miércoles, 20 de marzo de 2024

Busquemos a Jesús, queramos conocer a Jesús dejémonos iluminar por su verdad que nos engrandece y nos hace libres

 


Busquemos a Jesús, queramos conocer a Jesús dejémonos iluminar por su verdad que nos engrandece y nos hace libres

Daniel 3, 14-20. 91-92. 95; Sal.: Dn 3, 52-56ª; Juan 8, 31-42

El orgullo nos mata. El orgullo quiere endiosarnos y al final terminamos siendo esclavos de nuestro propio ego, de nuestro propio yo. Y es que además el orgullo  nos hace odiosos, insoportables; qué terrible es tener a nuestro lado a una persona orgullosa que no piensa sino en sí misma, que no hace sino resaltar sus cosas, porque todo lo que hace lo ve admirable y único y nadie puede ser como él. No lo aguantamos.

Orgullosos de nuestras cosas, de lo que hacemos o de lo que valemos. Por supuesto no está mal que nos valoremos y por ahí tiene que andar también la autoestima, pero eso no significa colocarnos sobre pedestales para encandilar a los otros o para anularnos. Orgullosos de la sangre, porque nos consideramos siempre que estamos un escalón por encima de los demás; orgullosos de nuestro pueblo o nuestras costumbres, pero que nos impiden ver y valorar también a los demás y sus raíces. Muchos orgullos se nos pueden ir metiendo en la vida, que van creando distancias, abismos con los que están a nuestro lado, a quienes veremos siempre desde la altura de nuestro orgullo y cuando miramos siempre de lo alto veremos pequeños a los que están abajo; es lo que nos suele suceder. Por eso decíamos que realmente el orgullo nos mata, porque va a restar humanidad a la propia vida.

Es lo que le estaba sucediendo a aquellos a los que Jesús se está dirigiendo en esta ocasión, en el pasaje del evangelio que hoy se nos ofrece. Están subidos en sus pedestales porque ellos sí que son hijos de Abrahán, ellos sí que tienen la religión auténtica; así lo piensan, pero en su vida no hacen sino  crear abismos con los que los rodean. Por eso no entienden, o no quieren entender las palabras de Jesús. Pero no son solo sus palabras sino que es la manera cómo Jesús se ha presentado ante el pueblo, cómo Jesús está al lado de los que se sienten oprimidos por cualquier motivo para abrirles camino de verdad y de libertad.

No le importa a Jesús estar al lago de los pobres y de los que son despreciados de los demás. Le echarán cara, es cierto, de que come con publicanos y con pecadores. Pero es que Jesús ha venido para restituirnos nuestra humanidad, y es la humanidad con que se presenta, a pesar de ser Dios, - no hizo alarde de su categoría de Dios, nos dirá san Pablo, sino que se abajó y se hizo uno de tantos -, y es la humanidad con que tratará a todos para elevarnos y darnos la mayor grandeza.

Por eso les dirá a sus discípulos que ellos no pueden ser como los poderosos de este mundo o los que tienen autoridad sobre los pueblos, sino que han de saber hacerse los últimos y los servidores de todos. Es el camino que toma Jesús que se hizo esclavo para morir por nosotros en la cruz.

Y Jesús que nos ayuda a descubrir la verdad de nuestra vida, nos engrandece, porque nos hace hijos de Dios. No somos esclavos sino libres. Por eso nos ha dicho hoy: ‘Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres’. Conocer a Jesús es conocer la verdad; El es nuestra sabiduría, El es la Verdad, como nos dirá en otro momento y estos días vamos a recordar. Es en Jesús donde vamos a encontrar el verdadero sentido del hombre, el verdadero sentido de la vida. Por eso nos dice ‘conoceréis la verdad y la verdad nos hará libres’.

Y continuará diciéndonos ‘y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres’. Y con la libertad que nos ofrece Jesús serán nuevas y distintas nuestras relaciones con los demás, porque a partir de ese momento todo tiene que ser humanidad; nada de opresión, nada que merme o reste la grandeza de toda persona, nada que me haga sentirme ni mejor ni por encima. Algo nuevo tiene que comenzar, porque aprenderemos a caminar al mismo paso, dándonos la mano, ayudándonos mutuamente a levantarnos los unos a los otros, no permitiendo que haya distinciones ni separaciones, porque como somos hijos todos somos hermanos. No vamos ya caminando por la vida con otros orgullos o grandezas.

Busquemos a Jesús, queramos conocer en verdad a Jesús, dejémonos iluminar por su verdad, hagamos su camino que es el que nos lleva a la vida.


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