miércoles, 7 de febrero de 2024

Purifiquemos y sanemos el corazón, llenemos de buena higiene nuestras mutuas relaciones y nuestro mundo será otro, vayamos con Jesús y El nos sanará

 


Purifiquemos y sanemos el corazón, llenemos de buena higiene nuestras mutuas relaciones y nuestro mundo será otro, vayamos con Jesús y El nos sanará

1 Reyes 10, 1-10; Sal 36; Marcos 7, 14-23

Hoy toca hablar de higiene. De alguna manera hemos venido hablando de ello. Vivimos hoy en un mundo donde se cuida mucho más ese tema. Hoy todo es cuidado para preservar la buena presentación de las personas, de las cosas y de los lugares. Lo cuidamos en nuestra presencia, lo cuidamos en los lugares en que habitamos – queremos tener nuestro hogar resplandeciente, como queremos que las calles y lugares comunes de nuestros pueblos y ciudades estén bien cuidados – como lo vigilamos en nuestra alimentación para que nada sea dañino o perjudicial para nuestra salud.

¿A qué viene todo esto que estamos diciendo? ¿Qué tiene que ver con el mensaje que hoy nos quiere trasmitir el evangelio? Tiene que ver y tiene relación. Pero también puede ser una contraposición a otras situaciones donde quizás no cuidamos tanto nuestra higiene mental, o la higiene de nuestro espíritu. Hay que notar la diferencia entre la preocupación que sentimos por esa higiene corporal o por esa higiene, digámoslo así, de lo exterior de aquellos lugares donde vivimos, y quizá el poco cuidado que tengamos con lo que llevamos dentro de nosotros.  Somos unos defensores ultra del medio ambiente, pero no cuidamos quizás tanto el bien ambiente que tendría que haber en nuestras relaciones humanas, que algunas veces terminan siendo tan inhumanas.

Quizás cuando hemos seguido el evangelio estos días no hemos llegado a entender ese afán que tenían algunos por lavarse las manos para no caer en impurezas legales porque hubieran tocado algo contaminado de muerte, pero somos nosotros bien parecidos porque cuidamos tanto nuestra higiene exterior - ¡cómo nos perfumamos incluso para dar buen olor y crear buen ambiente! – pero no cuidamos tanto aquello que llevamos en el corazón y que crea ese mal ambiente de unas relaciones tensas, de unas palabras fuertes, de unos resentimientos que no terminamos de sanar, de unas violencias interiores que nos hacen estar mal con todo el mundo, de unos distanciamientos que nos creamos poniendo barreras entre unos y otros, unas desconfianzas que crean abismos, y así podríamos pensar en muchas cosas que amargan nuestros encuentros, que nos hacen perder la paz, que dificultan una sana convivencia, que al final nos hacen sentirnos mal.

De eso nos está hablando hoy Jesús en el evangelio. Como continuación de lo que ayer escuchábamos sobre el comer o no con manos impuras, hoy tajantemente nos dice Jesús. ‘Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre’.

Están claras las palabras de Jesús, pero aun así, incluso sus discípulos más cercanos no entienden. Era tal lo influidos que estaban por todas aquellas normas que habían querido imponer los que se consideraban dirigentes entre los judíos en aquel momento. Siguen ellos pensando en la necesaria purificación. ¿Andaremos nosotros incluso entre nuestra propia iglesia un poco con esos criterios de purificación, en que al menos tenemos que dar una buena apariencia externa?  Por eso cuando llegan a casa piden explicación.

También nosotros en muchas cosas nos queremos dar nuestras explicaciones y necesitamos escuchar más a Jesús. ‘¿También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre… Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro…’

¿Qué es lo que destruye nuestras buenas relaciones y la buena convivencia entre unos y otros? ¿Qué es lo que rompe la paz y la armonía entre las personas? Examinemos toda esa lista de cosas que nos señala Jesús y nos daremos cuenta.

Todo eso malo que llevamos dentro es lo que está produciendo la más horrible enfermedad de nuestra humanidad, lo que nos está haciendo tan inhumanos, lo que crea esas tensiones en que vemos vivir nuestra sociedad, lo que está ahondando esos abismos en que no llegamos a entendernos. Miremos lo que sucede cada día, lo que nos muestran los medios de comunicación de tantos ámbitos de nuestra sociedad, miremos lo que son todas esas cosas que nos destrozan la familia, que rompen amistad, que distancian a los vecinos.

Purifiquemos el corazón, sanemos el corazón, llenemos de buena higiene nuestras mutuas relaciones y nuestro mundo será otro. Vayamos hasta Jesús, escuchémosle, dejémonos sanar por El.

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