sábado, 14 de octubre de 2023

Vayamos más sensibles por la vida, no se nos amargue el corazón, seamos capaces de sintonizar y hacer que nos salga una palabra amable y un gesto de ternura

 


Vayamos más sensibles por la vida, no se nos amargue el corazón, seamos capaces de sintonizar y hacer que nos salga una palabra amable y un gesto de ternura

Joel 4,12-21; Sal 96; Lucas 11,27-28

Cuando intentamos caminar en la vida con las antenas de la sensibilidad abiertas es fácil que en aquellas situaciones en que nos encontremos y también en aquella cosas que contemplamos que le suceden a otras personas seamos capaces de sintonizar, de ponernos en su situación y en cierto modo sentir como propio el dolor o la alegría que puedan estar viviendo esas personas. Claro, como decíamos, tenemos que tener abiertas las antenas de la sensibilidad. Cosa que muchas veces hoy no es fácil, porque tenemos el peligro de insensibilizarnos, de no querer saber, de no querer sentir en nuestra carne lo que puedan estar pasando los demás.

Ponernos en el lugar de unos padres que han perdido un hijo en un accidente, por ejemplo; gozarnos con las alegrías y los triunfos de los demás; tratar de descubrir el por qué de un rostro sombrío del que no se escapa ni por equivocación una sonrisa; sentir como propio el sufrimiento, las penas por las que puedan estar pasando los demás. Son cosas que podemos hacer; son las lágrimas fáciles que vemos derramar a tantos cuando escuchan hablar del sufrimiento de los demás; son cosas, por demás, que algunas veces nos cuesta vivir porque en fin de cuentas no queremos sufrimientos ajenos, porque decimos que ya tenemos con los nuestros.

Es la sensibilidad del amor, pero de un amor que se hace profundo, que no se queda en superficialidades o en fervores de un momento. Es el camino que nos va enseñando Jesús que quiere que siempre tengamos los ojos abiertos para los demás. Y tener los ojos abiertos de esa manera no es mera curiosidad, sino que es esa sintonía que nace del alma y que nos llevará a sentirnos solidarios siempre y en todo con los demás.

Hoy escuchamos en el evangelio el gesto de una mujer que mientras escuchaba a Jesús y se entusiasmaba con su mensaje, comenzó a pensar en la madre, a ponerse en el lugar de la madre, a sentir el gozo y la satisfacción de la madre cuando ve los logros de su hijo. Por eso, parece que interrumpe todo con su grito, pero que es que no podía hacer otra cosa desde la emoción que sentía en su corazón. ‘Bendita la madre que lo crió’, viene a decir aquella mujer. Se estaba gozando con el gozo que ella sabía que tenía que sentir el corazón de María. Cómo son sensibles las mujeres para entrar en sintonía con el corazón de sus semejantes.

Aunque sabemos que el mensaje de este texto del evangelio no se acaba aquí, pues ahí están las palabras con las que replica Jesús, como ya tantas veces hemos comentado y precisamente estos últimos días, yo quisiera detenerme hoy en esta sensibilidad que hemos de saber despertar en nuestros corazones. Ya decíamos que tenemos la tentación de ir por la vida con ceño fruncido porque solo vamos pensando en nuestras particulares cosas y no queremos cargar con las de los demás.

Pero creo que puede ser un buen toque de atención para que despertemos las sintonías del alma. En fin de cuentas es responder al mensaje del evangelio que nos pone siempre en camino de amor. Ojalá fuéramos más sensibles de la vida, que no se nos amargue el corazón, que seamos capaces de sintonizar y hacer que nos salga una palabra amable, un gesto de ternura, y quitemos tanta acritud como contemplamos en la vida y nos dejamos también envolver.

María tenía esa sensibilidad; lo contemplamos en el evangelio; parte presurosa para la montaña porque se pone en el lugar de Isabel,  una mujer anciana que va a ser madre, y ella quiere estar a su lado en sus preocupaciones pero también en sus alegrías; mucho podríamos fijarnos en María. La que supo plantar la Palabra de Dios en su corazón para hacerla realidad en su vida. ‘Dichosos mas bien, diría Jesús como replica a aquella mujer anónima, los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen’. Que escuchemos hoy su mensaje y lo pongamos en práctica y brillemos por esa sensibilidad de nuestra vida.

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