sábado, 8 de julio de 2023

El evangelio es noticia nueva porque si no es nueva no es noticia y es noticia buena porque nos ofrece la novedad de una vida nueva, dejémonos de componendas

 


El evangelio es noticia nueva porque si no es nueva no es noticia y es noticia buena porque nos ofrece la novedad de una vida nueva, dejémonos de componendas

Génesis 27, 1-5. 15-29; Sal 134; Mateo 9, 14-17

Los caminos de la vida y de la historia podríamos decir que son un continuo avanzar, cada cosa tiene su tiempo, cada momento será único e irrepetible, y nos vamos encontrando continuamente las novedades que la misma vida nos ofrece, de alguna manera continuación de lo anterior pero siempre con lo nuevo de lo que ahora sucede que no es una simple repetición de lo pasado. Algunas veces nos cuesta aceptar esa novedad; sobre todo los mayores hay momentos en que nos llenamos de añoranzas de las cosas que en otros momentos vivimos y nos cuesta aceptar lo nuevo que progresivamente se nos va ofreciendo.

De ahí las tendencias en la manera de pensar, en la forma de plantearnos la vida, de continuar con la construcción de este mundo, cosas que nos hacen diferentes los unos a los otros, cosas en las que siempre habríamos de tener la lucidez de ver lo nuevo que podemos hacer o podemos construir. Son las diferentes tendencias que nos encontramos en la vida social, en las costumbres que queremos mantener, en lo valores sobre los que hemos de ir construyendo la vida, la visión incluso de futuro que podamos tener. Nos cuesta muchas veces descubrir lo bueno en lo nuevo que se nos va ofreciendo. No es lo mismo la historia vivida en otros siglos y en otros tiempos, que la vida que ahora nos toca vivir, y es a esta vida a la que tenemos que responder.

La presencia de Jesús que tantas esperanzas iba suscitando en los que soñaban con un nuevo, sin embargo también llenaba de inquietud a los que les costaba entender la novedad de la Buena Noticia que Jesús iba proclamando. Siempre la palabra de los profetas a trabes de toda la historia de Israel produjo esperanzas e inquietudes, entusiasmos y desconfianzas, no todos aceptaban la palabra valiente del profeta que les hablaba en nombre de Dios. Lo mismo está sucediendo con Jesús. Los que se sentían más oprimidos por la vida en las circunstancias concretas que cada uno vivía, llenaban su corazón de esperanza con el mensaje de liberación que Jesús ofrecía; pero incluso, sin embargo, aquellos que aun queriendo mantener una fe y unos sentimientos religiosos, descubrían que eran nuevos los caminos que Jesús ofrecía se sentían inquietos y desconfiados porque les parecía que les estaban cambiando su mundo. Fue el rechazo que veremos a lo largo del evangelio que manifestarán sobre todo los dirigentes del pueblo, muy enfrascados en sus intereses también, contra Jesús.

Pero hoy quienes se acercan a Jesús con cierta desconfianza son los que habían estado muy cerca del Bautista que había venido como precursor del Mesías para preparar los caminos del Señor. La austeridad de Juan, que era un signo en medio de aquel pueblo, había hecho también que a sus propios discípulos les costara aceptar el mensaje de Jesús y el nuevo estilo de vida que Jesús iba ofreciendo. Ellos que habían vivido intensamente la austeridad del bautista, ahora no entienden que los que siguen a Jesús no vivan también en ese mismo sentido tan penitencial. Había que preparar los caminos del Señor, pero no eran las cosas como rutinas lo que había que mantener, sino que era el corazón el que de verdad debía convertirse al Señor. Había sido el mensaje del Bautista que no siempre supieron entender, y era el mensaje de Jesús. Algo nuevo estaba ofreciendo Jesús.

Los discípulos de Juan no entienden que los discípulos de Jesús no ayunen como ellos lo hacían. Pero Jesús les está diciendo que ha llegado la hora de las bodas del Reino de Dios. Y las bodas no se pueden vivir en la tristeza sino en la alegría. ¿Cómo van a ayunar los amigos del novio mientras el novio está con ellos celebrando el banquete de bodas del Reino de Dios?

Y es cuando Jesús nos deja esas hermosas sentencias que nos hablan de esa vida nueva que hemos de vivir. Pero para vivir esa vida nueva del Reino de Dios hay que vestirse un traje nuevo. ¿No recordamos, con la parábola, aquel traje de fiesta que se exigía al que estaba invitado a la boda y quien no lo tuviera no podía participar en ella? No valen composiciones y arreglos, los remiendos siempre quedan mal apañados. Es necesario un traje nuevo, un vestido nuevo, como nuevos tienen que ser los odres donde se ponga el vino nuevo no sea que su fuerza los destruya y se pierdan los odres y se pierda ese vino nuevo.

Es la conversión a la que nos invita Jesús, que es una transformación total, que no es revestirse un traje cualquiera hecho de remiendos, sino vestirse el traje nuevo de la fiesta. Qué lástima porque seguimos con muchos remiendos en la vida, queremos arreglar esto por aquí, queremos mantener lo otro por allí, volvemos a sacar las cosas viejas que ya están inservibles aunque en su momento tuvieran su razón de ser, nos quedamos con estas devociones y estas rutinas, pero no damos el paso grande de la transformación del corazón y de la vida.

Vivamos toda la novedad que nos ofrece el evangelio, como su misma palabra indica. Es noticia nueva, porque si no es nueva no es noticia, y es noticia buena porque algo bueno y nuevo nos ofrece. Dejemos de hacer componendas. Abrámonos a esa novedad de vida nueva.

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