viernes, 26 de enero de 2024

Tenemos que ser sembradores de semillas de vida en el mundo que nos rodea, en la sociedad en la que vivimos, con la esperanza de que un día darán su fruto

 


Tenemos que ser sembradores de semillas de vida en el mundo que nos rodea, en la sociedad en la que vivimos, con la esperanza de que un día darán su fruto

2Timoteo 1, 1-8; Sal 95; Marcos 4,26-34

Quiero comenzar diciendo algo que podría parecer una perogrullada - una ocurrencia que se sale de tiesto – pero tengo que reconocer que yo creo en la semilla. Sí, la semilla tiene su valor y su significado. Y hoy nos habla Jesús en el evangelio de la semilla, una parábola muy sencilla que solo nos dice que la semilla es echada en tierra, germina y hará nacer una planta que crecerá y un día da fruto; y no nos habla del agricultor que cuida ese campo, no nos habla de lo que hemos de preparar la tierra, sino simplemente de la semilla echada en tierra y que germina. Podíamos decir que no sabemos cómo ni por qué, pero en si misma tiene su virtud, su ser, su esencia, podríamos decir.

¿No hemos visto nacer una planta en los lugares más insospechados? ¿Un árbol frutal que nació allá entre las rocas donde quizás podría parecer imposible que llegara una semilla? ¿Por qué allí y no en otro sitio? Allí llegó la semilla y germinó dándonos una nueva planta. Observaba yo esta misma mañana en mis paseos por los alrededores una pared de piedra que allí se había levantado para salvar un desnivel y a considerable altura se veían surgir plantas silvestres entre las piedras de aquella pared. Allí estaban dando vida y color a la estética de aquella pared.

Y Jesús nos está diciendo que el Reino de Dios es como esa semilla echada en tierra, que germinará y por su misma esa nueva planta puede regalarnos su fruto. Una referencia, es cierto, a la semilla de la Palabra de Dios, como se nos dará referencia y explicación en otras parábolas que nos ofrece Jesús; una referencia a ese Reino de Dios – con él se compara – que germinará en medio de nuestro mundo cuando nos preocupamos de sembrar esa semilla. Esa semilla que son esos valores que nosotros vamos viviendo y ahí en medio de nuestro mundo lo irán contagiando; esa semilla que partirá de nuestros gestos, de nuestras actitudes, de nuestros compromisos, de nuestras buenas palabras con los que queremos enseñar y educar, con los que queremos transmitir lo mejor de nosotros mismos que llevamos en el corazón y queremos vivir.

Somos, tenemos que ser sembradores de semillas en la vida, en el mundo que nos rodea, en la sociedad en la que vivimos. Es importante nuestro testimonio, es importante nuestra palabra, son importantes nuestros gestos. Sembremos aunque nos parezca que lo que hacemos es pequeño e insignificante. Hoy nos ha propuesto Jesús otra parábola habla de la semilla insignificante de la mostaza, pero que nos puede dar una hermosa planta, que como nos dice Jesús en la parábola, hasta los pajarillos pueden anidar entre sus ramas.

      Sin dejarme llevar por orgullos ni vanagloria sí quiero decir que, como bien sabéis los que me leen por Internet, estas pequeñas reflexiones nacidas del evangelio de cada día yo las he querido llamar precisamente así, ‘la semilla de cada día’. Ahí dejo en ese amplio campo de Internet y de las redes sociales esa semilla que quiero plantar cada día, como otras pequeñas reflexiones que cada día ofrezco a mis amigos con el buenos días a las que por su brevedad llamo ‘semillitas’. Es la responsabilidad de sembrar algo bueno y la esperanza de que en alguien germine en cosas buenas para él y para nuestro mundo.

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