viernes, 17 de noviembre de 2023

La esperanza es una virtud fundamental que tenemos que saber avivar y cultivar con fuerza en nuestro corazón para mantenernos firmes en el camino

 


La esperanza es una virtud fundamental que tenemos que saber avivar y cultivar con fuerza en nuestro corazón para mantenernos firmes en el camino

Sabiduría 13,1-9; Sal 18; Lucas 17,26-37

Algunas veces nos acostumbramos a las cosas, que si bien en un principio nos producen una gran impresión, parece que con la repetición de noticias semejantes vamos perdiendo la sensibilidad y ya aunque las oigamos repetidamente ya no las escuchamos, no le prestamos atención.

¿Nos habremos acostumbrado a oír noticias de guerra? Parece que a eso no nos acostumbraríamos, pero ¿quien le da ahora la misma importancia a la guerra de Ucrania cuando llevamos tantos meses oyendo hablar de lo mismo?  Los sufrimientos humanos ahí están, continúa la destrucción de una nación, y parece que ya no le damos tanta importancia. Están los acontecimientos de la franja de Gaza, y parece que unas noticias solapan las otras noticias y ya no sabemos a qué darle más importancia, y al final casi terminamos olvidándolo.

Y podemos pensar en terremotos que con su destrucción se llevan tantas vidas por delante, en volcanes que destruyen lugares y ponen en peligro la vida de personas, en huracanes o ciclones que todo lo arrasan dejando tras de sí muerte y desolación. Pero todos los años oímos hablar de esos huracanes, y ahora hasta nos hacen gracia los nombres que le ponen. ¿Habremos perdido la sensibilidad? ¿Nos estamos acostumbrando a todas esas noticias?

Y todos esos acontecimientos vienen de la noche a la mañana, como se suele decir, en el momento que menos lo esperamos, y aunque haya señales que nos puedan delatar lo que puede suceder, parece que eso no va a pasar y no les prestamos atención. ¿La desolación está en todas esas cosas que suceden y de la manera cómo suceden, o la desolación estará en nuestros corazones? Habría que pararse a pensar. ¿Y todas esas cosas que suceden así de manera imprevista no pudieran ser llamadas para alguna respuesta que tuviéramos que dar nosotros? ¿Habrá algún mensaje que pudiéramos leer en todo eso?

Jesús nos habla en alguna ocasión en el evangelio que hemos de saber leer los signos de los tiempos. Y de esto nos está hablando hoy en el evangelio cuando nos da unas señales de algo que puede suceder y de lo que hacemos en principio una lectura en cierto modo escatológica, pensando en los tiempos finales. Unos tiempos finales que sabemos que vendrán, no sabemos cómo ni cuando, pero que hemos de saber discernir bien para nuestra vida.

En el momento presente también tenemos momentos inesperados, y no pensamos ya solamente en esas catástrofes de la naturales, como hemos venido describiendo, no pensamos solamente en ese accidente inesperado quizás en la carretera o algo semejante y que también nos puede dejar tras de si muerte y desolación, pero podemos pensar en las cosas de cada día en que nos vamos encontrando también con cosas inesperadas, porque cada uno tiene su manera de actuar y no sabemos como va a reaccionar el otro, por ejemplo, o porque la vida nos va ofreciendo sorpresas en las que tenemos que saber reaccionar, o en el camino de la historia que entre todos vamos construyendo las cosas no se suceden como a nosotros nos gustaría y tenemos que afrontar nuevas situaciones y problemas que también nos pueden llenar de intranquilidad y turbación, como sucede con la vida político, por ejemplo.

¿Y cual tiene que ser nuestra forma de reaccionar? ¿Dejarnos arrastrar por la angustia y la desesperación porque lo vemos todo perdido? ¿No habrá ningún rayo de esperanza, ningún resquicio de luz que nos dé fuerzas y ánimos para mantener nuestra lucha por algo mejor? Jesús en el evangelio nos está diciendo que tenemos que estar atentos, que tenemos que estar preparados, que no podemos perder la paz en el corazón, que tenemos que aprovechar cualquier detalle que ponga esperanza, para mantenernos firmes, para seguir con nuestra responsabilidad, para afrontar los problema con valentía, para seguir sembrando nuestra semilla de vida poniendo todo nuestro amor. Ni nos podemos acostumbrar ni podemos cruzarnos de brazos.

La esperanza es una virtud fundamental para el cristiano. Tenemos que saberla avivar y cultivar en nuestro corazón. Es la fuerza también que nos hace trascender nuestra vida. Es lo que nos mantiene firmes en el camino por muy fuertes que sean los temporales. Y bien lo necesitamos en estos tiempos.

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