedad en la que estamos, un deportista famoso, un político de esos que tienen un arte muy especial para ganarse adeptos y amigos, será alguien del mundo de la cultura si esto está en nuestros intereses, un artista de fama que arrastra masas y de quien pretendemos arrancarle aunque sea un autógrafo.

¿Cómo nos sentiremos cuando le conozcamos o logremos aquello que tanto soñábamos? Seguramente que encantados, aunque también hay el peligro o la posibilidad de que nos sintamos desilusionados porque en persona no es lo que nosotros habíamos imaginado. Muchas veces pudiera ser mucho más lo que nosotros llevamos en la cabeza, en la imaginación, que la realidad de ese personaje que queríamos conocer.

¿Cómo se sentirían aquellos griegos que querían conocer a Jesús y de los que nos habla hoy el evangelio? Nos relata el evangelista que había dos griegos, quizás en cierto modo cercanos al mundo judío o prosélitos, que a través de Felipe primero y luego también de Andrés quieren acercarse a Jesús. ‘Queremos ver a Jesús’ fue su petición, y ambos apóstoles se los presentaron a Jesús. Importantes que son también las mediaciones. ¿Nos habremos parado a pensar a través de quienes a lo largo de nuestra vida nos hemos acercado a Jesús o le hemos conocido más? Sería también algo para pensar, pero también para agradecer, quienes han sido mediación en la vida para que nosotros conozcamos a Jesús. Nuestros padres, el testimonio de alguien a nuestro lado, un catequista, el sacerdote que nos ha acompañado, el ejemplo de una persona en la que nos fijamos que calladamente hacía el bien y sin ella siquiera saberlo ha influido en nosotros. Daría para largas reflexiones, como también tendríamos que pensar en cómo habremos sido nosotros mediación para los demás.

Seguramente el encuentro con Jesús de aquellos griegos fue impactante. Fijémonos de lo que comienza a hablar Jesús. Llega la Hora en que ha de ser glorificado el Hijo del hombre. ¿Cuál ha de ser esa glorificación? Los judíos que tan ansiosos estaban por la llegada del Mesías, con su manera tan particular de entenderlo, estarían pensando en esos días de gloria para el pueblo de Israel que por fin se vería liberado de la esclavitud y de la opresión. Días de gloria habían sido los de la salida de Egipto en búsqueda de la libertad, aunque el camino había sido bien duro a través del desierto para llegar a la tierra prometida. ¿Llegarían esos nuevos días de gloria?

Pero Jesús habla del grano de trigo que se entierra y muere para germinar nueva vida. Jesús habla de una entrega que El va a realizar de sí mismo porque es la manera de alcanzar la vida. ¿Recordarían los discípulos aquello que Jesús tantas veces les había anunciado de que el Hijo del hombre iba a ser entregado en manos de los gentiles y les había hablado de padecer y de muerte? Ellos nunca lo habían querido entender, y seguramente serían palabras que estarían bien guardadas quizás por los temores de lo que anunciaban. Habla Jesús de perderse a sí mismo para poder ganar la vida. Pero eran palabras que resultaban duras. Y Jesús les dice que el que quiera servirle que le siga, pero ese es el camino, el de la entrega hasta perder la vida para ganarla.

En medio de los interrogantes que podrían están surgiendo en el corazón de quienes escuchaban las palabras de Jesús va a surgir momentáneamente algo extraordinario. Se va a oír una voz venida de lo alto que habla de esa glorificación. ‘Lo he glorificado y volveré a glorificarlo’. Fue como un trueno, fue algo extraordinario que no acababan de entender, como también les costaba entender las palabras de Jesús; era como la voz de un ángel del cielo, pero todos se sentían como aturdidos. ¿Recordarían los discípulos lo sucedido en lo alto del Tabor? ¿Alguien recordaría las palabras venidas del cielo allá en el Jordán cuando Jesús fue bautizado por Juan? Mas tarde en Getsemaní, ¿recordarían lo que ahora había sucedido?

Allí se estaba manifestando la gloria de Dios. Era como un anticipo de lo que Jesús tanto había anunciado que el Hijo del hombre que había de ser crucificado resucitaría al tercer día. Seguramente después de la resurrección recapitularían todas esas cosas y con la fuerza del Espíritu Santo recibido en Pentecostés llegarían a la plena comprensión.

Nosotros lo escuchamos hoy, en vísperas ya de la celebración del misterio pascual. Es lo que vamos a contemplar y a celebrar. Es la glorificación del Hijo del hombre, pero que va a ser para nuestra gloria, para nuestra salvación, porque en ese amor de Dios que se va a manifestar alcanzaremos el perdón, nos llenaremos de la salvación.  Es para lo que tenemos que seguir preparándonos con intensidad en estos días que nos quedan de cuaresma. Es lo que vamos a vivir en la Pascua. Jesús nos está diciendo que cuando sea elevado sobre la tierra, atraerá a todos hacia El.


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