viernes, 27 de octubre de 2023

Miramos la vida y contemplamos cuanto sucede, encontremos la sabiduría que nos da unos ojos distintos, una mirada nueva sobre cuanto acontece y nos comprometemos

 


Miramos la vida y contemplamos cuanto sucede, encontremos la sabiduría que nos da unos ojos distintos, una mirada nueva sobre cuanto acontece y nos comprometemos

Romanos 7, 18-24; Sal 118; Lucas 12,54-59

Saber leer la vida es una sabiduría. Es importante. Es necesario. Como nos echa en cara hoy Jesús en el evangelio sabemos interpretar las señales de las nubes para decir que tiempo es o podemos esperar, pero no sabemos leer las señales de los tiempos. Sobre todo en las gentes de nuestros campos, no sé si por estar más en contacto con la naturaleza, o depender en cierto modo de lo que la naturaleza nos ofrece para que nuestros trabajos sean más productivos están ‘barruntando’ como decimos en nuestra tierra si el tiempo está del norte o del sur, si las nubes nos traen agua, o más bien nos anuncian vientos y temporales. Recuerdo a mi abuelo en la tarde pendiente de las nubes, de las señales de la luna o si había no había nubes cubriendo nuestro Teide. Hoy quizás hasta eso las nuevas generaciones lo hemos olvidado.

Pero no nos quedemos en las nubes, sepamos leer la vida, la historia, lo que acontece a nuestro alrededor. Como decíamos al principio, es una sabiduría que no todos sabemos alcanzar. Pero es que en nuestras carreras vamos a lo que salga; no nos detenemos, nos cuesta analizar lo que sucede, es necesario ser más reflexivos y para eso necesitamos estar con los ojos más abiertos. Quizás estamos más pendiente de si el vecino hizo esto o aquello para entrar en nuestros juicios, pero no somos capaces de reflexionar sobre la marcha de la vida.

Nos vemos aturdidos por los acontecimientos, pero parece como si un destino ciego nos estuviera conduciendo de manera que no reaccionamos. En nuestras tertulias o charlas de café, por llamarlas de alguna manera, somos capaces de ponernos con nuestras lamentaciones o con las culpabilizaciones de rigor porque parece que siempre tenemos a quien echarle la culpa, pero no llegamos a la conclusión de mirarnos a nosotros mismos para reaccionar, para poner nuestro grano de arena constructiva, para darnos cuenta de qué parte tenemos nosotros que poner o que no hemos puesto para que la sociedad marche como está marchando.

Los cristianos tenemos que tener criterios claros sobre cuál ha de ser nuestra participación. Razones y motivos tenemos para ir poniendo en nuestro mundo unos valores nuevos. Si nos llamamos cristianos es porque hemos hecho una opción por nuestra vida cuando decimos que creemos en Jesús y que El es nuestro Salvador; tenemos unas claves en ese Reino de Dios en el que creemos y que sabemos que tenemos que construir; tenemos claro unos valores que tenemos que desarrollar porque sabemos el mundo que queremos. Y es por ahí por donde tenemos que apostar. Sabemos bien qué es lo que va a humanizar nuestro mundo y por eso tenemos que luchar.

Y miramos la vida, y contemplamos cuanto sucede, y hemos de tener unos ojos distintos, una mirada nueva sobre todo eso que acontece. Y tenemos que aprender; y tenemos que analizar cuales son los errores que estamos cometiendo para enmendarlos, para hacerlo de una manera nueva y distinta. Y tenemos que saber escuchar esa llamada que Dios nos está haciendo desde esas mismas cosas que suceden. No para crear alarmas, no para ser catastrofistas, que de esos hay muchos en el mundo, pero esa no es la manera. Los miedos no son los mejores consejeros ni serán nunca la fuente de la sabiduría para construir lo nuevo. Sabemos que la semilla sembrada en silencio es la que puede germinar para que surja una nueva planta, una nueva vida. Es por donde tenemos que caminar.

Podemos alcanzar esa sabiduría que nos hará no solo saber leer la vida, sino comenzar a poner manos a la obra para transformarla.  Podemos saber el sentido de las nubes de la vida y aprovechar la fuerza que nos viene de lo alto para generar nueva vida. Y es una tarea que no hacemos solos, porque el Espíritu del Señor está con nosotros para ser nuestra sabiduría y nuestra fuerza.

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