lunes, 17 de abril de 2023

Nuevo nacimiento para ser hombres nuevos, que no son solo apariencias o fisonomías externas sino que por la fuerza del Espíritu hacemos desde lo más hondo de nuestro ser

 


Nuevo nacimiento para ser hombres nuevos, que no son solo apariencias o fisonomías externas sino que por la fuerza del Espíritu hacemos desde lo más hondo de nuestro ser

Hechos de los apóstoles 4, 23-31; Sal 2; Juan 3, 1-8

Nos encontramos con un amigo al que hace tiempo que no vemos, que quizás ha pasado por una enfermedad y nuestra reacción al encontrarlo distinto es decirle aunque tratemos de hacerlo con la mayor delicadeza ‘pero, ¡qué cambiado estás!’. Nos parece otro, su fisonomía ha cambiado por efecto de lo que padecido, lo notamos distinto. Ya sabemos cómo las enfermedades afectan incluso a la manera de ser de las personas, en su carácter, en su manera de reaccionar, porque lo que algunas veces nos parecen distintos.

Pero no vamos a hablar de esos cambios que en fin de cuentas se reducen a lo exterior de la persona. Hoy tendríamos que pensar en la transformación que tendría que darse en nuestra vida al encontrarnos con la fe, al haber tenido un encuentro y una experiencia vital con el Señor. Cuando de verdad nos hemos dejado envolver por nuestra fe nuestra vida no puede ser igual; es lo que produce ese encuentro vivo con el Señor. Hoy Jesús en el evangelio nos habla de un nacer de nuevo, de manera que san Pablo en sus cartas nos hablará del  hombre nuevo.

Ya nos hablaba al principio el evangelio de san Juan, que es el que ahora vamos a seguir de una manera intensa escuchando en este tiempo pascual, de un distinto nacimiento, que no es por la carne ni por la sangre, sino que es un nacimiento que nos viene de lo alto, que nos hace hijos de Dios. ‘A los que lo recibieron, les dio poder ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios’.

Hoy escuchamos el encuentro de Nicodemo con Jesús. Aquel magistrado judío que viene de noche a ver a Jesús. ¿Estaba en la oscuridad de la noche buscando la luz? Todo puede ser significativo. Y es que ya Nicodemo de entrada reconoce un algo distinto en Jesús. ‘Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios como maestro, porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él’.

Y es el momento en que Jesús le viene a decir que no basta solo ese reconocimiento sino que tiene que ser una transformación más profunda la que tiene que realizarse en el hombre, en la persona cuando comience a creer en El.  Y habla de un nuevo nacimiento, cosa que va a sorprender a aquel magistrado porque no termina de entender sus palabras. ‘El que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios’. Es el primer anuncio que Jesús ha hecho creer en la Buena Noticia que se les está comunicando, que el Reino de Dios está cerca. Pero no pueden ser solo palabras, tiene que ser como comenzar a tener una vida nueva. ‘El que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios’, no podrá entender lo que es el Reino de Dios, no podrá vivir en ese Reino nuevo de Dios.


Como Nicodemo no entiende porque se está quedando en una literalidad de las palabras Jesús le dirá con toda claridad. ‘En verdad, en verdad te digo: el que no nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios’. No es solo obra nuestra; es cierto que tenemos que poner nuestra voluntad, la obediencia de la fe, nuestro asentimiento porque solo es una oferta que nos hace Dios a la que nosotros hemos de responder, pero es acción de Dios en nosotros. ‘No han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios’. Como ahora nos dice ‘por el agua y el Espíritu’, que bien significamos en el Bautismo.

¿Estaremos nosotros dispuestos a eso? Cuánto nos cuesta arrancarnos del hombre viejo para ser hombre nuevo. No nos arrancamos sino que nos arrastramos, y mira que son distintas las palabras. ¿Qué respuesta le damos a esa oferta de nueva vida? ¿Estaremos dispuestos a ser distintos? Y no es solo en apariencias o por fisonomía, sino desde lo más hondo de nuestro ser.

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